Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO XXII

La Navidad fue más tranquila de lo que pensaron. Cuando ambas chicas se fueron, Alex y Noah se volvieron a recostar en la cama. Respiraban el aroma del otro sin dejar de pensar en lo afortunados que eran de tenerse. El frío los recorría, pero los brazos del uno recorriendo al otro otorgaban un hermoso calor que los dejaba tranquilos. Lograron dormir todo lo que no pudieron en meses. Conversaron y rieron. Al final de la noche bebieron ponche en la sala.

Noah se sentó a un extremo del sillón mientras Alex al otro. Subieron sus piernas y entre risas se cubrieron con una cobija. Levantaron sus copas de manera tierna. Pusieron música y la luz de la sala cambió a su típico anaranjado. Alex hizo un brindis en nombre de Noah.

 

—Yo solo quiero decir que estoy feliz de que estés aquí y ahora.

—¿Qué? —sonrió volviendo a beber.

—Estoy feliz de tenerte aquí y ahora. Estoy feliz de que me hubieras pedido ayuda ese día. Tal vez tuviste varios pensamientos que te decían que debías rendirte, pero no lo hiciste… —movía su dedo en la boca de la copa— Me alegro de haberte conocido y poder pasar este tipo de momentos a tu lado.

—Eres un idiota —estaba sonrojado.

—Tal vez lo soy.

—Pero puedo decir lo mismo —lo miró tan fijo que podía notar lo nervioso que se puso—. No sé tú pasado y creo que es mejor que no sepas el mío por completo, pero en verdad estoy feliz de estar a tu lado ahora. Han pasado muchas cosas, pero es como si todo fuera nuevo ahora. Eres muy especial para mí a pesar de que aún eres un idiota —bromeó—. Déjame confiar en ti para todo de ahora en adelante, Alex.

—Si… —se sorprendió— Para todo.

 

Aquellas pequeñas palabras le dieron a Alex un nuevo tipo de impulso. En verdad estaría con Noah para todo. No importaba si era lo más pequeño o lo más grande del mundo. No importaba si era o no una promesa. Lo único que importaba era que aquella confianza jamás se viera afectada. Lo tomó de la mano y besó cada uno de sus dedos mientras le repetía la misma frase.

“Para todo.”

Tras aquel momento, los días pasaron de manera tranquila. Era la misma rutina y eso no les molestaba. Estaban felices y se sentían completos. Todo iba demasiado bien. Tan bien que parecía irreal.

Llegó fin de año y planearon una cita. No iban a rendirse. Se sentaron en la sala y sacaron un cuaderno. Hablaron y pidieron permiso para el último día del año. Tomaban sus manos mientras de manera delicada aportaban ideas para hacer algo especial. Cuando fue el día despertaron por la alarma. Más temprano de lo normal para aprovechar:

 

—Te toca hacer el desayuno —Noah se quejó sin pensar.

—¿Quieres hacerlo juntos? —negó— Está bien, voy yo —suspiró sin querer e intentó levantarse.

—Espera... No... —agarró la mano de Alex estando aún algo adormilado— No... Lo siento. —sonrió pensando que lo había puesto incómodo.

—¿No...? —rio para molestarlo— ¿Qué? —se pusieron frente a frente y lo tomó de las mejillas

—Ya sabes... —su voz era temblorosa

—¿Quieres que te bese? —Noah escondió su rostro— Tienes que decírmelo, tonto.

—Idiota —susurró—. No lo voy a decir.

—No te voy a besar —iba a levantarse a ver lo que hacía, pero Noah apretó su muñeca. Era justo lo que quería.

—Be... Besa... —tartamudeaba, Alex se rio.

—Y pensar que eres un pervertido. Ni siquiera puedes pedir bien un beso al despertar —sonrió cumpliendo sus deseos—. Te llamo para que salgas.

—Está bien —lo soltó y se escondió.

 

Cuando supo que Alex había salido, se cambió de ropa, tomó el regalo que le había guardado por los últimos días y lo guardó en su bolsillo. Quería dárselo como una sorpresa en la noche, cuando estuvieran en la actividad final. Estaba por entregarle una pulsera delgada de color naranja que iría a juego con la suya que era azul. Algo simple y barato, pero se lo estaba dando con todo su corazón. Darle el primer regalo se le hacía tan especial que buscaba que la reacción fuera igual a la que en su mente se imaginaba. Igual de romántica y feliz.

Al salir encontró a Alex sin camiseta. Sonrió por eso. Siempre se veía demasiado bien a pesar de que solía quemarse por ello. Fue y lo abrazó por la espalda. Jugó con las líneas que marcaban sus músculos y le dio algunas mordidas en sus omoplatos. Veía la manera delicada en la que servía el café. Era tan tierno que le encantaba. Le gustó el detalle de que hubiera encendido el calefactor para no pasar frío. Las ventanas empañadas dejaban pasar cierta cantidad de luz solar. Estaba tan feliz y enamorado que no lo soltaba a pesar de que se lo pedían.

Nunca había sentido nada como eso. Lo sabía muy bien. Nunca se había sentido tanto en un hogar. No había sentido jamás aquella paz en la que estaba. Lo seguía mordiendo para dejarle suficientes marcas y poder decir que era suyo. Le hizo varios chupones y pasó su lengua por ellos. Le hacía cosquillas, pero no lo dejaba ir. Ya no quería salir. Quería quedarse así para siempre. Ese sentimiento que solo tenía puertas adentro era lo que más quería sentir. Salir significaba no volver a tomar su mano si estaban en público. Significaba que no podría besarlo. Significaba que habría mujeres detrás suyo.

Significaba que no podría estar enamorado ante la sociedad.

Alex sonreía al sentir a Noah en su espalda. Le estaba haciendo tantas cosquillas que lo hizo ensuciar parte de la cocina. Se sentía bien tener sus manos cerca de él. La manera en la que lo acariciaba era tierna, pero sentía el mismo problema que el otro. Nunca podía besarlo fuera de casa, tampoco abrazarlo, apenas podía tomar su mano si es que nadie los veía. No podía hacerlo al caminar. No podía tomar su cintura o jugar con él sin que se pusiera incómodo y temeroso. Lo entendía, en verdad lo entendía, pero había un punto en el que en verdad se volvía loco por tocar sus dedos y saber que sí, estaban juntos.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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