Volverás a mí

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Tal vez fue la intensa mirada de las chicas sobre el muchacho lo que hizo que él volteara y se encontrara de lleno con la mirada de Jessica. Ella, por un momento, creyó ver que el muchacho había sonreído al verla, pero ahora dudaba de todo lo que veían sus ojos. Ian se empezó a abrir paso entre la gente y al fin se detuvo a penas a unos cuantos pasos de donde Jessica y Melissa se encontraban aún asombradas, sin dar crédito a la presencia del muchacho en aquel lugar.

—Hola, Jess—saludó tímidamente el recién llegado.

—Ian—dijo Jessica, con una voz que a ella misma le pareció débil —¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó al fin, aunque sintió que había hecho un esfuerzo enorme por que su voz fuera audible.

—Supe de la exposición y quise venir a dar una vuelta—dijo Ian tranquilamente —. No soy mucho de museos, pero…pensé en que a lo mejor habría algunos trabajos tuyos también.

—Ya veo…— dijo Jessica sin saber qué otra cosa decir.

—Vi aquella pintura que hiciste—dijo Ian señalando un cuadro a lo lejos. Era el cuadro de los viñedos y el lago —. Te quedó perfecto, pero debo decir que me gusta mucho más el original. Será que aquel lo hiciste para mí.

Jessica no respondió, sin embargo había todo un tumulto de emociones en su interior. Melissa observaba a Jessica sin entender por qué no decía nada más. Ian estaba ahí prácticamente abriéndole de nuevo su corazón, y su amiga sólo contestaba en monosílabos. Jessica tendría que estarle diciendo lo mucho que lo había extrañado, lo horrible que había sido todo ese tiempo sin él (al menos, eso se imaginaba Melissa que era lo que debía decirle).

—Bueno, tengo que irme ya. Me dio mucho gusto verte, Jess—dijo Ian sin más, e inclinando ligeramente la cabeza a modo de despedida y se dispuso a retirarse. De pronto Jessica sintió que Melissa le golpeaba el brazo con el codo, como si se hubiera dado cuenta que su amiga necesitaba salir de aquel trance antes de dejar ir a Ian así como si nada.

—Ian—llamó Jessica haciendo que el muchacho se girara —¿Nos vamos a volver a ver?—preguntó anhelante.

Ian únicamente le sonrió y dándo media vuelta, se retiró de ahí. Jessica y Melissa observaban atónitas sin saber qué significaba aquel gesto. Ian apenas se había perdido entre la gente cuando de pronto llegaron Victoria, Cristina y Ana, quienes habían alcanzado a ver al muchacho alejándose.

—¿Qué ese no era Ian?—preguntó Victoria sin ocultar su asombro.

—Si…—se limitaron a responder Jessica y Melissa.

—¿Qué te dijo?¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué quería?—preguntaron las chicas, sin poder contener la curiosidad

—No tengo la más remota idea—dijo Jessica sin entender todavía qué era lo que había sucedido.

El resto de la noche Jessica no pudo concentrarse en nada más; la cabeza le bullía con mil preguntas de la razón por la que Ian se había aparecido ahí. ¿Desde hacía cuándo estaba en México? ¿Cuál era su propósito? ¿Cómo se había enteradode la exposición? ¿Había ido a buscarla? ¿Qué estaba sucediendo? De no ser poque todas sus amigas habían visto también a Ian, definitivamente hubiera pensado que aquello había sido una alucinación, una mala pasada que su mente le estaba jugando.

La velada transcurrió sin más sucesos, pero Jessica había estado todo el tiempo ausente preguntándose mil cosas. Melissa se ofreció a llevarla a casa, cosa que Jessica agradeció: sabía que si se hubiera ido a casa sola, caminando como era su plan original, seguramente habría llegado a otro sitio por estar distraída dándole vueltas a todo lo que acababa de pasar.

Apenas llegó a la casa tomó el teléfono y empezó a marcar a casa de su abuela en Querétaro, esperando que fuera Gabriel quien le contestara. Después de varios timbres alguien tomó la llamada y le alivió escuchar la voz de su hermano mayor.

—¿Hola? ¿Gabo?—dijo Jessica al escuchar a su hermano contestar la llamada.

—¡Hola, Jess!—dijo Gabriel otro lado del teléfono —¿Qué tal tu exposición?

—Todo bien, estuvo lleno. Hubo mucha gente interesada en comprar varias obras—dijo Jessica.

—¡Qué gusto escucharlo!—comentó Gabriel —Espero que también se hayan interesado por tus trabajos.

—Si, hubo un par de personas, pero no sé si lograré vender la que más me interesa. Todavía hay tiempo—dijo Jessica —. Aunque eso no es lo más interesante que pasó en la noche: Ian se apareció en la exposición.

—Ah…—dijo Gabriel, tratando de sonar sorprendido y fallando en el intento —¿En serio?

—¿Tu sabías que estaba aquí?—preguntó Jessica, queriendo darle el beneficio de la duda a su hermano, aunque estaba segura de que ella ya sabía la respuesta. Gabriel no dijo nada y de inmediato Jessica se dio cuenta de que su hermano sabía todo desde el principio —¡Tu sabías que estaba aquí!—exclamó indignada.

—Bueno…sí, sí sabía que estaba en México, pero no sabía que estaría en Cholula y mucho menos que se presentaría a tu exposición—se justificó Gabriel.

—¿Desde hace cuánto está en México? ¿Qué está haciendo aquí? ¡¿Por qué no me dijiste nada?!

—¡Perdón, Jess!¡No sabía que el iría para allá! Vino a Querétaro hace unas semanas. Me llamó porque quería que nos viéramos, para platicar, pero jamás me comentó que iría allá—explicó Gabriel.

—¿Y de qué quería hablar contigo?—preguntó intrigada Jessica.

—De cosas, Jess—dijo Gabriel —. Si tienes que saberlo, quería explicarme lo que había pasado entre ustedes, y a disculparse: cuando te quedaste en Nueva Zelanda me prometió cuidarte y luego de que ustedes terminaron, pues…se sentía mal de haberme defraudado con eso.

Jessica no dijo nada por un momento; se llevó la mano a la frente con pesar y soltó un profundo suspiro.

—Escucha, Jess. No tenía idea de que iría a tu exposición—continuó Gabriel—, y aunque lo hubiera sabido no creo que te hubiera ayudado en nada tener esa información. Si fue a buscarte, creo que es porque necesitan hablar. Para aclarar las cosas que pasaron en Wellington.




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