Esta era la primera vez que estaba sentado sentado en el tejado de la casa. Al instante se volvió mi lugar favorito. La casa tiene techos altos, por lo que era bastante alta, podía ver el campanario del pueblo desde donde estaba sentado. Eran las 6:26 AM, el cielo estaba rosado azulado por el despertar del sol, este está apareciendo detrás de las montañas como si fuera un niño levantandose de la cama.
Desde la posición en donde estaba sentado podía ver cómo las personas que se desmayaron por el alcohol se comenzaban a levantarse e irse de vuelta a sus vidas cotidianas, era como si vieras a zombies conduciendo un ferrari en pleno Lunes. La gran mayoría de ellos trabajaban desde casa, otros porque eran los jefes iban a trabajar cuando les diera la gana y luego estaba yo, que no fui a trabajar porque sabía que mi jefe iba a estar ocupado intentando librarse de su jaqueca como para darse cuenta de que no me presenté en la oficina.
Después de un rato, el último zombie millonario se fue con su pareja de aquella noche y me volví a quedar solo, baje del techo y fui a la sala de estar, una vez allí mire alrededor y vi como ya habían personas limpiando el desorden causado, habían alrededor de cinco personas, una estaba recogiendo las copas que estaban regadas, dos estaban arreglando los muebles, otro estaba estaba lavando los platos y otro estaba afuera aspirando los trozos de confeti.
Siempre he estado acostumbrado hacer las cosas por mi mismo, el hecho de que mi jefe contrate limpiadoras para limpiar un desorden que sus “amigos” por mero placer habían causado, solo para demostrar cuánto poder tenía, me hacía sentir como i estuviera en la época de los esclavos. Provenía de una familia que salió de la pobreza, por lo que se lo que es hacer ese tipo de cosas, así que hice lo mismo si mi madre fuera las cinco mujeres que estaban ahí, las trate con amor.
Fui a la cocina y les prepare desayuno, les di a cada una un café con tostadas y huevo frito. Ellas me agradecieron y me contaron sus anécdotas de cómo habían viajado desde lejos para venir hacer ese trabajo, en verdad me conmovió he hice algo que en verdad me hizo sentir bien conmigo mismo. Gracias al esfuerzo de mis padres y mi abuelo, obtuve la casa en donde estaba, estas mujeres estaban trabajando para ayudar a sus familiar, por lo que les di a cada una cien dólares y les pague el billete de regreso a casa.
Dos se pusieron a llorar mientras otras tres se quedaron perplejas. Yo mientras observaba como una acción sin interés alguno podía cambiar la vida de una persona en menos de un parpadeo. Solo un gesto, una mirada, un - Hola - que le decias a una persona podía cambiar todo su universo.
Pasó el tiempo y las limpiadoras finalmente terminaron su trabajo y se fueron a sus casas, otras volvían a la ciudad para seguir trabajando. Luego solo quedé yo solo sintiendome lo suficientemente bien conmigo mismo como para comenzar a cambiar el mundo. Entre en la habitación en donde estaban los diarios de mi abuelo y cogí el diario que leí, aquel que contenía información sobre la isla, primero quería saber si Carlos sería de confianza, quería saber qué tan avanzados eran sus conocimientos con respecto al tema del mundo mágico, así que decidí solo mostrarle una parte del diario y ver su reacción.
Me senté en el asiento de la camioneta para poder irme a la plaza del pueblo y así encontrarme con Carlos. Quería ver con que locura me saltaba esta vez o con qué locura me encontraría. Sentía que a medida que pasaban los días en este pueblo las cosas se iban volviendo cada vez más surrealistas. Eso o mi percepción de lo real era tan pequeña como una mota de polvo.
Una vez sentado en un pequeño banco en el centro de la plaza, comencé a esperar al individuo, no tuve que esperar ni tan solo un minuto, porque ya este estaba esperándome con dos cafés en la mano y con una sonrisa demasiado grande como para no parecer extraña.
Me acerque a él y comencé a sentirme nervioso, no sabía cómo esto podía acabar. Él extendió su brazo para darme uno de los cafés y cuando llegamos a estar frente a frente dijo;
Justo detrás de donde estabamos estaba lo que parecía ser la tienda de Carlos, esta era de color roja con un escaparate grande con diferentes artículos de electrónica. Los dos comenzamos a caminar haci ahí para comenzar hablar. Una vez cruzamos la puerta este presiono un boton en donde lentamente activó un mecanismo que hizo que el cristal del escaparate se volviera negra, Luego Carlos dio media vuelta y el letrero donde ponía la palabra “Open” para así dejar ver la palabra “Closed”.
Carlos fue corriendo hacia donde estaba la caja registradora, se agacho y comenzó a buscar su ordenador portátil. Una vez lo tiene en sus manos lo posiciona en frente de él y comienzan a teclear.