Voces en el cielo

19

El tiempo pasó bastante rápido, ya que mi inconsciencia fue de al menos tres días, y estaba muy dolorido. Flor dijo que sólo fue un pequeño roce por mi costado izquierdo en el abdomen, pero juraría que me atravesó por el centro.

— Abadie se encargó de sacar la bala de tu hombro — me comentó Flor.

— ¿Eh?

— El chico francés. ¿Qué acaso perdiste la memoria, Matías? — sonrió un poco.

— No, no es eso. Disculpa es que no te puse mucha atención. Estaba pensando...

— Ah, y ¿en qué pensabas?

— No creo que sea conveniente hablar de eso justo ahora.

— De acuerdo, pero llevas dormido mucho tiempo, es hora de que comas algo.

— Me siento débil ­— susurré. Pude sentir que tenía metida una manguera muy pequeña a mi mano derecha, estaba metida en una de mis venas.

— Es la forma en la que te estuvimos proporcionando energía, es un tipo de alimentación que te proporcionó también él, al parecer sabe un poco de nutrición y medicina.

— ¿ah sí? — respondí admirando la manguera delgada que subía por la pared hasta casi el techo, llegando a una bolsa con una sustancia líquida. — Vaya, le debo mucho a ese sujeto.

— Todos le debemos mucho.

Pude ver que estábamos en un cuarto a oscuras, sólo teníamos una vela encendida en la mesa de la esquina. Las ventanas estaban cubiertas con tablas delgadas, y por las rendijas se metía una tenue luz azul, al parecer venía de los relámpagos y la luna quizá.

 

— ¿Qué es este lugar, Flor?

— A ver ... — respondió con voz tenue — ¿cómo te lo explico? Es una historia un poco complicada — respiró profundamente y comenzó a contarme su versión de los hechos.

Yo asentí.

— En cuanto tú hiciste aquella tontería heroica de salir de tu escondite en pleno tiroteo, y después de que te hirieran, te caíste inmediatamente, por lo cual Edson arriesgó su propia vida para salvar la tuya, la de su mejor amigo — sonrió ligeramente — salió corriendo lo más rápido que pudo y se dirigió hacia tu cuerpo inconsciente, aunque bueno, él dice que tú tratabas de hablarle, pero no estoy segura de eso. Después te arrastró lo más rápido que pudo para evitar que se rompiera algún otro vaso sanguíneo de tu herida y murieras desangrado ahí mismo.

— ¿Edson hizo eso? — pregunté asombrado — que hermoso gesto de su parte al querer salvarme — dije al borde del llanto. — siempre se lo voy a agradecer.

— ¡A que sí! — soltó ella. — En fin, como te decía, él te mantuvo con vida durante los siguientes diez minutos, haciendo presión en tu punto de encuentro con la bala, y un torniquete en tu hombro.

— Mi abdomen — dije interrumpiendo.

— Si, tu abdomen — dijo mientras sacaba una lata de comida y la abría en la mesa con un cuchillo.

— Después la fiesta terminó y los alemanes dejaron de disparar, pues ya habían acabado con el pequeño grupo de soldados con quienes se enfrentaban.

— ¿Entonces los nuestros perdieron la vida en esa masacre?

— Lamentablemente si, Matías, pero piensa que, si ellos no hubieran estado ahí, esos extranjeros se habrían topado con nosotros y ahora mismo no estaríamos aquí.

— Cierto — respondí — todo pasa por una razón. Aunque tengo una duda.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Qué diablos era eso que vi antes de desmayarme? — la intriga me consumía — eran bolas de fuego, tal vez unas diez al menos cayendo hacia los alemanes.

— Tratamos de no tocar ese tema, Matías. — dijo cabizbaja — creemos que atrae mala suerte hablar de eso.

— ¿Ahora te volviste supersticiosa, Flor?

— Para nada, pero no lo entenderías — continuó explicando — lo que vimos nadie lo va a creer.

— Trata conmigo — dije animándola.

— Había ... — dijo dudosa — había algo volando, algo parecido a...

— ¿Un ángel? — terminé su respuesta.

— Si, un ángel — levantó la mirada, un poco sorprendida.

— Te creo, de verdad te creo — dije.

— Al principio creí que era por la falta de agua o de alimentos, pero minutos después de eso los chicos me preguntaron si había visto lo mismo que ellos, y ahí confirme que no era una alucinación.

— Algo raro está ocurriendo, y tenemos que averiguar qué es — al momento un dolor punzante me azotó el abdomen, y un gemido se escapó de mi boca.

Noté que la venda que tenía enrollada estaba empapada.

— ¡Sangre! — Me toqué lentamente temblando de miedo y preocupación a la vez.

Estaba mojando poco a poco los trapos que tenía debajo.

 

— Soy un tarado, no sé por qué diablos hice aquella estupidez sin pensar bien una estrategia.

— Porque tu corazón es enorme, y no podías evitar ser un héroe — dijo Flor, respondiendo cortésmente — por eso mereces una segunda oportunidad de vivir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.