Virgen Embarazada

Capítulo 1.

 

Capítulo 1

Miley

 

La agitación era notable en cada uno de los sirvientes en la planta baja, por lo que dejé de intentar crear una nueva pieza en el piano y comencé a subir las escaleras de madera para dirigirme a mi habitación.

—¡Miley! — gritó Nana desde el primer piso.

Hice oídos sordos a sus gritos y seguí arreglándome para la dichosa cena de negocios que tenían mis padres. Y dado el constante movimiento en el que estaba envuelta la mansión, supongo que es algo grande. Tarareo una que otra canción mientras maquillo mi rostro, siendo interrumpida solamente por el sonido de mi celular.

La pantalla se ilumina producto de una llamada entrante y me obligo a mí misma a ignorar la llamada de mi ex-novio.

Estaba terminando de subir el cierre de mi vestido cuando entró Nana a la habitación con cara de pocos amigos.

Le sonreí dulcemente para luego salir de la habitación, no sin antes depositar un tierno y sonoro beso en su mejilla.

Al bajar me encontré con mis padres, a quienes pocas veces tenía la oportunidad de ver en casa. Irónicamente veía a mi padre más en el trabajo que en casa y mi madre...bueno, supongo que ella es un caso aparte. Ellos por su parte se limitaron a observarme de pies a cabeza para luego asentir en aprobación a mi atuendo. Y una vez más me costó mantener la sonrisa al ver la indiferencia en su forma de tratarme. 

Ignorando la insidiosa voz en mi cabeza que asegura que él es un buen actor y por eso nos llevamos bien en el trabajo, decido hablar o más bien refunfuñar.

—¿Por qué tengo que estar presente en la cena?

 Estoy segura de que no me interesa en lo más mínimo lo que vayan a hablar aquí.

No es como si pudiera opinar, de todos modos.

—Porque el negocio tiene que ver contigo. — murmuró mi madre con una sonrisa extraña.

—¿Por qué? — cuestioné con el ceño fruncido.

—Haces demasiadas preguntas. — dijo mi padre dando fin a la conversación.

Esta será una larga noche...

Cuando tocaron el timbre Nana se encargó de abrir la puerta mientras nosotros nos dirigimos a la sala.

—Buenas noches. — murmuró el que supongo era la cabeza de la familia.

Era un hombre alto de cabello rubio cenizo, dueño de una mandíbula angulosa, traje hecho a la medida y una de las sonrisas más arrogantes que había visto. Y eso que he visto muchas. A su lado derecho estaba la que supongo era su esposa. Llevaba un vestido demasiado extravagante para mi gusto, su cabello largo caía por sus hombros como cascada para terminar en su espalda, unos accesorios que apuesto que valen una fortuna y una mirada despectiva que me observaba de pies a cabeza.

Al lado izquierdo se encontraba un chico de no más de 20 años, cabello corto rubio, de una buena estatura y unos ojos azul cielo que miraban el lugar con algo de curiosidad y fastidio. Aunque su boca mantenía la misma sonrisa arrogante de su padre.

—Buenas noches, pasemos a cenar y luego hablemos de negocios. — exclamó mi padre con una emoción que nunca había visto en él.

Durante la cena la señora cuyo nombre era Selena, se limitaba a observarme sin disimulo alguno, los demás se dedicaban a hablar respecto a un supuesto trato que estaban por cerrar y el chico...bueno, el solo me miraba aburrido y algo fastidiado.

─Necesito ir al baño.

La voz del rubio más joven se dejó escuchar mientras dirigía su mirada directamente a mí. Suprimí un quejido en cuanto sentí un fuerte apretón en mi pierna gracias a mi madre. Sin mencionar alguna palabra y reprimiendo el quejido que luchaba por abandonarme, me dirigí al baño con el pisándome los talones. Al llegar le señale la puerta sin mucho alboroto y me gire para observarlo. Sin embargo, él se quedó de pie en el mismo lugar.

─En realidad no querías venir al baño, ¿O sí?

El negó con su cabeza encogiéndose los hombros. Nos quedamos así un rato más hasta que el decidió hablar.

─ ¿Tienes idea de lo que se traen entre manos? ─ Su pregunta me dejó pensando unos segundos, y la verdad es que me parecía extraño que mis padres hubieran traído algo referente a su trabajo a casa. Y qué decir de las sonrisas que adornaban sus rostros. Para alguien más seria normal, pero para mí que los conozco a ambos esto es algo...perturbador.

Me encogí los hombros, incapaz de responder a su pregunta. En cambio, le hice una pregunta algo desconcertante;

─ ¿Confías en mí?

 

Me miró como si me faltara un tornillo y justo cuando abrió la boca para responder lo tome de la mano y lo jale devuelta al comedor lo más rápido que mis pies me permitieron.

─ ¿No has escuchado que la curiosidad mató al gato? ─ Cuestionó en voz baja detrás mío mientras ambos escuchábamos la conversación que mantenían los adultos.

—Es un gusto para mí haber hecho negocios con usted Sr. Miller.— murmuró el hombre de nombre Edwart mientras miraba a mi padre, el cual tenía una sonrisa de felicidad pura en su rostro.




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