15 de octubre; costa de África.
02:56 AM
Se tiñó el cielo de rojo, los hombres y mujeres que habitaban el lugar se estremecieron. La oscuridad de varios días no permitía que sus vidas siguieran adelante, dependían de sus labores diarias.
Todos se acomodaban bajo sus techos de madera y adobe, sintiendo la furia de la naturaleza azotando la costa, viendo esas criaturas volando de un lado a otro con flechas en sus manos, agitando sus alas y sus cuerpos brillantes, doblándose de miedo.
Escucharon la voz potente del cielo, el estruendo de los relámpagos y se volvieron locos. Ignoraban que sería su último día sobre la tierra, y que si sus manos no estaban limpias, pagarían por sus errores.
Se sentían obligados a correr bajo el granizo mortífero que llovía, y debían hacerlo o de lo contrario arderían junto con sus hogares. A algunos, los rayos los alcanzaban, los partían en dos y la lluvia ahogaba los gritos de los niños.
Desaparecían los animales misteriosamente, se esfumaban, y morían los hombres lentamente.
Inglaterra; hora cero.
La pequeña niña tomaba a su cachorro en manos, mientras su padre corría desesperadamente hacia el refugio. Su madre había sido devorada por el fuego que comenzó a caer desde arriba unos minutos antes, y su hermano adolescente fue alcanzado por una flecha dorada que lo evaporó, lo hizo añicos.
La pequeña aún escuchaba el eco de las palabras en las nubes, aún sentía como su piel se contraía cada vez que la lo recordaba. Le temía a su propio ángel de la guarda.
Puppy se cayó de los brazos de Cindy, y ella trató de volver por él, pero ya era muy tarde, papá no la dejaba arriesgarse, no en medio de la horrible oscuridad.
Ella lo vio alejarse por las calles que tenía a su espalda y le decía adiós mientras el perro desaparecía entre la penumbra.
— Ya falta poco — le dijo su padre, con una desesperación indudable en su voz — pronto estarás a salvo, amor.
Cindy lo observaba y sabía que estaba mintiendo, su padre le mentía para darle esperanzas. Ella solo asentía.
Corría entre la espesa maleza de un campo de cultivo, con los residuos de la lluvia que se adherían a su vestido blanco. Su padre la jalaba más y más fuerte, desesperado por llegar. En su pupila se reflejaban las imágenes terroríficas de lo que pasaba a su alrededor; hombres armados hasta los dientes, disparando hacia el cielo, tanques de guerra destruidos por las flechas de los seres que apuntaban desde arriba. Aviones derribados, el ejército perdía 20 hombres por minuto.
Estados Unidos de América
05:00 Horas
El presidente había ordenado la retirada de sus tropas, se dieron cuenta que no podían ganar la guerra de ese modo.
Unas horas antes sus hombres peleaban sin descanso, destruidos uno por uno ante los guardianes. La gente se volvía loca, no sabían cómo reaccionar, no sabían si debían pelear o esperar sentados a que su hora llegara.
La oscuridad penetraba en cada rincón del país, y el señor presidente se preguntó si todo el mundo estaba en crisis.
— Es hora de volvernos aliados — susurró débilmente — y levantó el teléfono.
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Editado: 01.06.2020