Cuando Alex llegó a casa con Amanda, ella buscó cualquier tipo de pista que la condujera a decir que Alex había estado con otra mujer. Necesitaba saberlo, si no era así, necesitaba por lo menos inventarlo. Todo para quitar el peso de inferioridad que sentía por haber traicionado a Alex. También para aprovecharse como lo había hecho la última vez.
—¿Deseas comer algo? —preguntó Alex mientras abría el refrigerador. Estaba demasiado ansioso.
—No —cada día se volvía más fría y seca con sus respuestas— ¿Qué pasa? —lo vio y se sintió poderosa. Notaba su nerviosismo y la manera sumisa en la que hacía todo lo que ella pedía— Estudiemos.
—Iba a comer algo primero... Tengo mucha hambre —su estómago rugió haciendo que ella riera.
—Dije que estudiemos ¿No lo entiendes? —su cara de desprecio decía que no había escapatoria. Cada día se parecía más a un animal alimentándose de la debilidad de su novio— Solo tienes que obedecer y no te va a pasar nada —su mirada volvió a parecer de locura. Se nublaban sus pupilas. Sonreía de manera extraña. Cuando Alex se sentó ella apretó sus cabellos con toda su mano, más y más fuerte al preguntar— ¿Entendiste lo que dije?
—No seas mala conmigo, no he hecho nada —quitó las manos de la chica de su cabeza y se peinó nuevamente. No quería llegar al punto de hartarse y golpearla. Amanda se rio al ver el rostro de impotencia que había creado.
—No puedo creerte Alex, lo siento —acarició con sus dedos desde la mandíbula hasta el cuello de la camisa— ¿Me perdonas? Sé que he sido mala contigo, pero perdóname ¿Si, mi amor?
Tras que Alex solo asintiera con la cabeza por querer dejar eso atrás, se pusieron a estudiar todas las materias de la universidad. Un resumen general de la anterior semana y de estos días. Había pasado una hora y media cuando Amanda se cansó. Sentía que nada más de la información que daba Alex le iba a entrar en la cabeza. Lo vio leyendo un párrafo de sus notas. Aprovechó la ocasión y se sentó encima de él con las piernas abiertas hacia su pecho. Sin dejarle oportunidad de leer o concentrarse en lo que estaban haciendo.
Alex se puso nervioso. En un impulso su mirada prefirió ver la piscina. Evitaba a toda costa hacer contacto visual con esa mujer a la cual ya no reconocía. Tras dos o tres brincos de parte de ella, la vio desvestirse. Alex intentaba excitarse. Iba desde besar su cuerpo hasta tocarlo y sentirlo por completo. Mordía sus pezones y su cintura, pero nada funcionaba. No se sentía bien. Aquella personalidad irracional le quitaba cualquier deseo sexual.
Amanda gemía de manera suave, pero Alex no sentía nada. Cada que la escuchaba se desconcentraba y perdía toda la energía. No podía verla al rostro. Su cuerpo ya rechazaba la idea de hacerle algo. Cerró los ojos imaginando alguna cosa que lo excitara, pero no lo logró. Siguió igual de frío. Cuando veía a Amanda era peor. Recordaba el maltrato de los últimos días. Aquello lo estaba volviendo loco y lo estaba deprimiendo físicamente.
—No puedo, perdón… —se rindió— Amanda, lo siento —respiraba agitado al empujarla—. Perdóname. En serio estoy cansado y no puedo hacerlo hoy.
—Es mentira —le lanzó una cachetada—. Eres un mentiroso.
—Eh pasado contigo toda la semana, no he salido con nadie, por Dios, no hice nada malo —puso la mano en su mejilla. Lloró pidiendo que no lo lastimara—. No entiendo por qué me sigues haciendo esto —tenía miedo de explotar y hacerle daño.
—Pasas conmigo solo en la universidad ¿Qué tal si cuando dices estar dormido me engañas? —agarró sus cabellos y puso su cabeza hacia atrás— ¿Qué haces al llegar solo a casa? —Alex sintió un repentino ahogamiento del que se asustó y la detuvo.
—Apenas tengo energía al llegar a casa, lo sabes —sus manos comenzaban a arder y eso no era una buena señal— Ya déjame —tembló.
—No es cierto, imbécil —insultaba a Alex de varias maneras— Eres solo un idiota creído el cual piensa que me puede engañar —lo abofeteó nuevamente— Eres un pequeño mentiroso. Por esa razón toda tu familia te abandonó —sonrió al notar su debilidad— Tu madre... —ahora había miedo en sus ojos— ¿Ella te abandonó? —se estaba excitando— Debe ser así —clavó sus uñas en su cuello—. Eres un pedazo de mierda asquerosa el cual no le servía de nada a su familia. Por eso te abandonaron ¿Verdad? —lo volvió a golpear— Pero tranquilo... Yo no voy a abandonarte —besó su frente— Estarás atrapado conmigo toda tu vida —besó su mejilla. Se acercó a sus labios—. Ven, dame un beso —intentó mover su cabeza para negar, pero ella no lo dejó. Metió su lengua a su boca y se molestó cuando él no quiso recibirla— ¡Abre la maldita boca! —la abrió con asco— Mierda —chasqueó los dientes al separarse— Sabes, Alex... no puedo confiar en ti. Pero tú tienes que confiar en mí ¿Por eso somos pareja no? —no hubo respuesta— ¿Verdad que confías en mí, Alex? —Amanda se arrodilló ante él ahora con una mirada suplicante la cual ya era conocida, el chico asintió con terror— Vamos, dame un beso —él besó su frente— Y recuerda quedarte callado ¿Sí? —asintió— ¿Seguro, Alex? —Amanda volvió a tener esa mirada que le asustaba a Alex quien volvió a asentir— Me largo.
Tras decir esas palabras se fue. No dio explicaciones. No dio razones. Ni siquiera se tomó la molestia de decirle a dónde iba. Tampoco hubiera podido pues se iba a ver con Daniel ya que Alex no la había complacido y ahora que se sentía más poderosa, deseaba hacerlo. Después de hacerle daño sintió tanto poder que no iba a volver a respetarlo nunca más.
Alex tomó su teléfono. Era ciertamente temprano. Estaba temblando y se sentía asqueado. Fue a tomar una larga ducha. Se sentó bajo el agua tibia intentando respirar. Lo ayudó bastante, por lo menos pudo olvidar aquel beso. Su mente bloqueó aquel recuerdo.
Al salir, llamó a Noah. Estaba aún sin ropa por lo cual el frío corrió por su piel. Aquella voz al contestar lo calmó por completo. Parecía estar feliz. Al menos sonrió por ello.