Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO XVIII

—¿Qué? —se miró las manos— Maldita sea.

 

Apartó a Alex, se quitó el collar y puso el anillo allí. Se preguntaba si había cerrado la caja con llave, no recordaba haberlo hecho, pero confiaba en que jamás olvidaría hacer algo tan importante

 

—Mierda, mierda, mierda.

—¿Por qué justo hoy...? —sonó dolido, se levantó y fue a la sala.

—Alex —lo llamó tras volver a ponerse el collar—. Alex —lo siguió pues no le hacía caso—. Alexander —habló de manera fuerte. Vio cómo se servía un whisky con hielo—. Allamand, responde.

—¿Qué quieres? —lo miró a los ojos— ¿Qué puta excusa tienes ahora?

—Alex... Yo... No me di cuenta de que lo tenía puesto —viró el rostro.

—No sé qué hacer, no sé si presionar una respuesta o solo dejar que los secretos que tienes se queden así ¿Qué quieres que haga? —bebió todo su vaso. Tomó la botella y caminó hacia las bancas de la piscina.

—¡Presiona! ¡No puedo decirlo! ¡¿Que aún no entiendes?! —caminaba detrás de él. No iba a dejar que todo se arruinara ahora que estaba seguro de estar a su lado, pero Alex solo quería perderse y olvidarlo todo un rato.

—¡¿No entiendes que yo tampoco sé presionar?! —ambos se vieron con los ojos llorosos. Tenían traumas que estaban listos para soltar y que tenían que hacerlo juntos. Tenían que hablar acerca de ello. Noah lo sabía— ¡Yo tampoco sé cómo hacerlo!

—Alex... —se acercó a él, lo tomó de la camiseta y susurró de manera delicada— ¿Quieres acostarte en el césped conmigo un rato?

—No.

 

Alex suspiró al sentarse. Estaba asustado. Le había asustado el hecho de que hubiera podido perder a Noah y que ahora “León” podría llevárselo de su lado. Lloraba en silencio, quería gritar, pero no quería entrar en un episodio después de haberlos contenido tan bien por semanas.

 

—Alex... —lo vio acostarse y se acostó encima suyo. Se acurrucó en su pecho sin saber qué decir.

—No me gusta gritarte —suspiró—. En verdad, no me gusta gritarte.

—Perdón.

—Tampoco me gusta insistir, solo quiero que me digas la verdad sin tener la necesidad de preguntarte —limpiaba sus ojos.

—A mí no me gusta hablar. Tal vez jamás sea capaz de decirte lo que pasó —bebió un poco de whisky, miró a Alex fijamente— ¿Puedo besarte?

—No —viró el rostro.

—Bueno —suspiró y bebió un poco más—. Necesito que me presiones, no sé por qué tienes tanto miedo a hacerlo.

—... —intentaba no recordar nada.

—El anillo... —suspiró agarrando a Alex de las muñecas—. Yo... Yo estaba comprometido con alguien —intentaba sonreír para tranquilizarse, Alex vio eso, pero quería silencio. Lo que decía le dolía más que calmarlo—. Me iba a casar con alguien...

—No quiero saber eso... —quería callarlo— No quiero saberlo —su mundo se desplomaba lentamente mientras lo decía.

—Perdón —suspiró—. No voy a irme, voy a ir a dormir —quiso levantarse, pero Alex lo atrapó en sus brazos, no quería que se fuera. Se daba cuenta de que tenía miedo de que lo apartaran de su lado— Alex... —sus brazos hacían que su mente se negara a pensar en León.

—Me gustas mucho —quería decirle miles de cosas más, pero su pecho dolía. No quería asustarlo. No quería perderlo. Sentía que, si lo presionaba, jamás volvería a verlo.

—A... A mí también me gustas mucho —regresó a verlo a los ojos.

—Me gustan tus ojos. Eres muy lindo —quería llorar pues no quería soltarlo y que se fuera con otra persona.

—Tú... No... No te tienes que preocupar por nadie —tartamudeo—. En verdad, por nadie.

—Gracias.

—¿Por qué nunca me insistes? Ya te di permiso —sabía que tenía que ver con lo que Julieta le había dicho hace un tiempo, solo no había querido preguntar hasta hoy.

—Siento que... —su temblor hizo que sus brazos apretaran al otro aún más fuerte.

—Alexander, olvida eso —lo abrazó de la misma manera.

—Yo conocí a alguien que me hizo mucho daño —estaba tan confundido al decirlo que su mente se perdió.

—No tienes que hablar si no puedes hacerlo... —suspiró— Yo en verdad entiendo que hay cosas de las cuales no podemos hablar.

—¿No quieres hablar de eso? —pensó que lo había perdido todo

—No es eso, tal vez solo necesitamos tiempo —Alex estaba asustado. Noah pudo ver cómo lloraba, se separó de sus brazos y se levantó. Lo invitó a acostarse en el piso—. Ven aquí, conmigo —terminaron abrazados en el césped, viendo las estrellas, y pensando en lo que ocurría en la mente del otro—. Cuando te sientas listo podremos hablar —el rostro del pelinegro se acurrucó en el pecho de Noah.

—Eres más maduro de lo que pareces.... —levantó la mirada— ¿Qué es lo que siempre llevas en tu cuello? —quería hablar, quería respuestas. Por más asustado que estuviera, quería saber algo más de alguien tan reservado como Noah.

—Son... —apretó fuertemente la camisa de Alex. Se decidió por lo mejor para ambos. Decir la verdad, aunque fuera a medias. El miedo de ser separados era más fuerte que el miedo que tenía a que supiera de León— Son para abrir cosas importantes, yo... Soy el único que tiene las llaves. Por eso siempre las llevo en el cuello, no quiero perderlas —tampoco quería perderlo a él.

—¿Dónde estabas? Quería saber dónde estabas. —se acomodó de manera que quedaron cara a cara. Recibió un suave beso.

—Sabes a whisky. —rio. Noah se sentía más seguro ahora— Fui un rato a... —susurró, no se escuchó nada— Me encontré con alguien y nos quedamos hablando.

—¿Por qué no contestabas? —lo tomó del rostro y chocó sus frentes— Estaba preocupado.

—Mi teléfono está dañado, tengo que mandar a arreglarlo —se montó encima de Alex.

—Yo tengo uno antiguo, te lo voy a dar —asintió con recelo.

—Gracias —cayó rendido en el pecho del otro—. Perdón, en verdad quería tener nuestra cita.

—Podemos hacerlo otro día.

—¿Algo más de lo que debamos hablar? —Alex negó mientras acariciaba el cuerpo de Noah de manera dulce, como si quisiera recordar cada detalle con sus yemas



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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