Wade

Capítulo 17

Elizabeth
Quería que me tragara la tierra. Mis mejillas totalmente rojas me daba un aspecto inocente.
Nada más lejos de la realidad.
Lo dejé en el pasillo y huí. Me metí en lo primero que vi. Solo quería irme de ahí, dejar que la gente mirara a Wade en vez de a mi.
Llegué a parar al pasillo donde estaban todas las galletas y bollería industrial...
En resumen, el paraíso.
Cogí unas cuantas galletas que tenían buena pinta.
Maldito hijo de puta, tú me has puesto en evidencia. Pero yo a ti te arruino hoy.
Mientras cogía unas cuantas tabletas de chocolate, lo maldecí en silencio.
¿Cómo cojones ha podido hacerme eso?
Es imbécil, y esto ya es una afirmación.
Tenía tantas cosas en las manos que alguna que otra cosa estuvo apunto de caerse.
— ¿Te ayudo, Elizabeth? – Ofreció una voz a mis espaldas.
Me di la vuelta rápidamente rogándole a Dios que no fuera el estúpido y puto de Wade.
Pero me había equivocado en todo.
Su sonrisa era lo más precioso que había visto en la vida.
— ¿Qué haces aquí, Aiden? –Pregunté con una sonrisita tonta.–
Odiaba cuando me ponía así. Él era el único que podía conseguir que Elizabeth Brooks se pusiera tonta.
— Pues creo que lo mismo que tú. –Respondió regalándome una sonrisa. Me fijé más en él: llevaba un pantalón vaquero apretado con una sudadera básica negra. Hermoso.– ¿Qué fue de Amdyle? Intenté ir varias veces, pero siempre estaba cerrado.
Lo había conocido mientras trabajaba en el bar de Adam y Diane. Aiden estudiaba en la universidad, y solía ir con varios de sus amigos para jugar al billar.
Estaba en la carrera de ingeniero.
Era mi amor platónico.
— Se puede decir que estamos de vacaciones. –Mentí. Era malísima para mentir, tenía que ser sincera. – Durante unos cuantos meses, varios al decir la verdad. – Añadí.
— Tengo la necesidad de decirte algo. –Anunció algo nervioso. Se cruzó de brazos y se acercó a mí.– Nadie atiende como atendías tú, Elizabeth.
Mi corazón comenzó a bombardear con más rapidez.
Siempre había intentado llamar su atención. Realmente Aiden me había gustado desde que entró por primera vez para jugar al billar con sus amigos.
Con el tiempo, conocí un poquito más de él. Llegamos a tontear varias veces, también es algo que hay que decir. Pero jamás llegamos a más. Solo simple palabras.
— Me alegra saber que soy tu camarera preferida. – Bromeé intentando hacerlo reír. Este asintió y volvió a ponerse donde estaba hace unos segundos.
Nos quedamos callados durante unos segundos. Él mirándome y yo mirándolo a él.
Le sonreí y el me regaló una sonrisa. Podía notar sus nervios desde aquí.
Igualitos a los míos.
—Brooks, lamento mucho lo ocurrido. – Se disculpó Wade que entraba en el pasillo con el carro delante suyo.– Pero fue divertido, admitelo... ¿Quién es este tío?
Se vio interrumpido al ver la cercanía que teníamos Aiden y yo. Este sonrió y se alejó de mi.
— Soy Aiden. – Saludó con una sonrisa.
Lo que más me gustaba de él era que nunca se le borraba la sonrisa de la cara.
Dios.
— Ah, bien. –Respondió Wade sin interés alguno.–  Te he cogido dos paquetes más de tampones, nena. –Informó acercándose a mi.
Lo estaba haciendo aposta. Me puse totalmente roja. Miré con disculpa a Aiden y este negó con la cabeza restándole importancia.
— Ahora que me lo has recordado, tengo que cogerle una caja de eso a mi hermana también. – Dijo señalando el carro.– Si a tu novio no le molesta.. –Rápidamente negué con la cabeza. Este sonrió y volvió a hablar.– ¿Me acompañarías a cogerlos? No tengo ni puta idea de cual coger, ya sabes.
— Que yo sepa no eres ciego. –Se quejó Wade a mi lado. Le metí con codazo callandolo de una.–
Eché todos los productos que había cogido por rabia al carro. Caminé hasta mi amor platónico dejando a Wade atrás.
— No hay problema, vamos. –Aiden me ofreció su brazo como un príncipe, y pase mi mano por ella.–
Me sonrió y comenzamos a andar de nuevo al pasillo infernal.
Podía escuchar como Wade iba detrás nuestra, empujando el carro.
— Podríamos quedar un día para tomar un café. – Dijo Aiden mirándome.– 
—Pidriimis qiidir in dii piri timir in cifi – Imitó Wade detrás nuestra. Gracias a Dios que solo llegue a escucharlo yo. Mire hacia atrás y fulmine con la mirada.
— Por mí encantada. – Acepté con una sonrisa.– Te daré mi número y cuando quieras nos vemos.
— Desesperada. – Volvió a susurrar Wade –
Ya enojada, me pare y tiré del carro hacía él. Chocó con Wade y este me miró mal.
— Quédate aquí. –Ordené mientras volvía a coger el brazo de Aiden.
Volvimos a retomar el camino mientras Aiden me contaba que le iba muy bien en ingeniería. Que su hermana había preguntado por mi varias veces.
Su hermana, llamada Alexia también venía varias veces a la semana a visitarme al bar. Era muy simpática y siempre me decía lo mucho que quería que Aiden y yo estuviésemos juntos.
— Me gustaría volverla a ver. – Confesé cuando llegamos al pasillo. – Pero como el bar está cerrado no se donde ir a verla. –Solté cuando nos paramos enfrente de la zona de productos de higiene íntima.
— Cuando vayamos a tomar ese café podría llevarte a casa. – Ofreció él mirándome de frente.– Así podrás verla. Y podríamos ver alguna que otra película. ¿Te gusta el plan?
Asentí y cogí una caja de tampones que había cogido hace unos minutos y se la tendí.
Este la cogió y me sonrió de oreja a oreja.
— No sabes cuánto eché de menos esa sonrisa tuya. – Admitió Aiden con una sonrisa ladeada.
Sentí que estaba volando sin tener alas. Sentí una gran energía que me envolvió por completo.
Iba a contestar, pero Wade apareció corriendo con el carro delante suya. Cuando su mirada se encontró con la mía corrió hacía a mi.
— He cogido los únicos paquetes de condones XL que quedaban. – Informó tendiéndolos para que los viésemos.– ¿ Cuál prefieres mi amor? ¿Fresa o chocolate? ¡Dime alguno, que después te quejas!
Mátame
Mátame ya.



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En el texto hay: mentiras, risas, amor

Editado: 13.06.2018

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