Wade
Traerla a un centro comercial había sido la peor idea que había tenido en años. Jamás me perdonaré una cosa así. La había puesto en peligro tontamente.
¡Estaba claro que nos estaban vigilando!
Y les importa una mierda liarla en un centro comercial. Matar a personas simplemente para conseguir lo que tanto quieren.
Todas las personas que mueran, tendrían un culpable y sería yo.
Acerqué a la chica a mi pecho. No quería que viera el desastre que estaba ocurriendo en frente de nosotros.
La gente chillaba y corría por todos los lados. Unas cuantas personas se tiraban por las barandillas piso abajo cayendo a nuestros pies.
Era un caos.
— Tenemos que irnos de aquí. – Susurró en mi oído. Me había quedado en shock. No me venía ningún plan a la cabeza. Estaba totalmente en blanco.
Tenía que salvarla.
Y con esa idea, empujé de ella.
La gente buscaba una salida a gritos, mientras algunos de ellos caían al suelo con un disparo en alguna parte de su cuerño..
El suelo que era de color marrón claro, se había transformado en un suelo escarlata.
Lo que más me impresionaba era la manera en que la niñata se comportaba. No estaba asustada, pero tampoco era su mundo.
Cada vez que una persona caía se paraba durante un segundo regalándole una mirada de tristeza pura.
Cuando pudimos llegar al baño de hombres, comprobé que no había nadie y segundos después estaba bloqueando la puerta.
— ¿Quién eran? –Preguntó en voz baja. Sentía que si hablaba todo su mundo se caería, así que me quedé callado mientras miraba a la nada.– Respóndeme. Todo esto es mi culpa, ¿verdad? Me buscan a mi..
— ¡No es tu culpa, Elizabeth! – Le interrumpí. Cada vez que su nombre salía de mis labios una sensación me invadía. Imposible de explicar. Sus ojos se cristalizaron en busca de respuestas, que yo jamás podría darle.– No están aquí por ti. – Mentí. Sí podía hacer que se sintiera mejor, era lo mínimo que podía hacer.–
— ¿Por qué? – Su voz se mantenía en un pequeño hilo, que si se rompía, se echaría a llorar.– Mucha gente a resultado herida...
Odiaba verla así. Ella era pura alegría y enojo, pero jamás rota.
No como yo.
La estaba corrompiendo. Quizás, si jamás la hubiera metido en mi vida ahora no estaría en esta mierda de situación.
Quizás, ella estaría en su casa tan tranquila con su maldito gato, acariciándolo.
Pero la realidad era que la había puesto en peligro. Esa era la jodida y maldita realidad.
— Nos iremos a casa. – Prometí mientras deslizaba mi espalda por la puerta. Tendríamos que esperar si queríamos seguir viviendo.– Cuando la policía venga nos iremos. Volveremos a la mansión y de ahí no volveremos a salir.
— No lo entiendes. –Negó con la cabeza y se cruzo de brazos. Alzó la cabeza al techo y observé atentamente como dos pequeñas lágrimas salían de sus ojos.– Si hablara con Edler quizá dejaría de dañar a las personas. No haría daño a nadie. No te haría daño a ti.
Sus palabras me sorprendieron. Sabía que le gustaba, y que ambos teníamos una atracción sexual bastante visible.
Lo que no sabía era que ella se preocupaba por mi, como yo le preocupo por ella.
Que me llamen egoísta, pero este es uno de los mejores días de mi vida.
Me levanté y la envolví con mis brazos. Mis brazos quedaron alrededor de su cuello mientras que mis manos presionaban su pelo, pegándola más a mi pecho.
Ella levantó sus brazos y me abrazó la cintura.
— Todo saldrá bien. – Le dije en voz baja. Y me gustaría poder conseguirlo.– Pronto estaremos en casa, viendo esas series raras que solo a ti te gustan.
— Teen Wolf no es raro. – Se quejó mientras le sacaba una pequeña sonrisa.
Sí ella era feliz, yo mágicamente también lo era. Nunca me había pasado, siempre había sido independiente.
Nunca me había aferrado a una persona para evitar el dolor de su marcha después.
Pero con ella había sido todo muy distinto. Apareció y nada volvió a ser lo que había sido antes. Mi mundo tenía más colores, y pensaba en un futuro que pensaba que jamás iba a tener.
Ella me había cambiado.
— ¿Piensas que existe el cielo? – Me preguntó. Ni ella se quería separar de mi, ni yo de ella. Estábamos tan cómodos abrazados que ni hicimos el ademán de separarnos.
— No lo sé, nena. –Respondí con la voz suave.– Cuando me muera te podré responder. ¿Por qué?
— Porque es lo que siento cuando estoy en tus brazos. –Admitió algo nerviosa. Me separé de ella para mirarle a la cara pero no me lo permitió.– Siento que he nacido para estar aquí, en tus brazos.
Mi corazón comenzó a bombardear con más rapidez. La acerqué más a mi y dejé un gran beso en su cabeza.
— Yo también creo que has nacido para estar en mis brazos, nena. – Bromeé, pero me arrepentí de haber dicho esas palabras.
¡No era ningún cursi! Pero seguro ella esperaba más de mi parte que esa gilipollez.
Esperé una respuesta por su parte, pero solo se escuchaba su respiración. Aún así, no se había alejado de mi pecho y lo agradecería eternamente.
El calor que me proporcionaba era la mejor sensación que había tenido en años.
— Lo más fácil sería entregarme a Edler. –Dijo después de unos minutos. Los chillidos ya no se escuchaban y estaba todo en silencio. Solo éramos ella y yo.– Gracias por lo que has hecho por mí, Wade.
Que mi nombre saliera de su boca me daban más ganas de besarla, pero no me atrevía a hacerlo.
No sabía como se lo tomaría, no sabía si ella me aceptaría o no.
No era un chico normal, yo jamás regalaría flores ni mucho menos bombones. Era una persona difícil de llevar que había pensado toda su vida que había nacido para estar solo..
Hasta que la conocí a ella.
— No te pienso perder, Elizabeth. –Confesé en voz baja.– Ni lo pienso permitir.
Editado: 13.06.2018