20 de octubre - miércoles
Estoy en un mar calmado. Los peces rozan mis piernas tras unas aguas cristalinas. El suave vaivén de las olas trae a la orilla un trozo de madera carcomida. Justo cuando voy a agarrarla se deshace quedando pequeños trozos flotando por toda la mar. A lo lejos diviso otra madera flotando. La marea la va acercando hacia mí. Cuando está a escasos metros me doy cuenta que no es una madera, es un cuerpo inerte, un cuerpo hermoso sin vida. Sus ojos alegres se han cerrado para siempre y esa sonrisa jamás volverá a lucirse. Justo cuando voy a cogerla entre mis brazos las olas se agitan y su bravura nos inundan con ellas.
Sobresaltado me despierto. Respiro aceleradamente. Miro a mi lado y ahí está mi chica anónima, sumida en sus sueños. La tapo con la manta y le beso la mejilla.
"En dos días has cautivado mi corazón. Qué serás capaz de hacer durante toda una vida".
Me abrazo a ella y vuelvo a adentrarme en mis sueños.
Mientras tanto, la lluvia alcanza especial virulencia. El río y sus afluentes comienzan a crecer y alcanzan un caudal alarmante. Pero nadie se imagina lo que está a punto de suceder.
Las primeras señales de alarma comienzan de madrugada, Júcar arriba, donde la lluvia es más intensa.
Los pluviómetros marcan registros no vistos hasta el momento.
La presa de Tous comienza a desbordarse y pese a abrir las compuertas, la tragedia ya es inevitable. La crecida de agua alcanza los 16.000 m³ por segundo.
El alcalde ordena la evacuación del pueblo. Pero Marc y su enamorada están en su mundo, donde no hay lluvias ni tormentas. Alejados de la tempestad, la cual llegó de golpe a su puerta.
Despertamos al sentirnos flotar. La cama está sobre un mar de agua y barro. Nos miramos asustados sin saber qué hacer. El agua está entrando rápidamente. Un árbol ha bloqueado la puerta. Es cuestión de minutos que la cabaña quede completamente inundada. La ventana es lo que tenemos más próximo. No podemos acercar la cama hacia allí, ya que la fuerza con la que entra el agua nos empuja hacia el lado contrario. Le cojo la mano y a la de tres saltamos. Conseguimos llegar a la ventana pero ha quedado atascada por toda la tierra que el viento ha traído.
Pánico. El agua sigue entrando. Me llega hasta la cintura. No hay tiempo para pensar. Empiezo a dar puñetazos y codazos a la ventana, la cual al final cede y conseguimos salir.
Una vez fuera observamos asustados cómo toda la pradera se ha convertido en una gran charca. El río ha desbordado todo a su paso. Nos cogemos de la mano y agarrándonos a los árboles intentamos andar buscando algún lugar más alto donde protegernos. Ella me mira asustada, sus ojos alegres denotan miedo. Su mano aprieta con firmeza la mía y su sonrisa ha desaparecido.
Pero no podemos luchar contra la fuerza del agua. Nos empuja y perdemos el equilibrio. Nos separamos. No alcanzo a verla. Ni tan siquiera tengo un nombre para poder llamarla.
El suelo ha quedado cubierto por una densa manta de agua. La corriente me ha arrastrado hasta el pueblo, el cual está completamente inundado.
La corriente me vuelca una y otra vez. A duras penas consigo salir a la superficie.
Noto cómo las fuerzas van desapareciendo. Necesito encontrar algo a lo que sujetarme.
"Lo siento Marc, no he podido salvarte"
Y justo cuando me daba por vencido veo la campana de la iglesia. La campana que días antes me trajo a este cuerpo. La campana que ahora te salvará la vida.
Se ha descolgado del campanario quedando sujeta a ésta por la cuerda. Y justo paso a su lado. Sin pensármelo estiro el brazo y consigo amarrarme a ella. Me agarro con fuerza y trepo hasta colocarme en una posición más segura. Me quedo quieto, paralizado, por miedo a que se desprenda.
Desde aquí alzo la vista y veo lo que horas antes habían sido las calles de Gavarda, ahora convertidas en un mar hostil. Se oyen gritos de algunas personas que han quedado atrapadas, otras luchan por mantenerse a flote. Algunas pueden verse amarradas a los árboles que aún no han sido arrancados. Qué habrá sido de mi madre y dónde estará ella, mi chica de las sonrisas.
Es en ese momento cuando consigo verla. Está amarrada a un árbol, justo debajo mía, con tal mala suerte que el árbol comienza a arrancarse. Ella grita y me mira pidiendo ayuda. Estira el brazo intentando coger el mío. Yo hago todo lo posible por alcanzarla pero sin lograrlo. Desciendo un poco más para estar más cerca cuando de repente la cuerda a la que estoy sujeto empieza a moverse.
Podría arriesgarme e intentar ayudarla. Podría arriesgarme y quizás salvarla o puede que los dos terminásemos bajo estas aguas.
Pero no he venido para salvarla a ella. Con todo el dolor que tu corazón pueda sentir, he de salvarte a tí.
Con su brazo estirado me mira sin comprender porqué quién hace un momento le decía que la quería ahora no intenta salvarla.
Sus alegres ojos se inundan de lágrimas.
Sólo pude decir un lo siento cuando el mar devoró el árbol y junto a él, a mi chica anónima.
Y es en ese momento, al tomar la decisión que marca tu destino, cuando desaparezco, dejándote dueño de tu cuerpo. Ahora sólo me quedará su recuerdo y la tristeza de haberla dejado con su cruel destino.
Adiós Marc. Adiós chica sin nombre, quizás en otra ocasión me toque salvarte a tí.
Este capítulo hace alusión a la Pantanada de Tous del 20 de octubre de 1982. Causó miles de damnificados y cuarenta muertos, con numerosos daños materiales