Dominique:
No sé por cuánto tiempo caminé, pero necesitaba un descanso.
Dejé a Judith echada sobre mi campera militar en el suelo y con una mueca empecé a levantar el dobladillo de mi camiseta.
Tenia algunos puntos saltados y empezaban a sangrar, tomé mi mochila y de mi pequeño botiquín saqué gazas y alcohol, desinfecté y me envolví todo el estómago. Debía conseguir más gazas o no duraría mucho con la sangre brotando.
La pequeña a mi lado jugaba con el pasto como si fuera lo más interesante y no podía evitar sonreír al verla.
Espero que todos estén bien, y no saben como ruego encontrarlos.
Siempre estaba preparada para salir corriendo por alguna emergencia así que agradecía tener fruta enlatada y agua para al menos dos días.
— Muy bien pequeña, debemos buscar un lugar para dormir.
Recordaba una cabaña cerca de aquí que encontré una de esas veces que salíamos por provisiones, pasaríamos la noche allí y luego seguiríamos para encontrar las vías del tren, eran una buena referencia para todos así que la usé y esperaba que se acordaran de lo que les dije.
Senté a Judith en mis piernas y coloqué todo en la mochila, me aseguré de tener la pistola y el cuchillo listos para sacarlos de mi cinturón, el bate no podía utilizarlo con una bebé en brazos y una herida en el abdomen.
Agradecí que no llorara, se la pasó jugando con mi collar y solo se dedicaba a sonreírme.
Por suerte no nos encontramos con muchos errantes, y a los que se atravesaban en mi camino me dedicaba a rodearlos porque a Judith le asustan y se pondría a llorar, solo uno, solo maté a uno porque fue necesario.
Empecé a ver la casa entre los árboles cada vez más cerca, estaba despejada y un atisbo de esperanza me hacía pensar que alguien más del grupo podría estar allí.
Noté que la puerta estaba medio abierta así que puse a Jud a mi costado izquierdo para poder clavar mi cuchillo con la mano derecha, tomé una onda respiración y di dos golpes a la madera.
Por un largo momento hubo silencio, y cuando estaba por entrar el sonido de algo corriendo desde la parte de arriba me sobresaltó, pero al ver de lo que se trataba no pude evitar soltar lágrimas de la emoción.
— ¡Mus!
El can corrió hacia mí, intentó saltarme encima, pero se detuvo al último segundo y ahí fue cuando recordé que tenía un corte en el vientre y estaba cargando a una bebé.
Con los ánimos restablecidos me adentre a la casa y coloqué a Judith en el sofá para poder abrazar a mi perro.
Pensé que había muerto en la prisión, pero estaba aquí. De seguro recordó cuando la despejamos juntos.
— Eres un buen perro Mus, eres un buen perro —lamió enérgicamente mi cara.
Al parecer ya no estaba tan sola.
Dejé a Mus a cargo de la bebé mientras inspeccionaba la casa, había un cuarto matrimonial, el que parecía ser de un niño y un baño.
Bajé para llevarme a Judith, dormiríamos en la cama matrimonial y nos quedaríamos unas dos noches, necesitaba que mi cuerpo se recuperaba, además nos alcanzaban las provisiones que habían en la casa para más tiempo.
El sofá en la puerta nos mantuvo alejados de los muertos la primera noche. Como hace mucho no hacía, me di la libertad de dormir hasta tarde, de todos modos Judith también duerme mucho. Con algunas ardillas que cazó Mus comimos muy bien y descubrí que a Judith le gusta mucho la fruta; así que decidí guardarlas solo para ella, Mus y yo podríamos comer cualquier cosa que él cazara.
— Cama, Ca-ma —repetía.
Pero de Judith solo conseguía balbuceos que me hacían reír.
La puerta principal se abrió abruptamente provocando que la casa retumbara un poco.
Mus dormía a mi lado, pero se alarmó y rápidamente se puso alerta y comenzó a gruñir. Y de pronto... voces.
— No, lo siento.
— Eres un cobarde mentiroso. Eso es lo único que serás.
Eran muchos pasos, muchas personas.
— No, por favor. Lo siento —ese sujeto respiraba muy rápido— No lo hagas por favor.
Me levanté lentamente tratando de no hacer ruido, dejé a Jud rodeada de almohadas y comencé a caminar.
Solo tenía mi cuchillo y la pistola, no encontraba por ningún lado mi bate.
— ¿Qué demonios me dijiste?
— Lo podemos resolver, por favor. —volvió a suplicar.
Abrí la puerta y levanté la palma de mi mano en frente de Mus para indicarle que no saliera.
— Va a suceder —dijo con un tono cantado.
Al salir de la habitación trabé la puerta a mis espaldas.
Rogaba para que la madera del suelo no rechinara y por qué Judith no comenzara a llorar. Muchos pasos se escuchaban recorrer toda la planta baja.
— ¡No!, no. Por favor, no. No lo hagas —el sonido de huesos rompiéndose me hizo estremecer— ¡No!
El resto de hombres se reía.
— ¿Piensas terminarlo? —preguntó otro hombre.
— Si. —contestó quien aseguro fue quien rompió sus huesos.
— Ya me está empezando a doler el oído. Y sé que va ha seguir chillando.
— Después de lo que hizo, el hombre merece desangrar.
Me asomé por el barandal de las gradas, pero no pude ver más que sus espaldas y chaquetas de cuero.
Empezaron a acercarse y retrocedí.
— Quédense abajo.
Igual escuché pasos subir. Corrí hasta meterme en el baño y dejé la puerta entre abierta para observar.
— ¡Limpia tu desastre Harley! —era el hombre que daba ordenes, supongo el líder. ¿Qué desastre? Talvez no querían sangre en el suelo de la casa que pensaban habitar.
La primera figura que vi aparecer caminó hasta la primera puerta que parecía ser la habitación de un niño y se metió allí.
Estaba por salir del baño y volver con Judith, pero un segundo hombre apareció obligándome a esconderme más.
Me pasó de largo dirigiéndose a la habitación donde estaban Judith y Mus.
Mascullé por lo bajo antes de salir. Solo había una forma de detenerlo.