Recuerdo cuando era tan solo una niña de 4 años.
Sin preocupaciones.
Sin tener miedo a un corazón roto.
Esos años eran simples, perfectos.
Ahora ya no es lo mismo.
Una vez que creces ya nada es lo mismo.
Hoy ya es mi cumpleaños número 18, hoy me vuelvo mayor de edad.
Y eso conlleva aún más responsabilidades.
Responsabilidades que no quiero tener.
Agarro un cupcake de la heladera y le pongo una vela.
“Desearia volver a mi infancia, aunque sea por un día.”
No pido algo real por qué los deseos jamás se cumplen.
Eso también es algo que aprendí al crecer.
Crecer es una mierda.
Al soplar la vela, dejo el cupcake en la mesada y me voy a dormir.
Mañana será un nuevo día y espero que mejor.