Tuve un susto por unos perros poema culpa de la tonta de Simona el día de ayer, regresamos a casa sanos y ha salvos; se suponía que nos queríamos ha acampar, pero eso no sucedió porque Emiliano no estuvo de acuerdo; no logramos hacer que cambiará de opinión. Desde el regreso a casa no había visto a mi amiga, debía sentirse avergonzada por culpa de ese gran susto que nos hizo pasar. Ella creía que no la conocía bien, tenía claro que cuando pasaban momentos así, buscaba la manera de resolverlo y pediría perdón a su manera.
Yo me encontraba en el estudió de mamá, revisando algunos de los bocetos de los últimos vestidos que ella hizo, unos hermosos vestidos de noche. Cuando los veía mis lágrimas empezaban a salir de mis ojos; recordaba lo feliz que era mamá cada vez que terminaba uno de esos hermosos bocetos y cómo se expresaba al contarlo, la sonrisa de papá y sus ojos brillando mientras la veía.
Realmente los extraño, había querido honrar su memoria desde que dejaron este mundo y se fueron y se fueron a bailar el vals al más allá, rodeados de ese amor puro en el valle de la paz, lleno de flores de todos los colores y con ricos aromas.
— ¡Kai! ¿Estas aquí? — preguntó mi amiga.
— ¡Simona! Qué susto, por lo menos toca antes de entrar.
— ¿Estas llorando? ¿Qué tienes Bonita?
— Nada solo recordaba a mis padres.
— Ven, ven con la tía Simona ella te consolará.
— Eres una gran amiga.
— Lo sé, por cierto, hace un rato vino Emiliano y me dijo que más tarde de arreglaras para una cita.
— ¿Por qué no entro y me saludo?
— Tenía prisa, yo que voy a saber, iba con su primo.
— Su primo es guapo, ¿A poco no?
— No es por discriminar, pero… ¡Para mí es Gay!
— ¿Tú crees?
— No has escuchado como habla y se expresa, ojo de loca jamás se equivoca o eso dicen.
— Loca si estás, pero pocas veces tienes razón en algo.
— ¡Oye! Vengo aquí en son de paz y tú sales con esa mamada.
Simona había salido del estudio a quién sabe dónde, yo seguí con lo mío, iba a buscar más bocetos de mamá para así empezar con el sueño que ella dejó a medias.
— ¡Kai!
— ¡Simona! Me hiciste tirar todo, por Dios no sabes tocar al menos.
Ella solo se reía mientras me ayudaba a recoger todo lo que tire por su culpa.
— Por cierto, allá afuera hay una señora muy finolis buscándote — dijo mi amiga.
— ¡A mí! Le preguntaste ¿Cómo se llamaba?
Simona negó con la cabeza.
— Por Dios Simona y si es una atracadores o que sé yo!
— Se ve que tiene como unos 70 años, a esa edad solo puedes atracar la juventud con cirugías estéticas, relájate.
Salí rápido del estudio con Simona tras de mí, bajando las escaleras me encontré con una señora muy arreglada, su cara me era familiar pero no recordaba de dónde.
— Pensé que me dejarían plantada aquí, casi envejezco — sentenció la señora.
Simona atrás dijo algo que no alcancé a entender.
— Perdón señora, pero… ¿Usted quién es?
— Por lo que veo ya no me recuerdas, soy Jenny la abuela de Emiliano.
— ¡Oh por Dios, nana Jenny!
Corrí a abrazarla, había pasado mucho tiempo sin verla.
Gracias a ella Emiliano se pudo escapar todas las noches para ver las estrellas juntos cuando éramos niños.
— Mi niña, ya por fin están juntos, pensé que moriría sin ver feliz a mi nieto junto a la niña que siempre amó.
— ¡Ay! Nana, no fue fácil.
— Pero mírate estas hermosa, el Vitíligo no te sienta nada mas, eh, esa enfermedad resalta aún más tu belleza, has sabido sacarle provecho.
— No señora aún tiene complejo de fealdad, es algo con lo que he luchado desde que la conocí. — contestó mi amiga mientras nos observaba.
— ¡Simona!
— ¿Qué? es la verdad.
— Porque mejor no vas por algo de tomar para poder conversar.
— Yo voy por los jugos si me prometes que puedo escuchar la conversación.
— Bien, lo siento Nana, que vergüenza — dije mirando a la abuela de Emiliano.
— Tranquila mi niña, mejor sentémonos tengo muchas cosas que contarte.
Hablé toda la tarde con la Nana, Simona de vez en cuando intercedía; nos enteramos de muchas cosas que estaban pasando con los papás de Emiliano; también lo que tramaba la mamá de él y su ex-esposa.
En ese instante solo le pedí a mis padres su protección para sobrellevar lo que venía.