Ese día Dan veía a su hija practicar unas patadas golpeando a un renovado saco, al que bautizaron Chico Ratón, en honor a todo los miedosos. Casiopea se le acercó en ese momento:
—Es una Tigresa, ha sacado mucha ira de su sistema.
—Pero todavía le hace falta.
—Te digo por experiencia, no se puede sacar todo, pero si podemos manejar lo que nos queda y volverlo algo mejor.
—Hay cosas que no sé cómo manejar, es como si hubiera perdido a mi hija.
Casiopea entonces le comentó:
—Cuando sucedió mi violación pasé deprimida por cerca un año en mi habitación, en verdad mis padres me perdieron.
Dan escuchaba sus palabras:
—Cuando entré al programa de apoyo, escuché los testimonios de esas chicas violadas, me di cuenta de que no era la única, entonces decidí transformar todo ese odio en golpes y ser la que tuviera el control.
—¿Entonces ahora estás mejor?
—He superado bastante, pero una queda marcada, tu hija lo está ahora, tiene mucho dolor, eso no cambiará; sin embargo, aprenderá a vivir con él.
Dan le compartió lo que más temía:
—Mi esposa piensa que convertí a mi hija en un marimacho.
Casiopea se rio y le comentó:
—Virginia es una chica muy femenina, está en esa etapa de la adolescencia en donde solo desea ser diferente, alejarse del modelo tradicional de las chicas, quiere ser ruda y eso la hace sentirse fuerte.
Dan respiró más tranquilo, siempre hablar con Casiopea era alentador, ella era una mujer muy femenina a pesar de golpear como una mula.
Virginia se sintió mejor, vio al Saco Chico Ratón y respiró hondo, llenando sus pulmones de oxígeno, se fue a sentar y tomar un poco de agua, su padre se acercó a ella.
—¿Todo bien?
—Genial, deberías de probarlo.
—Al verte tan metida, deseo sacar un poco de estrés golpeando.
—Te hará bien.
Él sonrió y entonces le dijo:
—Tengo algo que mostrarte, no sé cómo lo tomes, pero es importante, siento que lo es.
Fueron a tomar unos jugos cerca del gimnasio y entonces Dan al ver a su hija tan activa se arrepintió.
—¿Qué sucede?
—Virginia, no quiero que retrocedas, te amo, pero debo dejarte escuchar esto.
Sacó su móvil y entonces le hizo escuchar la voz de su tío, parecía feliz cuando hablaba, los ojos de Virginia se nublaron y las últimas palabras: Te amo, princesa, todo termina aquí conmigo, eres libre.
Ella sollozó triste al escuchar eso, entonces su padre le dijo:
—¿Por qué dijo eso?
Virginia no podía responder y su padre entendió que era un secreto, entonces le dijo:
—Virginia, puedes contar conmigo para lo que sea, cuando desees hablar de esto, lo haremos.
Lágrimas como goterones caían en la mesa y el dolor de la joven era terrible.
Repetía el audio de cuando en cuando y escuchar que las últimas palabras de su tío fueron para ella la llenaba de profunda tristeza.
Cuando llegó a la preparatoria algunos la miraban como bicho raro, lo cierto es que ella vestía de negro y Ronda y sus amigas cuchichearon:
—Ya se declaró como una bruja.
—Dama de la oscuridad—dijo otra.
Paul miraba a Virginia preocupado mientras escuchaba los murmullos de sus compañeros y se levantó y les dijo a todos:
—¡Qué les pasa! ¿Acaso uno no puede vestir de negro, rojo o azul?—entonces se quitó la camisa—estoy sin camisa, soy el chico descamisado.
Virginia lo miró sorprendida, mientras él mostraba su pequeña musculatura y todos estaban impresionados por su arrebato.
A la salida él corrió hacia Virginia y le arranchó la maleta y corrió con ella:
—¡Rayos!—corrió detrás de él.
—Siempre quise tener a una chica corriendo por mí, lo logré, lo logré—gritaba y todos lo veían.
Ronda les dijo a sus amigas:
—Era de esperarse el chico problemático y la satanista juntos.
—Harán aquelarre en luna llena—dijo otra.
—Sin duda.
Virginia lo agarró tres calles abajo:
—¡Ya basta!
—Soy rápido, ¿verdad?
—Idiota también.
—Oye, ¿Qué te pasa?
—Eso no te interesa.
Paul la seguía y ella molesta se dio la vuelta:
—Deja de seguirme.