Drake miraba a su hermano menor, Mike, con una expresión de desconfianza. Se recostó contra el marco de la puerta y frunció el ceño antes de preguntar.
Drake: —¿Cuánto tiempo se va a quedar aquí? —La pregunta era directa, pero la tensión en su voz era palpable.
Mike lo miró desde el otro lado de la habitación, con los brazos cruzados. Su respuesta fue rápida y sin rodeos.
Mike: —Eso no es asunto tuyo —respondió fríamente, desafiando a su hermano con la mirada.
Drake apretó la mandíbula, claramente insatisfecho con la respuesta. Akane, pero su permanencia en su hogar lo ponía nervioso.
Justo en ese momento, la puerta de la habitación donde Akane había dormido se abrió suavemente. Ella salió, con el cabello desordenado y los ojos aún pesados por el sueño. Se detuvo al ver a los dos hermanos en lo que parecía ser una confrontación silenciosa. La incomodidad en el ambiente era palpable.
Drake: —Buenos días —dijo, con una sonrisa—. ¿Quieres desayunar?
Akane negó con la cabeza, intentando ocultar su incomodidad.
Akane: —No, gracias.
Drake la observó por un momento antes de asentir. Mike, por su parte, se cruzó de brazos, manteniendo su postura distante. Sin embargo, la tensión se rompió cuando el estómago de Akane rugió de hambre, interrumpiendo el silencio. Mike no pudo evitar reírse, una risa genuina y burlona.
Mike: —Parece que tu estómago no está de acuerdo contigo.
Akane, avergonzada, evitó la mirada de ambos, pero finalmente se rindió.
Akane: —Está bien... aceptaré un poco de comida —murmuró, su tono resignado.
Drake se ríe, contento de que la tensión hubiera disminuido un poco. Preparó el desayuno y los tres se sentaron en la mesa. Mike devoraba su comida rápidamente, mientras Akane comía con más cuidado, aun sintiendo la incomodidad del ambiente.
Al terminar, Drake miró a su hermano.
Drake: —Deberías ir al colegio, Mike.
Mike lo miró, claramente molesto por la insinuación.
Mike: —No me des órdenes.
Drake dejó escapar un suspiro y se volvió hacia Akane.
Drake: —¿Tú también vas al colegio? —preguntó, intentando sonar casual.
Akane sintió un nudo en el estómago. Sabía que si le decía la verdad, podría levantar sospechas, así que decidió mentir.
Akane: —No tengo clases hoy, así que no, no vamos al mismo colegio.
Drake frunció el ceño, percibiendo algo extraño en su respuesta, pero decidió no insistir. Había algo en Akane que no cuadraba, pero por ahora, optó por no investigar más. En lugar de eso, decidió pedirle un favor.
Drake: —¿Te importaría regar las plantas en la entrada? —preguntó amablemente—. Sé que es mucho pedir, pero me ayudarías bastante.
Akane levantó una ceja, sorprendida por la petición.
Akane: —¿Es mi pago por el desayuno? —respondió con ironía.
Drake soltó una risa leve.
Drake: —No te preocupes, si no quieres hacerlo, me encargaré yo.
Pero Akane se negó a dejarle el trabajo.
Akane: —No, está bien, yo lo haré —dijo, levantándose de la mesa.
Con una manguera en mano, Akane salió a la entrada principal para regar las plantas. El sol comenzaba a alzarse en el cielo, bañando todo con una luz dorada. Mientras regaba, no se dio cuenta del auto negro que estaba estacionado al otro lado de la calle. Su atención estaba completamente centrada en las plantas, y su espalda estaba hacia la calle, lo que impedía que viera a su observador.
En el interior del auto, Momo observaba atentamente a Akane. Sostenía su teléfono con firmeza mientras miraba la escena con ojos fríos.
Momo: —Señor, la encontré —informó en voz baja.
Desde el otro lado de la línea, una voz respondió, cargada de autoridad y amenaza.
Takeshi Nakamura: —Tráeme a mi hija... y al dueño de la casa.
Momo asintió, aunque sabía que su jefe no podía verlo.
Momo: —Así será.
Akane, ella terminó de regar las plantas y se dirigió de nuevo hacia la casa. Al entrar, no se encontró con Drake, que supuso estaba recogiendo los platos del desayuno.
Akane: —Ya terminé con las plantas —informó, mientras se estiraba ligeramente.
De repente, escuchó un murmullo que provenía de la parte trasera de la casa. Frunció el ceño y se dirigió hacia el origen del sonido, preocupada.
Akane: —¿Drake? ¿Estás ahí? —llamó, su voz cargada de incertidumbre.
Al llegar al patio trasero, lo que vio la dejó paralizada. Drake estaba en el suelo, luchando contra dos hombres que lo tenían agarrado con fuerza. Uno de ellos le tapaba la boca mientras el otro amarraba sus manos con cuerda. Los ojos de Drake se encontraron con los de Akane, y la desesperación en su mirada le rogaba que huyera.
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Editado: 25.08.2024