Hola lector@s.
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Besos 😘
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Estacione el coche frente a una mansión de aspecto lúgubre que hasta me dio escalofríos de entrar ahí.
— Vamos hija.
Bajé del vehículo junto a mi madre, ella muy agitada corrió hacía la puerta y tocó varias veces hasta que una mujer anciana nos dejó entrar.
Mi madre le tendió su abrigo y yo imite su acción al ver como la señora me tendía su mano.
— ¡¿Dónde esta?! — preguntó alarmada.
— En su habitación. Los señores fueron avisados y regresarán en la mañana— le informó.
Mi mamá subió los escalones como un rayo. Me disculpe con la señora por como se comportó mi madre.
— Descuida. Thomas es como un hijo para la señora Rousseau. ¿Desea algo de beber? — preguntó con amabilidad.
— Oh no... descuide. Soy Camille la hija de la señora Rousseau.
El rostro de la mujer brilló de alegría.
— Valla pero si eres muy bella, tu madre siempre me hablaba de ti.
—¿Qué le sucedió al pequeño?— decidí preguntar para que así se apagará mi curiosidad.
El rostro de la señora cambió a un semblante serio.
— No sabemos lo que paso, ni siquiera el jardinero. Esta tarde estuvo jugando en el patio con su caja músical. Yo como siempre me encontraba haciendo la cena en eso escuché un gritó y supe que se trataba del señorito Thomas.
— ¿Se tropezó?
Ella negó. — Su brazo lucía completamente con rasguños profundos. Pensamos que se trataba de algún animal salvaje pero el pequeño negó diciendo que Jack no lo quiso lastimar a propósito.
Levante una ceja extrañada.
— ¿Jack? ¿Tiene un hermano?— pregunté a lo que ella negó.
— Jack es su amigo imaginario. Lo trata como si fuera el hermano que jamás tuvo.
Bueno comprendo al pequeño, yo a su edad tenía también una amiga imaginaria.
Pero... ¿Como se hizo los rasguños?
¿Acaso habrá trepado un árbol y resbaló?
Dejé de mis pensamientos atrás al escuchar la risa de mi madre seguida de otra mucho más aguda.
— ¿Puedo? — pregunté señalando los escalones.
— Oh claro. La habitación del señorito se encuentra al final del pasillo. Siéntete cómoda de pasear por ahí. Terminaré de preparar la cena.
Subí por los escalones cubiertos por una alfombra color escarlata. Caminé por el pasillo como me indicó la señora.
Toqué dos veces la puerta color blanco que se encontraba semi abierta.
— ¿Se puede?
— ¡Camille. Claro, pasa te quiero presentar a alguien!
Entre a la alcoba, mi madre se encontraba sentado en la cama al lado de ella se encontraba un niño de cabellos castaños al igual que sus ojos.
— Thomas te presentó a mi hija Camille.
— Hola Thomas— lo saludé.
Sus ojos del pequeño brillaron de emoción al verme.
— ¡WAO! Es como una princesa.
Me reí ante su comentario. Miré disimuladamente su brazo izquierdo cubierto por telas blancas. Pude notar el color de la sangre haciendo que me de arcadas.
— Te lo dije. Es muy amable y le gusta jugar. Es traviesa como tú.
— ¡Oye! — grité haciendome la ofendida a lo que ellos rieron.
— Bueno... Iré a ayudar a la señora Holbien, mientras tanto ¿Porque no le enseñas tus pasos de ballet a Thomas?
— ¡Sí! Quiero verla bailar— chillo emocionado el niño.
— No creo... Dejé el ballet hace mucho.
— Por favor Camille — me suplicó Thomas con ojitos de cachorro abandonado.
— Es... esta bien— dije resignada.
Mi madre se despidió de nosotros para luego desaparecer por el pasillo.
— ¿Te puedes parar en puntas?
Yo asentí e hice lo que me pidió. Años de práctica hicieron que mis pies se acostumbraran a esto sin siquiera dolerme.
— ¿Puedes danzar?
— Seguro.
Cerré mis ojos e imaginé un escenario y la música clásica. Mis pies se movieron por su propia cuenta.
La habitación era muy espaciosa así que no había problema en romper algún objeto de valor. Estuve varios minutos dando piruetas y giros.
Giré con elegancia con las puntas de mis pies. Pero por alguna extraña razón sentía que Thomas no era el único que me observaba.
Editado: 14.07.2018