Visitante nocturno

Prefacio

Los humanos son seres muy inteligentes, pero no saben ocupar toda esa inteligencia de una forma completa o correcta. Se dejan llevar por los perjuicios, por el que dirán y algunos se niega a creer en lo que puede existir más allá de esta simple vida. Viven creyendo en lo justo y necesario, en lo que solo pueden ver, más no creen en lo que puede estar oculto en la oscuridad; en lo que los observa cuando cierran sus ojos, en lo que los despierta en medio de la madrugada y ¿Por qué? porque unos dicen que tanto el mal como el bien no existen.

¿Pero cómo sentirte seguro en este mundo sin contar tus más locos miedos? Sabes que nadie te apoyará, que nadie te creerá, porque todo tiene su explicación científica, y gracias a que el hombre para todo posee una respuesta, así sea errónea o verdadera nadie se atreve a pensar en las posibilidades de creer en algo fuera de lo común o cotidiano; Por esa razón, es que decidí guardarme para mí lo que me estaba sucediendo a mi tan corta edad de vida, solo 18 años en aquel entonces y jamás había vivido algo tan real y tan a la vez real.

No había noche en la que apagara la luz y me quedara con los ojos abiertos, viendo hacia la nada, esperando a que ese extraño ser viniera hacia a mí a complacer todos sus deseos carnales, con una chica virgen de 18 años ¿Qué tan loco sonaba eso? Mucho. Fueron tantas las veces que ese ser vino a mí, que ya me daba miedo el simple hecho de quedarme dormida, me daba miedo estar en mi habitación, me daba miedo estar en mi propia cama; me producía miedo tan solo pensar en él.

Una vez no aguanté la desesperación y se lo conté a un amigo, él me dijo que eso solo era cosa de mi cerebro y mis instintos, que yo debía de estar deseando acostarme con alguien. Me sentí tan frustrada y enojada, que desde aquel día jamás volví a saber de él. Me he quedé completamente sola con mi dolor, soportando cada hora de sueño, pero soy una humana y me era inevitable no cerrar los párpados cuando estos me lo estaban pidiendo a gritos. Tres de la madrugada, entonces era ahí cuando ese extraño ser se aparecía

Cuando sabía que estaba indefensa y rendida ante él, era ahí cuando ocurría lo que llamo una brutal y dolorosa "violación". Sé que él estaba ahí, porque podía sentirlo, porque de reojo podía ver su atlética figura, pero solo eso y nada más. Me inmovilizaba y no podía hacer nada para detenerlo. Las lágrimas corrían por mis mejillas y mi voz interior suplicaba porque eso terminará ¿Por qué me sucedía eso a mí? ¿Por qué yo? ¿Qué era lo que quería de mí?

Hasta que una de esas tantas noches decidí no dormir en lo absoluto, no iba a permitir que él siguiera abusando de mí. No sé cuántas tazas de café tomé esa noche, pero sé que no fueron suficientes porque sentía mis ojos pesados, a cada segundo cabeceaba a causa del cansancio por el que estaba pasando mi cuerpo, pero me despertaba tan rápido como podía. Intentaba leer, pero me era imposible, la concentración que tenía era nefasta y de pronto escuché esos susurros en mi cabeza.

— ¿Por qué no te duermes Valeria?

Una voz suave y tierna susurraba con delicadeza y yo sabía que era él, inmediatamente sentí el miedo comiéndome lentamente por dentro.

—Quiero tocarte Valeria, yo sé que a ti te gusta ¿Por qué te resistes?

Las lágrimas rodaban por mi mejilla sin avisar que querían salir huyendo de mis ojos, sentada en mi escritorio con los ojos abiertos, observando cada rincón de mi habitación; mis ojos lo buscaban con desesperación, pero era evidente que allí no había nadie más que yo.

— ¿Qué quieres de mí? —grité desesperada.

Entonces escuché su burlesca risa dentro de mi pobre y angustiada cabeza, parecía que disfrutaba ver cómo me hacía daño y como me afectaba que estuviera ahí atormentándome a cada segundo.

—Tú sabes lo que quiero, pequeña.

Y sí, yo sabía perfectamente que era lo que él quería de mí. Quería que me durmiera sobre mi cama, que me rindiera ante él, para que ultrajara mi cuerpo como tantas veces lo había hecho.

—Cierra los ojos, te va a gustar Valeria. —Pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso a sus palabras.

— ¡Vete al infierno! —escuché una vez más su risa.

—Es de ahí de dónde vengo. —Esta vez su voz se tornó mucho más grave y oscura.

Causando que todos los pelos de mi cuerpo se pusieran de punta. El miedo que estaba sintiendo en ese instante era inexplicable y aterrador.



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En el texto hay: amor de infierno

Editado: 14.03.2018

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