Viviendo Con El Enemigo

CAPITULO II

Son las nueve de la noche y yo visto un vestido que me hace sentir incomoda. ¿Desde cuándo mamá me lleva a cenas formales?

Me miro al espejo. Llevo un vestido rojo con escote en corazón que se pega a mi cuerpo, al menos no es corto, y me tapa los zapatos de tacón negro que llevo. También estoy peinada y maquillada. Algo raro en mí. Si les soy sincera, esto me da muy mala espina.

Teresa ya se ha ido a casa, pero no se ha ido sin antes ponerme “guapa”, que según ella, es su especialidad.

Mamá está actuando extraño, para comenzar no me ha querido decir a donde nos dirigimos. Le he insistido a que me diga pero solo me ha respondido “es una sorpresa”.

Mama más que nadie sabe que odio que me dejen a medio decir, tengo mucha imaginación y por mi cabeza pueden pasar miles de ideas a la vez al tratar de buscar una respuesta.

Miro mi celular. Son las nueve con cinco minutos y yo doy vueltas por mi habitación para tranquilizarme. En realidad estoy que me lleva el diablo de los nervios.

— ¡Mel!, ¡nos vamos!— grita mamá desde el primer piso.

Tomo mi cartera de mano, mi celular y bajo las escaleras lo más rápido que estos zapatos me permiten.

Al ver a mamá parada en la puerta, toda radiante que casi quedo desmandibulada al verla. Ella se ve realmente hermosa; lleva puesto un hermoso vestido negro apegado a sus muy conservadas curvas que deja toda su espalda a la vista, su cabello castaño está recogido de un lado y por primera vez en muchos años se ha maquillado.

— ¿Quién eres y donde has dejado a mi madre?—pregunto en broma.

—Podría decir lo mismo de mi hija—responde mamá con una cálida sonrisa.

El nerviosismo que siento no se va, mamá parece darse cuenta, porque me toma la mano y sonríe.

—Es hora de irnos—anuncia y solo asiento con la cabeza.

Las dos dejamos la casa. El viento helado me atraviesa los huesos e inmediatamente me arrepiento de estar usando este vestido tan delgado. Mamá aparece con el auto y sin hacerme de rogar me subo. La calefacción del auto me recibe y doy un suspiro de alivio. Me acomodo en el asiento del copiloto y el auto comienza a andar.

Miro mi celular y como siempre tengo un mensaje de Teresa. Sonrío ante ese gesto.

 

DE: Zanahoria.

ASUNTO: tienes que contarme absolutamente todo lo que pasó. Intentaré no dormirme hasta recibir un mensaje tuyo (procura que no sea muy tarde jajajaja). <3

 

Tecleo un mensaje de vuelta.

 

PARA: Zanahoria.

ASUNTO: ten por seguro que lo haré. No te duermas sin esperar respuestas.

 

Saco mis audífonos para escuchar música, ya que a mamá no le gusta el ruido mientras conduce (según ella es distracción) y coloco la música a medio volumen por si de repente se le apetece hablar.

Con Taylor Swift sonando en mis oídos me pongo a imaginar las distintas situaciones a las que me puedo enfrentar:

1: cambio de casa (muero si eso sucede, amo mi casa)

2: ascenso de trabajo (es una buena opción y motivo de celebración)

3: ha renunciado a su trabajo y nos tendremos que cambiar de cuidad (literalmente muero si eso sucede)

Ashhh, chasqueo mi lengua. Odio tener tanta imaginación, muchas veces eso me juega en contra.

Miro a mamá de reojo y parece feliz, esta radiante, y eso es lo que más me preocupa ¿Por qué no puede compartir su felicidad conmigo?

Nos vamos alejando poco a poco del barrio en donde vivimos y el centro de la ciudad nos recibe.

Las luces de la ciudad por la noche son hermosas y me animan un poco. Sonrío como una tonta.

Sin mirar mi celular, cambo de canción y sugar de marron 5 comienza a sonar en mis oídos. Vuelvo a mirar a mi mamá, como si de su expresión facial puedo descifrar el misterio que la envuelve, pero fallo.

Ella da un par de vueltas con el auto mientras tararea una melodía que no identifico. Sin esfuerzo deduzco nuestro destino final, pero alzo una ceja al ver el sitio a donde vamos: “starfall”  el restaurant de comida francesa (único restaurant de comida francesa).Frunzo el ceño.

Esto sin duda es algo nuevo, incluso para mí. De los años que llevamos en esta ciudad nunca hemos venido a comer aquí, dado por las siguientes razones, uno: la comida es cara. Dos: solo vienen personas que quieren proponer matrimonio. Y tres: solo asisten las personas con mucho, mucho dinero ya que la comida es carísima (como dije en la razón uno). Y que yo sepa, nosotras no encajamos en ninguna de las tres categorías. Tenemos dinero, pero no de sobra como para venir a tirarlo a este lugar. Mamá estaciona el auto y yo guardo mis audífonos y mi celular.



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En el texto hay: juventud, amorodio, amistad

Editado: 28.12.2019

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