Capítulo 30
Ahora podemos hablar con calma
Como en su visita anterior, Kozue no permitió que Chisato Hiiragi pasara más allá de ella hacia el interior de la casa de té, y poco le importó que viniera acompañada de la general Kujou Sara. Sin embargo, aceptó pasarle el recado a la Srta. Kamisato de que ambas estaban ahí; eso era un progreso, o algo así…
—¿Puedes creerlo? —le susurró Chisato ofendida a Sara, mirando sobre su hombro a la mujer frente a la puerta. Ambas chicas, y los dos guardias que las acompañaban, se habían apartado unos cuantos pasos mientras aguardaban a que Ayaka saliera—. ¿No te parece demasiada exageración para una simple casa de té?
—Sólo es así cuando alguno de los miembros de la familia Kamisato está en la ciudad —respondió Sara con normalidad—. Éste suele ser el sitio en el que tanto el comisionado Yashiro como su hermana se quedan, así que es normal que se resguarde acorde a eso.
—De acuerdo, pero… ¿por qué en una casa de té? —cuestionó Chisato, incrédula, mirando de nuevo a la fachada del establecimiento—. Y además, no somos dos completas extrañas como para que nos impidan el acceso de esa forma. Somos las hijas del clan Hiiragi y Kujou, después de todo.
—No soy nadie para juzgar los procedimientos de seguridad de otro clan —respondió Sara con indiferencia, encogiéndose de hombros—. De hecho, personalmente me agrada cuando las personas a cargo de estos se mantiene firme en su deber, aún a pesar de que tenga que oponerse a personas de un supuesto rango superior.
Sara miró también discretamente hacia Kozue. Aunque por fuera tenía la apariencia de una simple mesera más, su postura, la intensidad de su mirada, y la espada corta que tenía muy bien oculta en su espalda, le dejaban claro que no la habían puesto a cuidar la puerta por mero azar.
—Siento que esa chica sería un buen soldado Tenryou —declaró de pronto, tomando por sorpresa a Chisato.
«Lo que me faltaba, le cae mejor esa mesera que yo…»
Ayaka no tardó mucho en salir, luciendo esplendida con su kimono y el adorno de su cabello, e inevitablemente captando de inmediato las miradas de todos. Incluso los dos guardias Kanjou que acompañaban a las dos visitantes claramente quedaron deslumbrados por su apariencia.
—Disculpen si acaso me tardé demasiado —indicó Ayaka, aproximándose con paso pausado a ambas, con una radiante sonrisa en los labios.
—Ayaka, te ves… —musitó Chisato, mirándola de arriba abajo—. Wow… Ahora veo de donde viene ese sobrenombre de la “Princesa Garza”.
—Me halagas, Chisato —masculló la joven Kamisato, abriendo discretamente uno de sus abanicos frente a su rostro, intentando ocultar su sonrojo—. Tú también te ves bellísima. Es un hermoso grabado el de tu kimono.
—Oh, gracias… Pero ese adorno de pelo, ¿dónde lo conseguiste?
—Lo mandé a hacer con un diseño personalizado, ¿te gusta?
—¡Claro que sí! Déjame verlo de cerca…
Chisato se aproximó un poco más hacia ella, para así poder apreciar mejor el kanzashi de Ayaka. Siguieron murmurando entre ellas, comentando sobre cada parte que conformaba su atuendo, con voz alegre y sonrisas amistosas en sus rostros. Todo esto mientras Sara las observaba en silencio. Y aunque estaba a sólo unos pasos de ambas, se sentía en realidad como si estuviera a varios, muchos metros de distancia…
Sara miró disimulada hacia su propio atuendo, su uniforme habitual de general, incluidos incluso su arco y sus flechas. Totalmente distante de lo que las otras dos chicas usaban.
¿Debería quizás haber optado por ponerse algo diferente como Chisato le había sugerido? En el momento no le encontró el caso, pero… Si antes se sentía totalmente fuera del lugar en ese asunto, esa sensación se había triplicado. Incluso las cosas de las que hablaban, se sentían como temas totalmente ajenos a ella; como de un mundo distinto al suyo.
¿A qué se debía ese abismo de diferencia que existía entre esas dos chicas y ella? ¿Era porque ellas sí habían nacido como miembros de sus clanes mientras que ella solamente había sido adoptada? ¿Porque era una tengu? ¿O simplemente era algo que tenía que ver meramente con ella…?
«¿Qué estoy haciendo aquí…?» Se cuestionó a sí misma, sopesando la posibilidad de simplemente irse.
—General Kujou —escuchó que pronunciaba la voz de Ayaka, jalando su atención hacia ella. La hija de los Kamisato la observaba con una mirada y sonrisa amables; quizás “demasiado” amables—. Qué gusto verla de nuevo, y en una mejor ocasión que la última vez.
—Sí, lo mismo digo, Srta. Kamisato —le respondió Sara con voz seria y firme—. Le agradara saber que aquel hombre del otro día fue tratado debidamente de sus heridas, y puesto en libertad.
—Se lo agradezco, general —declaró Ayaka, inclinando un poco su cabeza como señal de respeto hacia ella. No sentía interés en hacerle saber que ya sabía de antemano lo que había sido de aquel hombre, e incluso un poco más.
—¿De qué hablan? —inquirió Chisato con curiosidad.
—El otro día un ronin con una visión Pyro se rehusaba a acatar el Decreto de Captura de Visiones —se apresuró Kujou Sara a explicar—. Nos vimos forzados a usar la fuerza para someterlo, y lamentablemente resultó herido de gravedad. Afortunadamente nada que pusiera en peligro su vida. La Srta. Kamisato intervino en aquel momento.