Pasaron cerca de diez minutos en los cuales Noah se quedó jugando en su celular. Veía a ratos a Alex pensando en cuando si despertaría pronto. Quería estar allí en el momento que lo hiciera para asegurarse de que estuviera bien e irse para no ganar más problemas de los que ya tenía. Parecía no tener ninguna pesadilla, pero aun así no parecía sentirse cómodo.
Noah se levantó al baño a traer algodón y alcohol. Cuando volvió se sentó nuevamente frente a Alex pensando en la razón de lo que estaba haciendo. Se sentía estúpido al cuidarlo, pero a su vez había cierto interés en hacerlo. Sintió que aquello que hicieron lo puso más sensible de lo esperado.
Con delicadeza limpió cada arañadura con el algodón empapado. Tomaba con calma una de las manos de Alex, la ponía en su pierna y acariciaba los alrededores. Aunque el alcohol ardía también en sus uñas lastimadas, no fue un dolor mayor el cual tuvo que soportar. Ya se había acostumbrado. Cuando veía las pequeñas gotas de sangre, se preguntaba qué era lo que Alex sintió para que llegara a hacer eso, pero no se sentía capaz de preguntarle nada de manera directa. Se tomó su tiempo para seguir acariciando las manos del chico, eran fuertes, tanto que le gustaba recordar la manera en la que lo había tocado.
—Noah... —susurró despertando— Lindo... —se dio cuenta de que estaban tomados de las manos.
—Idiota —lo soltó y miró hacia otro lado. Alex sonrió de manera tierna al verlo, Noah era demasiado atractivo— Buenas tardes, Allamand —uso cierta clase de desprecio— ... ¿Qué tal estás? ¿Te sientes bien? —volvió a ser quien era cuando no había nadie alrededor.
—¿Me quedé dormido? —preguntó al sentarse— ¿Qué estabas haciendo?
—¿Acaso no recuerdas nada? —frunció el ceño.
—Ya entendí, lo lamento —por los rasguños y por la repentina siesta, recordó todo lo que había pasado—. Mierda, en verdad lamento que tuvieras que haber visto eso.
—¿Cómo te sientes?
—Me pican las manos —respondió con voz gélida.
Mientras Alex se levantaba para lavar su rostro, se detuvo en el momento en el que se dio cuenta de que no estaba Julieta. Al preguntar por ella, Noah le contó acerca de lo que ocurrió y juntos llamaron a Diana. Al hablar con ella, se notaba la tensión en el aire. Tanto el pelinegro como la chica que estaba tras la línea mostraban estar con sumo nerviosismo. Noah se sintió extraño por ello. Con vergüenza dejó caer su cabeza encima del hombro del otro el cual con calma le acarició el rostro mientras terminaba de conversar.
El de ojos verdes se separó cuando los toques que le daban se volvieron demasiado cómodos. Metió sus manos dentro de la sudadera y se sentó al borde de la piscina sin hacer nada más. Hundió su nariz en la tela, se decepcionó cuando sintió que el olor embriagante a miel había desaparecido en gran parte. Ocultó su mirada en el color brillante. Uniendo sus rodillas se acomodó en ellas para sostener su quijada. Se quedó escuchando la voz de Diana contar que Julieta estaba bien, pero que no le vendría mal una visita.
Alex aceptó ir.
Mientras Noah veía a la nada y sentía estar igual de adormilado que antes, el pelinegro se acercó. Estiró su mano para ayudarlo a levantar, pero no hubo respuesta. Se vieron de manera extraña. Terminaron riendo por todo lo que había ocurrido. Alex agachó la mirada y se disculpó una vez más. No se sentía cómodo sabiendo que Noah vio algo que no debía.
—Ya olvídalo —suspiró el que seguía sentado—. Sabía que tenías que tener algo malo.
—Eso duele… —reía con algo de dolor.
—No era un insulto —lo quemó con una mirada—. Todos tenemos un secreto que no queremos que nadie se entere, ese es el tuyo —lo vio sonreír.
—Gracias por haberme calmado.
—Deberías agradecérselo a July, yo solo te golpeé —se recostó en el suelo—. Así que ¿vas a ir a verla?
—Si, en un momento —se recostó a su lado de la misma manera.
—¿Qué crees que haces? Ya pedí este lugar —reclamaba empujándolo con una mano en el hombro de manera suave y tierna.
—¿Tengo que recordarte que es mi casa? —marcó superioridad mirando al cielo sin decir nada y acercándose un poco más a él
—¿Y ahora qué? —se puso nervioso.
—Solo quédate así por un momento, podremos pensar luego en lo demás —aquellas palabras por poco lo hicieron llorar.
Noah sintió que el pensamiento constante de querer morir se iba por unos segundos. Acomodó sus manos detrás de su cabeza pensando en lo que le acababan de decir. Recordó que no se había relajado de esa manera en años. Exhaló como si lo hubiera hecho tras fumar un cigarrillo. Cerró sus ojos dejando que el olor a miel que seguía emanando el cabello de Alex lo embriagara por completo. Intentó olvidar el sentimiento que le decía que por más que hiciera todo lo posible, jamás encontraría a nadie que llenara el vacío que le dejó León en su momento. Pero era imposible callar la voz más realista de su cabeza.
Alex por otro lado deseaba volver a disfrutar aquel dulce olor a vino del cabello y cuerpo de Noah que ahora parecía no existir, como si él se hubiera escapado a pesar de que lo hubiera agarrado con todas sus fuerzas. En su momento regresó a ver al otro chico. Sus cabellos caían por culpa de la gravedad. No importaba que la sudadera fuera enorme, verlo tan calmado le daba ganas de besarlo. Aquellos labios preciosos brillaban con pasión. Se sintió feliz hasta que lo vio derramar una pequeña lágrima y cambiar de gesto a uno doloroso.
Noah había recordado a León. No quiso llorar, pero tampoco pudo evitar que aquello ocurriera. Sintió el dolor de los malos tratos que iba a sufrir cuando aquella persona saliera de la cárcel. Recordaba sin parar todo lo que le había hecho. Había corrompido desde su cuerpo hasta su mente. No soportaba el pensar que, si no lograba escapar, todo llegaría a su fin. Especialmente si se encontraba con su hermana. Sabía lo que se avecinaba y un dolor en el pecho junto a aquel horrible presentimiento se lo confirmaba sin parar.