—¿Por qué estás tan empeñada en desobedecerme, Nixten? —le cuestionaba Erema con el ceño fruncido—. La verdad es que yo no entiendo.
Nix caminaba con prisa, huyendo de su madre para que la dejara en paz, no lograba entender la situación, como era que se había metido en este problema, claramente fue su debilidad la que había llevado a estar así. Creyó que hablar con su madre era buena idea, porqué no lo haría, después de todo ella había sido la primera en respetar la petición de no querer ver a nadie, pero ahora se arrepentía, profundamente. Bufó mientras que con su mano libre se quitó el sudor que se acumulaba en la frente, odiaba esa sensación pegajosa y desesperante, de verdad lo hacía.
—Nixten Anglus —llamó a su madre con voz potente y ella se detuvo rígida con la respiración fuerte de pronto.
¿Cómo se atreve?
No lo puedo creer.
—¿Qué? —respondió bajito, cerró los ojos unos instantes antes de voltearse. ¿Por qué parecía que había vivido esto antes?
Los ojos de su madre la miraban severa, mientras los de ella tenían una inclinación que dejaba ver ese color tan extraño perfectamente, así de la nada, en ese instante, Nix fué consciente de que su cuerpo había sufrido un cambio mientras estaba inconsciente, entre ellos la altura que la hacía ver aún más frágil con ese delgadez que cargaba. La mano en el vientre se tensó y una corriente pasó a través de su espalda, su corazón luchaba por salirse de su control y, su mente corría a prisa para saber qué era lo que su cuerpo trataba de decirle.
¿Qué está pasándome?
Es como si… no, no es eso.
¿Entonces qué es?
Por Izard, esto es molesto.
—¿Estás bien? —la voz dulce de su madre la sacó de sus pensamientos rápidamente.
—¿Qué dices? —preguntó de vuelta con el ceño fruncido.
En serio no lo puedo creer.
—Que si estás bien ya, porque no lo pareces, mírate, te encuentras en los huesos —se acercó intentando tocarla aunque al final se detuvo al ver la expresión que portaba la pelinegra—, deja que sea yo quién ordena tu comida, verás que te recuperarás rápido. En menos de dos semanas estarás lista pa–
—Para la Lid, entiendo, entiendo —cabeceó interrumpiéndola, pasando por alto lo que tanto se había esforzado en inculcarle su madre a Erisce—, eso es lo que tanto te preocupa.
Los ojos verdes de Erema se abrieron sorprendidos.
—Bueno, sí, pero no lo digas así como si fuera lo más importante porque–
—Sí lo es, así que no me vengas con esas falsedades —medio gruñó con la encía empezándole a doler—. Aunque está bien, no te preocupes más, si iré y —sonrío fría—, será pasado mañana, no quiero estar retrasando esto más de lo debido. No siendo más nada, hasta pronto.
Se quiso dar la vuelta pero su madre volvió a hablar.
—¿Pasado mañana? —murmuró entre incrédula y divertida—. No lo entiendes, ¿cierto? Una Lid entre la hija de la Alfa y el guerrero más fuerte de la generación es a primera sangre y, consta de varias etapas. No estás lista para eso, Nixten, es por eso que esto se ha retrasado tanto.
—Cómo lo voy a entender si nunca me has enseñado nada.
¿Por qué estoy sudando tanto?
Que desesperante.
—Es porque nunca lo has querido, pero sigues siendo mi hija así que no puedes voltear a un lado. En esto no —demandó llevándose los dedos al tabique para masajearlo.
No lo puedo creer, en serio no puedo hacerlo.
—¿En esto? Se supone que ya no hago parte de tu manada, te lo recuerdo, pero aquí estoy siguiéndote la corriente porque sé que es lo que quieres y, aún así… —jadeo llevándose la mano libre a la sien— me das órdenes. Dime cuánto tiempo tengo y, que es lo que gano yo con todo esto.
—¿Además de tener la oportunidad de patearle el trasero a tu ex?
Nix rodó los ojos.
—Si quisiera hacer eso nadie hubiera podido detenerme cuando me enteré que había regresado.
Erisce suspiró.
—Si ganas puedes volver a la manada y te unirás oficialmente.
—¿Y si no gano que es lo que voy a perder ahora?
Esto parecía un trato entre personas que no tenían vínculos de sangre, o por lo menos sentimentales, la conversación era fría, filosa y desapegada.
—Recibirás un castigo en nombre de la manada.
Nix no se inmutó por fuera, pero sintió como su sangre sufrió un aumento de temperatura que habría puesto a llorar a cualquiera, esos instintos rojos que ahora hacían parte de ella quisieron aflorar para cumplir unos de sus deseos más retorcidos. En verdad quiso dejarlos ser libres, pero la voz de la razón, o algo así, le dijo que esperara, que aún no era hora.
—Vaya, pero quién fue el que propuso esto, pareciera que fue alguien que en verdad me odia, o me ama, quién sabe, cualquiera de esas dos opciones son igual de extremas —Nix medio sonrío y, de pronto la vida cobró sentido en su cuerpo, por unos segundos—. No me interesa saber el castigo, madre, pero lo que sí quiero saber es si puedo cambiar el nivel de la Lid.