Walpurgisnacht

Capítulo 1. La verdad del mundo que resultó ser una mentira.

 

 

 

Medio día, la hora en la que el sol está en el punto máximo en el firmamento. En un campo de cultivo se hallaba una persona arando la tierra, vestía ropas propias del trabajo junto con un amplio sombrero de paja, al observarle de cerca se apreciaba que era un hombre joven, de cabello negro, de tez ligeramente morena, probablemente por trabajar bajo el sol ardiente durante mucho tiempo, su altura bien podría ser la del promedio.

 

-¡Finalmente casi he terminado el trabajo de hoy! Solo me falta esparcir las semillas y listo-.

 

El joven metió la mano en un morral que tenía junto a él, en el cual se hallaban un gran número de semillas, e inmediatamente las esparció en los surcos que había hecho, después las cubrió con la tierra.

 

Con gran alegría en su rostro tras guardar sus herramientas de trabajo corrió hacia su hogar. Luego de 20 minutos llegó a su destino, abriendo la puerta de una humilde casa entró en ella.

 

-¡Abuela ya regresé! ¡Como de costumbre tomaré algunos de tus libros para leer! ¿Abuela?-

 

“Que extraño, ¿Dónde podría estar la abuela? ¿Habrá ido al pueblo?”

 

Pensando eso al percatarse de que su abuela no se encontraba en casa, el joven entró en el estudio de ella y tomó tres libros, regresó a la sala y se sentó en un mueble de madera, perdiendo la noción del tiempo. Cuando oscureció y la luz natural desapareció por fin se dio cuenta de lo tarde que era.

 

- ¡Rayos!, otra vez me pasó lo mismo, incluso se me olvidó almorzar. Espero que la abuela no se entere-.

 

-¿De qué cosa no debo enterarme?-.

 

-¡Ehh! ¡Abuela! ¿A qué hora llegaste?-.

 

-Acabo de llegar-.

 

Asomándose por la puerta delantera una mujer de considerable edad entró.

 

-¿Sucedió algo? Te ves pálida-.

 

-Gracias por preocuparte pero estoy bien, ahora Seni ¿Qué te parece si los dos cenamos? Me estoy muriendo de hambre-.

 

-Está bien abuela-.

 

Con la sugerencia de su abuela, una mujer mayor, de cuerpo delgado, cabella blanca, piel del mismo color con escasas arrugas en su superficie, Seni preparó la mesa para la cena que consistiría de vegetales, queso, jugo de frutas y carne salada de pescado que él mismo atrapó en el lago cercano. Seni sin dudarlo comió todo lo que se había servido después se fue a dar un baño y luego a dormir temprano, por lo general siempre platicaba con su abuela antes de ir a dormir pero esta noche ella quería pasar tiempo a solas.

 

La mañana siguiente llegó, Seni hizo el desayuno como de costumbre y cuando tuvo todo listo fue a llamar a su abuela.

 

-Es poco común que la abuela se levante tarde-.

 

El joven subió hasta el segundo piso donde se encontraba el cuarto de su abuela, al llegar pudo notar que la puerta se encontraba abierta y un fuerte olor a licor se escapaba de la habitación, él la llamó múltiples veces pero no recibió respuesta alguna, entonces temerosamente entró.

 

“La abuela me tiene prohibido entrar en su habitación, pero nunca la he visto tomar tanto hasta el punto que no esté lista para el desayuno algo debe haber pasado a pesar de que me dijo que no era así”

 

Como había imaginado Seni encontró a su abuela durmiendo recostada enfrente de su escritorio encima del cual se hallaban un montón de botellas de vino a pesar de eso dos cosas llamaron su atención, la primera era una carta y la otra era la varita mágica de su abuela, aquella que ella le había prohibido tocar. Su abuela era una bruja y como tal podía realizar proezas de magia. Cuando era niño Seni tenía la ilusión de ser como ella, jugaba tomando cualquier rama de árbol que encontraba, lamentablemente la realidad le tenía preparado una sorpresa, en su mundo era bien sabido como algo natural que solo las mujeres podrían practicar magia. Con nostalgia y temor movió su mano para tomar la varita y después a modo de juego la blandió como había visto que hacían algunas brujas de su pueblo.

 

-Bola de fuego-.

 

Él nunca esperó que sucediera algo sin embargo una pequeña bola de fuego del tamaño de un puño salió volando de la punta de la varita y se estrelló contra la pared haciendo un hueco de cerca de un metro de diámetro. La mente del joven quedó abrumada, él no sabía que rayos acababa de pasar. Por la repentina explosión su abuela despertó y lo primero que vio fue a su nieto sosteniendo la varita mágica y luego dirigió su mirada hacia el boquete en la pared junto con alguna pequeñas llamas.

 

-¡Seni! ¡¿Qué rayos hiciste?! ¡Dame eso!-.

 

Como su nieto no estaba reaccionando, la anciana le quitó la varita mágica y con ella apagó las llamas que quedaban, después volteó a verlo fijamente a los ojos.



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En el texto hay: brujas. secretos. comedia

Editado: 01.07.2018

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