Voydania

EL VELO DE LA MARIPOSA

El destino siempre había sido como un hilo fino, invisible para quienes lo vivían, pero palpable para quienes sabían cómo guiarlo. Yo tiraba de ese hilo más veces de las que podía contar, y cada vez que lo hacía, las piezas encajaban como si todo hubiera sido orquestado desde el principio. Pero Andrew... Andrew era diferente. Tirar de sus cuerdas se sentía extraño, como si al final fuera él quien pudiera desatar el nudo que con tanto cuidado había tejido. No podía simplemente tirar de los hilos y obtener lo que quería. No sin consecuencias.

Esa noche en el bar, el aire estaba denso, cargado de humo de cigarrillos y conversaciones apagadas. El tintineo lejano de los vasos parecía el único sonido real en un lugar que, de alguna forma, sentía irreal en ese momento. Andrew estaba allí, ajeno a mi presencia, moviéndose en ese espacio como un fantasma que buscaba algo que tal vez ya no existía. Lo observaba desde las sombras, manteniéndome invisible, aunque mi mirada no podía apartarse de él. Él no me reconocía. Nunca lo haría, no en esta vida. Pero había algo en la forma en que sus ojos recorrían el lugar, una desconexión entre quien era y lo que ahora era. Algo roto, irreparable.

Recordaba vagamente una advertencia, una que había escuchado hacía muchos años: "Cuidado con lo que crees controlar", había dicho una voz en mi pasado, pero había ignorado las palabras entonces, como solía hacerlo. Me acostumbraba a desestimar las advertencias, convencida de que el destino era maleable, de que todo podía ser manipulado. Pero ahora, ante esa mariposa, algo se sentía diferente.

Mientras él pedía un cigarrillo, como siempre lo hacía, el portero del bar se acercaba. Su voz retumbaba en el espacio, cortando el aire. —¿A dónde vas?—, preguntaba con esa arrogancia que siempre mostraba. Andrew permanecía inexpresivo, pero conocía esa mirada. Era la misma que había visto antes, cuando su vida empezaba a desmoronarse. Las cadenas de su pasado lo seguían sujetando, aunque tratara de negarlo. "No es mi deuda", murmuraba entre dientes, pero yo sabía la verdad. La deuda era solo un pretexto. El verdadero problema era que Andrew seguía atrapado en un ciclo del que no podía escapar.

El viento soplaba suavemente a través de las puertas abiertas del bar, y por un instante veía el broche en su chaqueta. Era una mariposa. Una punzada de incertidumbre me recorría la espalda. ¿Por qué ahora? ¿Por qué ese símbolo? Recordaba vagamente haberlo visto antes, tal vez en un sueño, tal vez en un rincón oscuro de mi memoria. Esa mariposa era un eco, una advertencia de algo que había preferido ignorar.

Andrew alzaba la vista, y por un segundo nuestras miradas se cruzaban. No debía haber notado mi presencia, nunca lo hacía. Pero esta vez era diferente. Había algo en sus ojos que me desarmaba, algo que no había anticipado. Él daba un paso hacia mí, su andar tranquilo pero decidido, y de repente sentía que los hilos que creía controlar comenzaban a enredarse.

—Laura—, pronunciaba mi nombre con una mezcla de sospecha y curiosidad. Mi corazón latía con fuerza, y por primera vez en mucho tiempo, me sentía vulnerable. Andrew entrecerró los ojos, observándome como si intentara descifrar algo oculto en mi expresión.

—No pareces tú misma hoy, Laura—, decía, su voz baja pero firme. Había una sospecha en su tono, una que no podía ignorar. —No te preocupes—, respondí, obligándome a sonreír. Pero el nudo en mi estómago no desaparecía.

Mi sonrisa se quebraba en los bordes, tan frágil como los hilos que intentaba controlar. Mis manos temblaban suavemente, aunque Andrew no parecía notarlo. Quizás él aún no lo sabía, pero yo sí: el destino, por primera vez en mucho tiempo, no estaba bajo mi control.

Y entonces lo vi. El broche en su chaqueta. Esa mariposa... No era un simple broche. Era el mismo símbolo que había marcado una promesa rota, una decisión que había cambiado mi vida. La había visto antes, colgando en la pared de esa casa en penumbras. Una casa que guardaba más que sombras. Un lugar donde tomé una decisión que juré no volver a recordar. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en él?

Andrew estaba más cerca de la verdad de lo que cualquiera de mis planes había previsto. La mariposa en su chaqueta me lo recordaba, como una advertencia que había ignorado por demasiado tiempo.

—¿Todo bien?—, preguntaba, sin apartar la vista de mí.

—Sí, todo bien—, respondía, forzando una sonrisa. Pero sabía que era mentira. Todo estaba a punto de desmoronarse, y en este juego de destinos, tal vez sería Andrew quien tendría la última palabra.

El broche, la mariposa en su chaqueta, no era solo un adorno; era un símbolo, y no cualquiera. Era la misma que había visto aquella vez, en esa casa en penumbras, colgada en la pared como un eco de un pasado que me había jurado olvidar. Mi corazón daba un vuelco, y la imagen de esa escena olvidada se hacía más clara. La mariposa siempre había sido un emblema de transformación, pero también de advertencia.

Sentía la necesidad de alejarme, de retirar las cuerdas y dejar que todo siguiera su curso, pero no podía hacerlo. No ahora. No después de haber llegado tan lejos. Una punzada de duda me recorría el cuerpo. Era una sensación que había olvidado; la vulnerabilidad era algo que no me podía permitir sentir. No ahora.

—¿Todo bien?—, repetía, mientras mi mirada se centraba en la mariposa de su chaqueta, incapaz de apartar los ojos de ese símbolo que parecía haber cobrado vida propia. Forzaba una sonrisa.

—Sí, claro—, respondía, aunque el peso de la mentira se hundía en mi pecho, más pesado que nunca. —Todo está bien—, mentía una vez más, sintiendo cómo el peso de la verdad me aplastaba. Pero sabía que no lo estaba. Los hilos se deshacían, y por primera vez, no sabía cómo detenerlo.

Todo comenzó con un nombre. No una imagen, no una persona, solo un nombre que resonaba en mi mente como un eco distante: Andrew. Lo escuché por primera vez en una de esas reuniones en las que se hablaba de profesores, mentes influyentes, aquellos que podrían moldear el destino de sus estudiantes. Nada relevante, en teoría. Pero cuando ese nombre fue pronunciado, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: un leve tirón, como si uno de los hilos que manejaba hubiera vibrado. No entendía por qué. Después de todo, Andrew no era más que un nombre perdido entre las nuevas incorporaciones en el Instituto Curtis.



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En el texto hay: amor, prosticion, misterio accion

Editado: 08.10.2024

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