EMMA.
-¡Emma, levántate. Debes ir al instituto. - la voz de mi madre se escuchaba desde la planta de abajo.
-¡Estoy enferma! - tape con la almohada mi cabeza ignorándola, pero todo se jodio cuando escuche los zapatos de mi madre entrando al cuarto.
-No lo estas, Emma. - me movió el cuerpo para que me moviera.
-Estoy enferma del corazón, mama. - fingí llorar pero ella no lo creyó.
-Solo se fue unos kilómetros, Emma. - se saco las sabanas y el frío de la ventana causó un escalofrío en todo mi cuerpo. - se pueden volver a ver y..
-No, mamá. ¡Se fue a otro país! - me senté en la cama mirando los ojos verdes que también había heredado. - No quiere saber nada de mí, tendrá una nueva vida y yo no tendré que conformarme con esto.
-Estas exagerando, hija. - acarició mi mejilla y le dio un beso. - vamos, llegarás tarde.
Se levantó y dejó mi habitación. Quería que él mundo dejara de existir, había tenido un amor adolescente tan grande que me dejó destruida internamente.
De mala gana busque el uniforme, mi mochila y sin peinarme lo suficiente baje para tragar el desayuno. Mi madre me llevaría y pasarimos a buscar a mi mejor amigo, pero para mi madre era su segundo hijo.
Al subir, lo primero que escuche fue el sonido del móvil, una llamada de su trabajo. Así era todo él tiempo junto a ella, no era algo que incomodaba pero si algo que dolía en estos momentos.
Paramos enfrente de la casa de mi mejor amigo. Él salió con una inmensa alegría, quería que me regalara un poco de ella.
-Gran día, ¿No lo crees, Emma? - cerró la puerta del auto dándole la mano a mi madre.
-Claro que sí, Lukas. - me dio un beso en la mejilla y mi madre aceleró yendo al instituto.
-Hoy no podremos volvernos juntos, tengo que ir a clases particulares. - hizo puchero y yo solo asenti.
El ánimo de Lukas siempre era ser hiperactivo, alegre y sonriente. Ambos éramos un dúo divertido pero luego de que se fue él, solo él fue quien mantuvo su actitud intacta y una que me ayuda cada segundo.
Mi madre paró y me despedí de ella, al bajar escuche a una chica correr hacia mi.
-¡Emma! - grito Laura desde la puerta del instituto. - ¡No te vi en todas las vacaciones!
-Hola Laura. - sonrió nervioso mi mejor amigo pero ella le devolvió el saludo como si nada.
-Tenemos que buscar la clase, vamos. - me agarro del brazo sin dejarme despedir de Lukas.
-No quiero ir, Lau. - realmente no quería, con mi mal humor no quería que nadie me hablara y que todos dejaran de existir a mi alrededor.
-Cambia esa cara de gato muerto. Es otoño, las hojas caen, el viento frío te causa resfriados y dolores de garganta - quedó pensando un poco con la vista perdida. - no es la mejor estación pero no es invierno, ¿Verdad?
-Yo amo el invierno.
-Intentó levantar el animo, no me hagas la contra, amiga - cambió su voz a una niña pequeña, me causaban risa pero en ese momento no necesitaba eso.
-Mejor entremos, Lau.

...
La clase fue… No se de que fue la clase, mi mente estaba proyectando mi cama, música deprimente, cortinas cerradas y comidas dulces. No sentía ni escuchaba nada de lo que estaban hablando.
Al terminar la clase, me despedí de Laura que permaneció en la institución por un castigo.
Al parecer gritar en el pasillo merece un castigo de dos horas.
Coloque los auriculares negros y busque mi cancion favorita de The Strokes. Empecé el camino frío con las hojas amarillas y naranjas que se apoyaban en el cemento de la calle. Baje por las escaleras entrando en la estación.
Mientras esperaba recibí un mensaje de mi madre avisando que no volvería a la casa, se quedaría trabajando hasta tarde. Tendría que comprar comida, bebidas y algo que no dejara con humo la casa.
-Escuchar una canción que da origen el Domingo y vos escuchándola un miércoles. - el chico del estuche apareció a mi lado con los brazos cruzados.
-Es solo una canción.
-Strokes no hace sólo canciones, no seas grosera. - me señaló con el dedo índice y frunció el ceño.
-No te alteres.
-Muy tarde,niña. - Miro al frente con indignación - estás escuchando las melodías más sagradas en tus oídos y no las valoras.
-No me llames niña.
El tren llegó y paró, abrió las puertas y ambos nos miramos. Me dio una sonrisa de labios cerrados y entró.
Mi rostro seguía igual, indiferente y con ganas de llegar a mi hogar con paz. Esperaba silencio camino a casa pero con ese chico fue imposible.
-¿Qué pasa con tu cara?
-Es mi cara, si te molesta, mira a otro lado.
-Que humor. - se sentó a mi lado dejando el estuche en sus piernas. - Deberías cambiar tu ánimo.
-Yo haré lo que quiera. Si no quiero cambiar mi ánimo, no lo haré. - su voz empezó a ser irritante.
-Si lo harás. Acabamos de salir de la estación Desánimo y supongo que vas directo a la estación de Alegría. - me dio una pequeña sonrisa y pude analizar más sus facciones.
Cabello negro azabache, ojos negros como la noche con un brillo especial como la luna. Su ropa solo transmitía una personalidad que no aparentaba, era simpático y sonreía, algo que le quedaba bastante bien.
El tren frenó y él se levantó, solo lo mire desde mi asiento.
-¿Y cual es esta estación? - Pregunte curiosa.
-Música.