Capítulo 16. “No se confíen”.

No es fácil vivir sabiendo que te estas muriendo, que todo lo que amas y conoces, nunca más lo veras. Porque, quien sabe que hay más allá de la muerte. Pensar en ese tipo de cosas, me atormentaban, y nunca imaginé que las pensaría a mi corta edad. Aun no lograba aceptar por completo que me moriría, tal vez hasta el último momento, no lo acepte.

Me desperté con un fuerte dolor en el pecho, constante y agotador, que no se detenía. Hace unos días atrás había empezado a tener sibilancias, y ayer, la tos con sangre. Me levanté del sillón buscando los cigarrillos, pero no los encontré. Pensé que quizá ya los había fumado todos. Busqué en el mueble donde guardaba todos los paquetes. Me sorprendió ver que estaba vacío, y más cuando había repuesto hace unos días, sabía que quedaban algunos.

Ya me había empezado a desesperar. En eso de la desesperación y la ansiedad que me generaba no encontrarlos, la dulce voz de Alma sonó a mis espaldas.

―¿Buscas los cigarrillos? ―preguntó―. Lamento comunicarte que los he tirado a todos.

Me di vuelta para mirarla. Largué una risita un tanto irónica.

―¿Y a qué se debe tal comportamiento? ―respondí. Fruncí el ceño.

―No te ves bien, quiero ayudarte.

―Sé cuidarme solo.

―Sé que no puedes, que intentas ser fuerte pero que también tienes sufres.

―Tal vez tienes razón ―Me acerqué lentamente hasta que estuvimos frente a frente, mirándonos fijo―. Aun así, no me los devolverá ¿Verdad?

―Ambos sabemos que no. ―Hizo una mueca.

Lamenté eso, no podría estar tanto tiempo sin fumar.

―Saldré a caminar un rato ―dije.

―He preparado el desayuno, ¿no desayunaras?

Negué con la cabeza. Hace un tiempo que también había perdido el apetito. A veces solo comía para no perder peso, pero otras, dejaba pasar las horas de la cena. Y sí, me estaba desmoronando, y más rápido de lo que imaginaba.

Salí a tomar aire. En otra oportunidad, hubiese comprado más cigarrillo, pero no lo hice porque estábamos casi a fin de mes y no me quedaba dinero para comprarlos. La decisión de Alma me había tomado por sorpresa. Quizá era lo mejor para mí. No sé cómo haré, pero tendré que aguantar unos días sin el tabaco.

Me vibró el celular mientras caminaba por las desoladas calles de campana. Era un mensaje de Francisco Pereyra, decía justamente “Hola”, y sabía muy bien que significaba eso: la reunión en el muelle, habíamos decidido que ese sería nuestra alarma de reunión. Temía que fuera algo malo por lo que nos haya convocado.

Fui caminando porque tardaría más en volver a casa a buscar el auto. No estaba tan lejos. Llegué un poco agitado a pesar de que fui despacio. Cuando llegué, Juan y Francisco ya estaban allí. Los saludé y pregunté cuales eran las novedades.

―Me enteré de cosas muy importantes ―dijo Pereyra, que nos tenía a mí y a Juan demasiado intrigados.

―Cuenta, hombre, estamos esperando ―comentó Juan.

―Me enteré mediante mis contactos que ayudan a investigar a Agustín, que se reunirá mañana en la noche con…

―¿Con? ―pregunté yo, intentando hacer que continuase, parecía algo impactado todavía.

―¿Se acuerdan de el Faraón? Bueno, se reunirá con él

―Espera, ¿estás seguro de esta información, amigo? ―No creía que se hayan dejado descubrir tan fácil.

―Segurísimo ―respondió de forma convincente―, se reunirán solos. En una construcción, será el momento justo para atraparlos. Ah, una cosa más, a mí me han mandado para la capital mañana a la mañana para un operativo, no podré ayudarlos, lo siento, muchachos.

Eso último que dijo me preocupaba porque seriamos dos contra dos y yo no estaba en tan buenas condiciones, pero eso ellos no lo sabían. Aun así, teníamos la ventaja del efecto sorpresa, todo tendría que salir bien. Me alegraba que Francisco nos haya dado una información tan valiosa, estaba muy comprometido con el caso a pesar de que no podría participar del evento de mañana.

Juan estaba un poco inseguro todavía, se había quedado callado.

―¿Qué pasa? ¿qué piensas, juan? ―pregunté.

―Quizá deberíamos pedir refuerzos.

―Sabes que si avisamos en la comisaria, ellos se enteraran y el plan se arruinará. Tienen contactos en todos lados, es mejor no arriesgarse. El faraón tiene pedido de captura por la interpol, si lo atrapamos nadie cuestionará nada, y si lo encontramos con Agustín, será la frutillita del postre. Que felicidad que siento.

―Tienes razón, debemos prepararnos para mañana ―respondió Juan.

―Gracias, Francisco, eres el mejor ―le agradecí, la información era valiosa y contundente.

―No hay de que agradecer, me encantaría ir con ustedes mañana.

―Bien no podemos quedarnos tanto tiempo, es mejor que nos vayamos pronto ―advertí a los muchachos.  Lo mejor no era quedarnos mas―. Juan, prepara las cosas y ven a mi casa mañana al mediodía para ir a la construcción.

―Genial, espero todo salga bien ―respondió Juan.

Ya nos estábamos despidiendo cuando Francisco nos detuvo para querer decirnos algo.

―Ah, una cosa mas, amigos. No será fácil, no se confíen, cuídense.

―Lo haremos ―respondimos al mismo tiempo.

Volví a casa con una sonrisa en el rostro, también, con cansancio y el dolor del pecho que era estremecedor, no sé cómo lo soportaba. Ya había oscurecido cuando volví. Alma me esperaba dentro de la casa con la comida hecha.

―Te tardaste mucho, me estaba empezando a preocupar.

Le conté lo que pasó en el muelle y el plan de mañana. Ella tendría que quedarse en casa, no estuvo muy de acuerdo con eso, pero la terminé por convencer.

―Siéntate a cenar ―dijo.

―No tengo mucho apetito, gracias de todas maneras.

Me miró un tanto enojada, no debí haberle rechazado la cena, después de todo, la hizo con cariño.

―Debes comer o enfermeras, no comeré si tú no comes.

Me pareció tan tierna su actitud que no pude negarme, sería un estúpido si lo hacía, quizá lo era, pero al menos un estúpido con modales. La comida estaba deliciosa, había preparado unas pizzas caseras.