Vivencias en los parajes de Aysén

Al sur de Río Tranquilo

Era abril, en Río Tranquilo comenzaban las hojas a abandonar las ramas de los árboles secuestradas por la fría brisa de los vientos del sur, me senté cerca de ella, destacaba por estar enteramente vestida de negro hasta su calzado era de ese color, barbijo también oscuro como su cabello, toda esa indumentaria le daba un aire de musulmana, o es que lo era... Escribía, era un tanto torpe para usar el celular, ambos nos ignoramos. Esa era una buena extrategia para no hablar y no conocerse. Por esta vez simplemente la acepté, estaba tan dolido de vivir mis propias vicisitudes que disimuladamente de vez en cuando observaba sus grandes y maravillosos ojos negros. 
El camino era de ripio y tras nuestro paso quedaba una gran humareda de polvo, los viajantes subían al minibus empolvados, Miguel el chófer, era un viejo conocido del Chilechico de antes, ahora el tiempo había hecho su trabajo en su alma y también en su cuerpo. Sin duda las personas cambian.
El lago se adentraba en los cordones montañosos como lenguas con características de espejo, en ellas se reflejaba nuestro vehículo, como un intruso que no debiera ser parte ... Ni tenía derecho ha interrumpir tanta naturaleza. 
El viento nos azotaba como suspiro frío enviado por las cumbres nevadas. Era abril, el sol era tímido, gracias a esa facultad de la personalidad del paisaje del sur, porque allí todo tiene vida propia, los mosquetales, por ejemplo, pintaban de lunares rojos los bordes de la ruta. Este viaje es terapéutico, yo diría sanador... Mirando hacia el oeste aún se podían ver los últimos cadáveres vegetales del gran incendio, como quijotes testigos de ese siniestro. En lo que queda de su estructura se puede apreciar las lesiones que les infligiera el fuego abrazador. Más arriba casi tocando el cielo las nieves eternas, otras que guardan secretos milenarios, quien tuviera la capacidad para poner en palabras lo que ellas nos quieren decir... Se cierra la visibilidad a causa de las verdes cortinas, nos hemos adentrado en un bosque de lengas, cohiues, arrayanes, helechos gigantes, las aguas brotan y se manifiestan en arroyos y arroyuelos. El sol es un infiltrado en estas latitudes.
A lo lejos y desde el este se divisan casi como fantasmas unas cumbres visitada por nubes traviesas. Me siento rodeado por las alturas, desde allá descienden los cóndores a curiosear y a recordarnos que no somos de estas latitudes



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En el texto hay: la mesa

Editado: 01.12.2024

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