—Amanda debe estar con Daniel, dijo que iba a salir con alguien así que debe ser él —eran cerca de las tres de la mañana. Estaban bebiendo y hablaban acerca de lo que ocurría en sus vidas. Mientras más borrachos se ponían, más hablaban.
—Y tú estás conmigo —Noah reía sin darse cuenta lo coqueto que se ponía por el alcohol.
—Es diferente, muy diferente —no quería hablar de Amanda, ni siquiera sabía cómo había llegado a eso.
—¿Te sientes culpable, Alex?
—No —suspiró—. Creo —quiso quitar la incomodidad que sintió al decirlo.
—… —no supo qué decir— Al igual me alegra que me hayas ayudado. No se lo hubiera pedido a nadie más que a ti.
Acercó con lentitud su mano a la del pelinegro quien lo veía atónito. Cruzaron sus dedos con cuidado. De manera tierna volvieron a verse. A pesar de que todo se movía, no podían dejar de sentir que sus miradas eran tan fijas que podrían quemarse en algún punto.
—Yo no le hubiera dicho a nadie, pero tú… —murmuró— Tú dijiste que podía contar contigo para todo —un sollozo salió de la nada—. Por eso yo te pedí ayuda —estaba borracho—. Gracias… Gracias… Gracias… —le apretó la mano, lo soltó y se acurrucó en la sudadera.
—Para todo —murmuró acariciándole los cabellos—. Puedes contar conmigo para todo lo que quieras.
—Tú... Tú también puedes contar conmigo —levantó el rostro—. Podemos contar con nosotros ¿no? —entre sonrisas, Alex asintió.
El silencio se volvió profundo, pero tranquilizador. El calor los recorría. La música de fondo sonaba con tranquilidad. Noah se acercó a Alex con recelo. Recostó su cabeza en las piernas del chico y volvió a llorar. Tenía lágrimas cayendo, pero lo hacía en tal silencio que asustaba.
—¿Quieres que te lleve a la cama? —le preguntó dándose cuenta de que estaba por caer dormido.
—Cuando yo… estaba dentro de mi casa, no podía dormir… —susurró— He tenido insomnio desde que tengo memoria, pero justo ahora tengo tanto sueño que podría dormir para siempre.
—Mañana es domingo, puedes descansar todo el día.
—Tengo miedo —sollozó—. No quiero que esto sea un sueño, Alex.
—No lo es —lo cobijó con su brazo.
—¿Entonces por qué se siente como si lo fuera? —clavo sus uñas en sus manos— Tengo miedo de que ella esté en la otra habitación lista para atormentarme una vez más…
—¿Ella? —preguntó sabiendo que ahora respondería cualquier cosa
—Aura… —gruñó— Aura siempre me golpea. Solo porque él me eligió a mi…
—¿Sientes miedo de ella? ¿Por qué no escapaste? —de alguna manera se sintió relacionado.
—… —abrió los ojos dándose cuenta de lo que había dicho— Perdón, hablé de más.
Se sentó una vez más. Cabeceaba de manera tierna. Alex se acercó y lo acurrucó en su hombro sin decirle nada más. Le acarició el rostro hasta que supo con certeza que estaba dormido. Lo sostuvo entre sus brazos sin dejar de ver lo lastimado que estaba. Cual si fuera un koala, lo llevó a la habitación de invitados. Lo recostó con calma. Se recostó a su lado pensando en lo que había dicho.
Sentir miedo, ser torturado, tener tantas heridas. No sabía por cuánto tiempo había pasado. Tampoco sabía la razón de que no se hubiera ido antes y aunque él no podía compararse en lo más mínimo, supo que seguir con Amanda era un gran error que lo carcomía. Aún así, no supo lo que tenía que hacer. Estuvo a punto de irse cuando sintió un gran peso sobre su cuerpo.
Noah se abalanzó a Alex para darle un abrazo. Entre sueños notó su presencia. Entre sueños así también, sintió haber atrapado aquella luz de esperanza. Lo sostuvo con tal fuerza que le fue imposible irse.
—No te vayas, Alex... —murmuró— No me dejes... —al otro le dolió tanto en el pecho que se quedó a su lado— Por favor, idiota… para todo…
Quedándose lo que restaba la madrugada a su lado. Lo cuidó de cada pesadilla y sobresalto que tenía con sus brazos. A pesar de no haber pegado un ojo en toda la noche, fue reconfortante saber que unas horas después de que salió el sol, Noah ya había dejado de llorar o moverse. Se levantó con lentitud. Salió de la cama. Cerró las cortinas y apagó las luces. Lo dejaría dormir mientras él iba a comprar medicina, cremas, vendas y otras cosas que fueran necesarias.
Cuando llegó, lo vio levantado, parecía reconfortado a pesar de haber descansado ciertamente poco. Noah había hecho el desayuno como agradecimiento. No recordaba mucho de la noche anterior. Solo sabía que todo su cuerpo dolía, pero que al menos había podido dormir bien.
Se vieron fijo. Suspiraron al mismo tiempo. Lanzaron una risa antes de sentarse a comer y conversar. Al terminar, Alex cambió los vendajes por precaución. Volvió a curar sus heridas. Curó así también mejor su cuerpo. Suspiró al final cuando vio al de cabello claro levantarse e ir a por sus cosas. Pero no iba a dejar que fuera tan fácil.
Segundos antes de que cada uno tomara un camino diferente, Noah fue acorralado contra la puerta de entrada. Con dulzura tomó su mano para entregarle la copia de la llave de la casa. Se acercó a sus labios repitiendo que no había nadie. Metió su lengua dentro de aquella boca. Pasó sus labios por los lastimados de la mejilla de Noah antes de que este lo empujara con la cara roja. Ahora que Alex sentía tener permiso suficiente, seguiría haciendo ese tipo de cosas, más respetando cualquier límite que Noah deseara poner.
Cuando Noah le cruzó los brazos por el cuello retractándose del empujón, Alex supo que podía continuar. Le puso ambas manos en la cintura. Lo pegó un poco más contra la madera antes de volver a chocar sus labios. Acariciaba sus narices cada vez que se separaban por un momento para respirar. Fue al cuello del chico quien se dejaba por completo con algo de culpa por pedir tanto. Noah lo apretó con fuerza en el momento en el que sintió una suave mordida doler más de lo esperado.