—No quiero... —decía Noah mientras lloraba— Me duele mucho, déjame ir...
—No —se acurrucó en su pecho, sintió como el otro pataleaba por un momento hasta calmarse—. No te voy a dejar ir.
—¿Por qué? Ya estoy harto —hablaba con cansancio—. Estoy harto de tener que sufrir por amar a un hombre. Duele demasiado. Déjame alejarme como con todos —soltaba todo lo que pensaba—. Por favor... Suéltame y déjame ir.
—¡No quiero que te vayas! —no pudo evitar gritar— ¡Te has escapado ya varias veces! ¡No entiendes que quiero cuidarte! ¡No entiendes que ya no quiero dejarte ir! —le dolía, pero estaba diciendo la verdad
—¡Yo ya no puedo estar contigo! ¡Ya no debo! —había prometido no gritar, pero ya no podía soportar lo que se encerraba en sí.
—¡Me tienes más enamorado que la mierda! —hablo con la verdad— ¡¿Qué parte no entiendes?!
—¡La del amor! ¡Volví a sentir amor y me dejaste en la mierda! ¡Intenté enamorarme y me lastimaste! ¡Tenía razón en no querer volver a sentir esto! —estaba asustado pues el sentimiento que tenía era mucho más fuerte que cualquiera que hubiera sentido— ¡Estaba y sigo asustado!
—¡Pero no deberías tener tanto miedo si estás a mi lado! —refutó
—¡Contigo debería tener mucho más miedo! —iba a golpearlo, pero apretó sus puños. No quería hacerle daño— ¡Odio esto! ¡Odio sentirme así! ¡Odio a los hombres! ¡Odio sufrir! ¡Odio tener que estar con alguien que jamás va a entender el miedo que tengo! ¡Odio tener que quererte mucho más que a cualquiera! —estaba furioso.
—¡Ya no quiero que digas eso! ¡Lo dices como si yo no sintiera miedo! —él también tenía sus problemas— ¡Tú sabes que no soy perfecto y aunque quiero no puedo serlo! ¡Conoces demasiado de quién soy! ¡Cómo no te das cuenta de que te estoy dando todo! ¡Puedo cambiar si quieres! ¡Puedo hacerlo todo por ti! ¡Quiero hacerlo todo por ti!
—¡Alexander Allamand! —lo golpeó en la espalda— Ya quiero irme —lo que le había dicho hizo que su cuerpo se tensara—. Ni siquiera sé para qué vine. Me largo —lo dijo, pero no hizo ningún movimiento.
—¿Vas a huir otra vez? —se aterró.
—Estoy cansado de huir... —se dio cuenta— Pero... —el pensamiento perderlo fue por primera vez más doloroso que el de la muerte. Tan doloroso que se aferró a Alex como si no hubiera otro lugar de donde poder agarrarse— Te quiero tanto... —se lamentó— Tanto que ya ni siquiera sé qué palabra usar.
—Querer —susurró en su oído. Ir rápido dejó de importarle—. Te... —lo dejó paralizado— Yo... te...
—Aún no —lo amaba, pero no quería decirlo ni oírlo—. Aún no.
—Noah —unas manos arañaron toda su espalda.
—Lloro demasiado ¿verdad? Debo parecerte un llorón.
—Noah —acariciaba su cabeza en contra de la del chico. Logró ver sus ojos llorosos.
—Yo... yo debo soltarte. Debo dejarte ir... —su garganta le dolía cuando lo decía. Su boca lo pronunciaba, pero todo su cuerpo lo rechazaba.
—¿Quieres hacer eso? —negó— No me importaría sufrir si es que es a tu lado.
—No digas esas cosas —no quería hacerle daño. Él sufría por no querer hacerlo sufrir. Que dijera eso le parecía tonto.
—No volveré a decirlas.
Dejando de lado un repentino enojo, se vieron por unos segundos. Acariciaron sus rostros con ambas manos sabiendo que no se iban a dejar ir. Analizaron cada una de sus facciones. Notaron que todo lo que decían era verdad.
—Yo también te quiero... —tembló antes de decirlo— Alex... tu... ¿Vas a soltarme? —el otro negó mientras tomaba su mano.
—No voy a soltarte.
—¿Vas a dejarme ir?
—No
—¿Vas a quedarte a mi lado sin importar nada? —asintió
—Sin importar nada... Te protegeré de todo.
—¿Lo estás prometiendo? —negó.
—No te gustan las promesas.
—¿Entonces cómo sabré que lo que dices es verdad?
—Porque quiero hacerlo —se abrazaron por unos minutos. Se sentía tan cálido que Noah casi se queda dormido. Sus párpados se volvían pesados y su respiración se calmaba.
—Yo ya perdí a alguien por ser un idiota —suspiró haciéndolo despertar—. Mi mamá era muy importante para mí. Dejé que mis problemas la alejaran.
—Yo no tengo madre —rio de manera cruel. No pensaba en lo que decía—. Las familias son una mierda... —susurró.
—¿Puedes acariciar mi cabeza? —Noah lo hizo, veía como Alex sonreía. El olor a miel salió de la nada inundando sus sentidos.
—Yo... —el silencio ya no lo dejaba dormir, ahora lo molestaba— Yo nunca tuve una buena relación familiar, dicen que me parezco a mi mamá... —abrió su corazón— A veces me pregunto cómo era. Su personalidad o su físico. Jamás me dejaron tocar los álbumes de fotos ni me contaron acerca de ella —no había hablado de eso con nadie más que con León. Era extraño que ahora se sintiera más cómodo que aquella vez.
—Yo me parezco a mi padre, mi hermano se parece a mi madre...
—Mi hermana se parece a mi padre, en todo —lanzó su cabeza para atrás, recordar eso lo deprimía, no quería pensar en todo lo que le habían hecho.
—¿A dónde fuiste hoy? —quería saberlo y a la vez cambiar de tema.
—A pensar —no podía responder esa pregunta aún— ¿Qué fue lo que hablabas con Tanner? —evadía el tema.
—Me dijo que tenemos que ser más comunicativos si queremos que lo nuestro funcione —Noah se enojó porque alguien más supiera que estaban saliendo.
—No me gusta ser comunicativo.
—A mí sí. Pregúntame algo, cualquier cosa, yo voy a responder —lo miró igual que un cachorro pidiendo algo. Noah sonrió y unió sus manos. Estaba asustado. La idea de comunicarse lo asustaba, pero no iba a perder a Alex por miedo. No iba a dejar que nadie lo lastimara. Nadie le iba a volver a quitar su luz.
—Si quieres hablar… sentémonos en la sala —abrió sus brazos y piernas para ser cargado como un koala, así fue como Alex lo hizo. Lo llevó, lo sentó y se sentó en el piso entre sus piernas— ¿Las preguntas pueden ser personales? —asintió— ¿Qué piensas de las almas gemelas? —fue lo único que se le ocurrió