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A esas horas del día la autopista del oeste se encontraba siempre colapsada por el tráfico; algo bastante normal teniendo en cuenta que constituía una de las principales arterias de acceso a la ciudad.
En esos momentos yo me dirigía con mi impecable Aston Martin DB9 Coupé de color gris metalizado hacia el aeropuerto. Aunque iba con el tiempo suficiente para llegar sin problemas, decidí desviarme por un trayecto alternativo más largo y repleto de curvas a través de una carretera secundaria por donde el tráfico era escaso. En el fondo no me importaba en absoluto hacer unos cuantos kilómetros de más, ya que disfrutaba cada segundo conduciendo esta obra de arte de la mecánica de 517 caballos de potencia.
A mis cuarenta y pocos años de edad me ganaba muy bien la vida. Era el segundo de a bordo en BakerB Industries y la mano derecha de Baker Blade; el fundador y rey absoluto de la empresa.
Como cualquier mortal que pudiera, me gustaba disfrutar del mejor lujo y elegancia. Era dueño de multitud de coches de gama alta, casas de insuperable categoría repartidas por varios lugares del planeta y barcos de diferente tamaño, además de accionista destacado en muchas empresas que operaban en infinidad de sectores diferentes.
Aunque estaba forrado de dinero, nunca me obsesionó ser inmensamente rico como a otros. El señor Blade se excitaba cuando recibía la revista Forbes y aparecía su nombre en la parte de arriba del ranking. A mí me parecía que pensar así era ser de un nivel muy superficial.
Baker Blade siempre me decía que el dinero conseguía que obtuvieras respeto y admiración por parte de la gente; y que cuantos más ceros tuvieras en la cuenta corriente, entonces más respeto y admiración tendrían hacia ti.
Yo no estaba en absoluto de acuerdo con tal definición. Yo siempre pensaba que lo único que una persona recibía poseyendo monstruosas cantidades de dinero y posesiones, era algo tan simple como parásitos y pelotas.
Para mí el respeto y la admiración solo se lograba de una manera. Con el poder absoluto; y el dinero no era ni mucho menos tener ese poder absoluto, sino una herramienta más que ayudaba a conseguirlo.
Dicha reflexión llevaba a formularme una pregunta fundamental. ¿Cómo se podía alcanzar ese poder absoluto?. Pues la respuesta era clara y sencilla. Solo existía una manera y consistía en ser dueño de algo sensacional que nadie más tuviera y que gozara de unas posibilidades o prestaciones fuera de lo común, convirtiéndose en un hecho indiscutiblemente diferencial sobre todo lo demás.
Yo estaba decidido a conseguir ese poder definitivo gracias al microprocesador BB-500. No obstante, para acabar siendo su único propietario, necesitaba hacerme con el control total de la compañía BakerB Industries. Y para ese objetivo tenía un plan.
Tras unos kilómetros por la carretera secundaria, sonó el móvil. En el panel de mandos del Aston Martin apareció el nombre de la persona que me estaba llamando. Activé los altavoces del coche y contesté.
─ ¡Arcan!. Dime.
─ Tenemos un problema grave señor Hadock.
─ ¿Un problema grave?. ¿Cómo de grave?.
─ Jim Scott el sujeto número dos ha desaparecido ─informó Arcan con voz solemne.
─ ¿El sujeto ha desaparecido?. ¿Qué diablos quieres decir?.
─ Hemos perdido completamente su rastro. Buscamos por todos los sitios. También en su casa y no aparece.
─ Pero. ¿Cómo ha podido suceder algo así?. El BB-500 tiene un emisor de señal GPS, ¿no?. ¡Se supone que está todo el tiempo localizable!. ¿Puede haberse averiado el microprocesador?.
─ Kowalski dice que es posible pero muy improbable.
─ ¿Kowalski?. Llámale en cuanto hayamos acabado de hablar y tranquilízale diciéndole que encontraremos al sujeto sin problemas. ¡Sobre todo que no se lo diga absolutamente a nadie!. Y cuando digo a nadie quiere decir nadie. ¿Está claro?. Le encontraremos antes de que se entere el señor Blade. Ahora dime Arcan. ¿Cuál fue el último sitio donde Scott estaba localizable?.
Cuando hice esta pregunta a Arcan, aminoré la marcha del coche y lo detuve por completo en el arcén de la carretera encendiendo los intermitentes de emergencia. Necesitaba pensar rápido y con claridad; y conducir precisamente no me estaba ayudando a hacerlo correctamente.
Arcan contestó.
─ En el parque del estanque de la ciudad. Cerca del acceso de la puerta norte ayer por la tarde, ya casi de noche. Ese es el último punto donde recibimos su posición en los
ordenadores del laboratorio. Luego ya se perdió. Es como si se le hubiese tragado la tierra.
─ La tierra no se lo ha tragado, eso seguro. No hace falta que te recuerde que es paralítico de cintura para abajo, con lo que es imposible que pueda haber salido corriendo. Tiene que estar escondido en alguna parte. Está claro que el microprocesador no se lo ha podido arrancar de la espalda y tirarlo a la basura. Solo queda la posibilidad de que de algún modo haya conseguido desactivar la señal de GPS. Si tengo razón, seguramente no lo habrá hecho solo, con lo que me jugaría quinientos pavos a que ha recibido algún tipo de ayuda. ¿Pero de quién?. ¡Esto no me gusta nada Arcan!. Significa que alguien más conoce la existencia del microprocesador. Esto es un contratiempo crítico que hay que solucionar ya mismo porque podría hacer que todo mi plan se fuera al traste.
─ ¿Su plan señor?. ¿A qué plan se refiere? ─preguntó Arcan sorprendido.
─ No te preocupes. Ahora no es el momento de hablar de eso. Ya te lo contaré a su debido tiempo. Haz lo que haga falta para que no se entere de esto el señor Blade o de lo contrario estaremos jodidos de verdad. Yo me voy ahora al aeropuerto a coger un vuelo y estaré tres o cuatro días fuera de la ciudad. Tú mientras tanto activa a todos los contactos o confidentes y entérate dónde se ha escondido Jim Scott; y lo que es más importante, descubre quién diablos le ha ayudado y el motivo. Ve a ese parque y haz una investigación a fondo. Creo que la pista la tenemos allí. ¡Llámame en cuanto tengas alguna noticia!.
Editado: 21.05.2018