San Francisco se había convertido en nuestro nuevo hogar, nuestro refugio, nuestro lugar seguro. Todos teníamos razones de irnos de San Mateo y no regresar.
Mejor dicho había personas por las que no queríamos regresar. Nuestros padres. Se habían tomado la tarea de hacer que nuestro hogar se volviera un infierno. No tan literal.
El primero que tenía razones para marcharse lejos era Noah, tenía problemas con su madre y su padrastro, problemas que nunca nos ha contado, solo a Nick, pero esos problemas eran lo suficientemente malos para no querer volver.
Después Venecia vivía con su abuela desde que su madre la abandonó cuando tenía cinco años, su abuela no era una persona muy amable que digamos, siempre le reclamaba que sólo era una carga para ella, porque ya estaba grande, la ponía a trabajar y le quitaba todo el dinero, lo único que quería Venecia era irse de esa casa cuanto antes.
Nick, el de la idea principal de irnos a San Francisco. El no tenia problemas con su familia, sus padres lo amaban bastante, pero el siempre tuvo un instinto aventurero, quería experimentar que era vivir solo, cuando nos conoció nos contagio de ese instinto y todos nos imaginamos solos en una ciudad que no conocíamos.
Hanna, su madre siempre había querido lo mejor para ella que no se dio cuenta cuando empezó a vivir la vida de su hija en vez de la de ella. Le decía que hacer, cómo comportarse, que estudiar y la obligaba a hacer la primera en la clase, siempre.
Y después estaba yo, vivía una vida de a base de mentiras, fuera de casa éramos una familia perfecta, mis padres eran dos abogados reconocidos y un matrimonio admirable con una hija perfecta, dentro de casa, eran un matrimonio roto y una hija dañada por peleas que no eran de ella.
San francisco por muchas razones era mejor que San Mateo, aunque ahora tenía un pequeño problema, este lugar me recordaba a Nick, era su sueño, aunque era un recordatorio constante de él, no quería irme, porque aquí también me sentía cerca de él, cerca de lo que pudimos tener.
Habían pasado tres días desde que me mude aquí, tres días que había pasado acostada en la cama sin ánimos de nada, ni de bañarme, menos porque había encontrado un pijama de Nick en uno de los cajones, la llevaba aun, olía a él, sabía que tendría que lavarla después de usarla tres días seguidos, pero sabía que su olor se iría, tenía miedo de no recordar después como olía el, pero era un riesgo que tenia que tomar, si no ese pijama se volvería una bomba olorosa y no de un olor “rico”.
Después de recibir una llamada bastante exigente de mis dos amigas, Hanna y Venecia, tuve que ducharme, vendrían de visita por primera vez y yo ni siquiera tenía donde sentarlas.
Soy una mala anfitriona, lo se.
Di una pequeña recogida a todo lo que estaba tirado y puse la lavadora.
Adiós, pijama.
Fui a la puerta a abrirles a mis primeras visitantes, mis mejores amigas estaban frente a mi con un par de bolsas en la mano.
—Bienvenidas a mi hogar, les diría pasen a la sala, pero no hay una, así que pasen a la cocina, esa si tengo. —Me hice a un lado para que ambas pasaran.
—Es hermoso y muy amplio, me encanta, ¿Cómo piensas decorarlo? —Venecia paso su vista por todo el departamento.
La conocía, sabia que no miraba el lugar, no había nada que ver estaba vacío, estaba observando si había algo que dijera que me la pase tirada los últimos días. Pero fui inteligente y limpié toda huella de mi desastre.
—Me hablas como mi amiga o como graduada de diseño de interiores. —Vi vista fue hasta Hanna que empezaba a sacar lo de las bolsas. —Espera, ¿porque trajeron eso?
—Venecia dijo que como no supimos de ti durante tres días, significaba que te la habías pasado aquí encerrada sin comprar comida. —Abrió el refrigerador y la alacena. — Y tuvo razón.
La cara de Venecia mostraba una sonrisa de “te lo dije” a Hanna y odie que me conociera tan bien, ¿Cómo querían que estuviera?, era claro que estaba deprimida y puedo decir que a un lo estoy porque mis ganas de sacarlas del departamento e irme a acostar a seguir llorando aumentan cada vez.
Pero donde están mis modales, son mis invitadas.
—Mira, que lindas son mis amigas. — Resople recargándome en la barra, mirando a Hanna seguir metiendo las cosas.
—Leia
—Venecia
—No tienes que comportante así con nosotras, sabemos lo que has pasado, lo que pasamos todos. —Trato de abrazarme, pero me aleje.
—Ya suficiente gente me ha visto como “la pobre chica que perdió a su novio” y luego ustedes que me traen la despensa como si no pudiera hacerlo por mi cuenta.
Me abrace a mi misma quitando mi vista de ellas dos, no quería la lastima de nadie más, no quería un “lo siento” otra vez, porque todo eso volvía a provocar que llorara, esta vez entendía a Venecia, como reprimía sus sentimientos, esta vez quería hacer eso frente a la gente y poder seguir llorando en la oscuridad.
—Nosotros no te vamos a ver con lastima si es lo que quieres, solo estamos ayudando a una amiga a que su mudanza sea mas fácil. —Respondió Hanna.
Siempre tenia una mirada maternal que te daban ganas de abrazarla y no soltarla porque te sentías protegida.