—Por favor, Noah, por favor —suplicó Alex abrazando a su amigo por los hombros. Tan cerca de su rostro que podían sentir sus respiraciones.
—Quédate quieto, idiota. Ya suéltame, suéltame —Noah, a quien no le gustaba mucho el contacto físico que Alex solía darle en la universidad, intentaba escapar.
—Solo es a beber, por favor, por favor, Noah —rogó Melissa, la menor del grupo— ¡Solo a beber! —una chica tierna de cabellos azules con la que todos se llevaba bastante bien.
—Es exactamente por eso que no puedo ir —Julieta apartó a Melissa rápidamente—. Beber es lo único que hacen, yo tengo que ir a casa a estudiar —Alex seguía suplicándole que lo acompañara—. Ya quítate, idiota. Jodes demasiado la vida —parecía enojarse, pero causaba ternura—. Por Dios, déjame en paz.
En aquel momento, Noah sintió un haz de cosquillas que lo hizo reir tanto que tenía que ocultarlo con sus manos. Cubría su boca sabiendo que el único que escucaba unos pequeños susurros de su risa, era Alex. Aquellos brazos fuertes realmente lo tenían atrapado. Pero no podía dejar que todos viertan eso. Especialmente cuando el pelinegro estaba gritando a los cuatro vientos sus súplicas.
—¡Si me dejas solo, no va a ser divertido! ¡Solo ven conmigo esta noche! ¡Estudiaré contigo si es que me lo pides! —iba a decir algo más, pero a lo lejos ambos sintieron una mirada.
—Ya, quieto —Noah empujó al otro con tanta fuerza que lo asustó. Por lo cual, Amanda, su novia, intervino.
—Ya, Alex. Déjalo, amor.
—Pero yo quería ir con él...
Ella estaba cansada y quería marcharse lo más pronto posible. Le daba asco ver cuando Alex se comportaba de esa manera. Odiaba la forma en la que la amistad que tenía con algunos hombres estaba "subida de tono". Eran más las siete de la noche y el viernes era su día más pesado. Todo la había puesto tan malhumorada que no pensaba en nada más que en irse. Cuando los separo, se acercó al oído de Alex para hablar. Entonces la escuchó susurrarle. Aquellas palabras hicieron que se sintiera peor después de haber sido empujado con tanta frialdad.
—No te acerques tanto a Noah. Pueden pensar que hay algo entre ustedes. No olvides aquel... rumor —dijo ofendiéndolo—. No quiero que te veas involucrado con ese tipo de personas. Sabes que no me gustaría que me dijeran que salgo con un gay de closet... Vamos, se nos hace tarde —ordenó con sutileza.
El momento en que Julieta notó la palidez del rostro de Alex, lo llamó para que caminara a su lado. En aquellos ojos oscuros se notaba la fragilidad de su mente ante los comentarios de su mujer. Junto a Melissa, y otra chica más llamada Diana, decidieron irse. Aun cuando estuvieron en la salida, Alex deseó ver a Noah cambiar de opinión y aparecer repentinamente a su lado. Se sentía solitario cuando no estaba cerca. En especial porque su grupo estaba conformado solo por mujeres.
Por el camino, recordaban que aquel día era el último primer viernes de universidad. Las clases habían dado un nuevo inicio al último semestre. El pequeño grupo de amigos estaba feliz. Todos excepto Noah quien tenía que disipar aquel no tan falso rumor de que se estaba acostando con uno de los profesores.
Mientras caminaban a la lujosa y típica casa de estudiante universitario adinerado, Julieta intentaba intervenir en los movimientos que hacía Diana para llamar la atención de Alex. En la mañana había escuchado salir de su propia boca que el día de hoy le robaría el novio a Amanda sin piedad alguna. Conociendo su personalidad, y su físico, temió por la débil mente del chico.
Alexander Allamand, el que más dinero tenía del grupo, era el estereotipo de chico perfecto que se esforzaba demasiado pues temía el caer de su máscara. Capitán de una pequeña selección deportiva de soccer de la ciudad, era poseedor de una beca considerable mantenida hasta el momento con las mejores notas de la universidad. Conocido por no tener problemas románticos ni mucho menos de otro tipo, Alex, era conocido como "aquel increíble chico de administración". Musculoso y con manos fuertes, sumamente atlético e inteligente. Se llevaba bien con todos, desde maestros hasta conserjes. Considerado una persona ejemplar y renombrado por todos los maestros.
La mayoría de las chicas querían besarlo por lo menos una vez antes de salir de la universidad, pero Amanda había sido la única mujer que había logrado entrar en su vida romántica. Diana intentó arrebatárselo varias veces, pero jamás logró su cometido. Melissa sólo mantenía un vago sentimiento de deseo escondido pero que no sobrepasaba el hecho de que lo consideraba uno de sus más grandes amigos. Además del hecho de que él la tratara como a una niña pequeña.
El verdadero problema era que Amanda siempre presumía lo bueno e increíble que era su novio en todos los ámbitos, destacando sus cualidades en la cama. Le gustaba provocar a las demás chicas a hacer algo incorrecto. Pero todo el esfuerzo que ponían en intentar que él se rindiera a su fidelidad, de alguna u otra manera, era en vano. Había tenido varias oportunidades con mujeres mucho más hermosas y con mucho mejor cuerpo, pero ninguna de ellas había sido capaz siquiera de darle un beso.
Su familia, quien también pertenecía a un alto nivel social, fue quien le otorgó su propia casa con piscina. Su madre prefería vivir viajando por el mundo, su padre la perseguía a donde ella fuera. Su hermano mayor trabajaba en otro país. A pesar de aquella tan buena vida, no se sentía completo. Sólo esperaba terminar la universidad para conseguir un trabajo y fijarse más en su sueño de una vida hogareña.
Alex tenía la gran oportunidad de ser una persona engreída, pero la vida lo había golpeado de diferentes maneras. Ahora era una persona noble con gran sentido de protección y apoyo. Era realmente optimista. Nunca se había negado a prestar su casa a las otras cuatro chicas para pasarla bien en las noches. Pero hoy se sentía algo extraño. Algo no lo dejaba en paz. Extrañaba a Noah.