Will se encontraba sentado en una fría sala de interrogatorios, con los nervios al borde y la mente hecha un caos. El silencio era abrumador, solo roto por el tic-tac de un reloj en la pared. Frente a él, un investigador de rostro severo repasaba sus notas, preparando las preguntas que lo atarían a lo sucedido.
Investigador: —Cuéntame, ¿sabías lo que Mike iba a hacer? —preguntó con voz firme, pero controlada.
Will abrió la boca, pero las palabras se negaban a salir. ¿Cómo podía responder a algo tan desconcertante cuando ni él mismo comprendía lo que había pasado? Justo en ese momento, la puerta de la sala se abrió, y el jefe de la guardia entró con paso decidido.
Jefe: —Déjalo libre —ordenó sin más.
El investigador se giró con el ceño fruncido, sin poder ocultar su sorpresa.
Investigador: —¿Por qué? Apenas hemos empezado...
Jefe: —Es hijo de Jackson —interrumpió, su tono no admitía réplica.
El investigador se quedó sin palabras, solo asintió con la cabeza y guardó sus notas. Will, aún conmocionado por todo lo ocurrido, fue escoltado hacia la salida de la estación sin decir una palabra más.
Mientras tanto, en otra sala cercana, Sarah sollozaba sin poder contener las lágrimas. Su rostro estaba empapado, y cada vez que el investigador le hacía una pregunta, su respuesta se ahogaba en llanto. A pesar de los intentos del investigador por calmarla y obtener alguna respuesta coherente, las emociones de Sarah lo hacían todo más difícil.
Finalmente, otro oficial se acercó al investigador, informándole que Mike había confesado su culpabilidad. Con un suspiro resignado, el investigador le indicó a Sarah que llamaría a sus padres para que la fueran a buscar.
Investigador 2: —No tienes que llorar más, Sarah. Él ya ha asumido la culpa —dijo con voz suave, pero sus palabras no lograron calmarla sino ponerla peor.
Al salir de la estación de policía, Will tenía el rostro bañado en lágrimas, y sus pensamientos giraban en un torbellino de confusión y tristeza.
Will: —¿Por qué Mike hizo eso? —murmuró para sí mismo—. ¿Desde cuándo tiene armas?
Mientras reflexionaba en voz alta, un auto se detuvo frente a él. Un hombre de semblante serio, conocido como PR, el hombre de confianza de su padre bajó del vehículo.
PR: —Entra, Willy. Tu padre quiere verte —su tono era casi una orden.
Will lo miró con desdén y negó con la cabeza.
Will: —No quiero verlo.
PR, con voz grave y firme, le replicó:
PR: —Niño, entra al maldito auto.
La voz autoritaria de PR hizo que Will titubeara. No quería enfrentarse a él, así que, a regañadientes, se subió al auto.
En otro lugar, Takeshi Nakamura entraba al hospital con pasos apresurados. Su semblante era una mezcla de preocupación y furia contenida. Al ver a Momo esperándolo en el pasillo, su ira estalló. Sin previo aviso, le dio una bofetada, haciendo que agachara la cabeza en señal de sumisión.
Momo: —Lo siento, Señor —murmuró, sintiendo el peso de la responsabilidad.
Takeshi Nakamura: —Donde a Akane le suceda algo... —su voz temblaba de rabia mientras miraba a Momo con una expresión de amenaza.
En ese momento, un médico se acercó a ellos, llamando la atención de Takeshi.
Médico: —¿Parientes de Akane Nakamura?
Takeshi se volteo rápidamente, dejando de lado su ira por un momento.
Takeshi Nakamura: —Soy yo. ¿Cómo está mi hija?
Médico: —Por suerte, el disparo fue en la cercanía del hombro derecho y no tocó ninguna arteria. Sin embargo, es necesario que no levante peso y que tenga descanso —explicó con tono profesional.
Takeshi exhaló aliviado, aunque su rostro seguía mostrando signos de tensión.
Takeshi Nakamura: —¿Puedo verla? — su tono más calmado, pero aún preocupado.
Médico: —Está sedada, pero puede pasar a verla.
Antes de dirigirse a la habitación de Akane, Takeshi volvió a mirar a Momo, su expresión de alivio se transformó en una máscara de seriedad.
Takeshi Nakamura: —Quiero que me traigas al culpable, sea como sea.
Momo: —Así será, mi señor... —respondió con la cabeza aún agachada.
Mientras tanto con Will, el auto se detuvo frente a una de las casas que su padre usaba para almacenar sus sustancias ilegales. Al ver el lugar, una expresión de disgusto se apoderó de su rostro. Sabía lo que significaba estar allí, y no le gustaba nada.
Al entrar en la casa, lo primero que vio fue a su padre, Jackson, sentado en un sofá, con un cigarro en la mano y una sonrisa burlona en los labios.
JR: —Vaya, Will, tu amiguito me agrada —riendo con desdén.
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Editado: 25.08.2024