Capítulo 15
Las separaciones son cada vez más largas, pues Aiko tiene mucho trabajo con su carrera. No ha elegido una titulación sencilla y cada semestre es cada vez más agotador por las exigencias de las materias y los profesores. Realmente está tan saturada que cada noche llega y se tumba en la cama deseando la muerte.
Intenta contestar a todas las llamadas de Ran, pero se le hace literalmente imposible y además él se enfada cada vez más por no obtener respuesta sin entender que la niña no puede estar todo el tiempo pendiente de su teléfono. En su corazón empieza a sentir demasiada presión de parte de su novio y eso no la hace sentir bien, al contrario, empieza a sentir algo de rechazo porque una vez más la necesidad de control sobre ella es agobiante. No ha llegado hasta aquí´para seguir viviendo igual que antes y eso su novio tiene que entenderlo por las bunas o por las malas. Así que deja de contestar a sus llamadas.
Por su parte, Ran cada vez menos puede salir del país. Están en varios proyectos muy grandes que implican tecnología gubernamental y la incorporación del pequeño genio que es Raúl los ha puesto en una competencia dentro de las ligas mayores. Ahora cuentan con algunos de los mejores productos de tecnología y la competencia se ha vuelto feroz.
Han tenido varios intentos de robo de información y además el trabajo se ha triplicado con las exigencias de su cliente potencial. Conseguir un contrato con el gobierno es otro nivel y tanto Watanabe como Masaharu, e incluso Stixia, las tres corporaciones gigantes de las tres familias aliadas, quieren conseguir ese proyecto a como de lugar. Lo malo de esto es que el mayor implicado es el mismo Ran, quien está liderando el proyecto principal. Está sometido a mucha presión y su único escape, su Aiko no colabora con eso de no contestarle.
Para él, hablar con ella al menos una vez al día es el momento de paz que necesita para continuar. Para ella, eso se ha convertido en una obligación antinatural y forzada. Y estar lejos, no facilita esa comunicación donde las palabras a veces estorban más que ayudar. La última vez que hablaron tuvieron una tremenda discusión y desde entonces se han mantenido alejados.
Aiko porque quiere estar tranquila para sus exámenes y no quiere enfadarse más y Ran porque está dolido de la poca comprensión de ella y frustrado porque la necesita, pero ella no lo apoya en estos malos momentos. Sin hablar, de alguna manera deciden que es mejor dejarlo correr de momento. Cuando estén más liberados aclararan todos los pendientes.
Realmente ese planteamiento les fue bien, pues centraron la mente en otros asuntos aparte de la relación y así pudieron concentrarse en lo urgente. Lo malo de concentrarse en lo urgente es que uno se desocupa de lo importante. Pero aún no se dieron cuenta de esto.
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Raúl es una caja de sorpresas. Ese chico que hasta hacia no tanto era considerado por su familia como un típico ni-ni (ni estudia, ni trabaja), un bueno para nada, resultó ser una pieza clave en el avance de todos los negocios que afectaban a las familias. Tenía en su cabeza tantos proyectos, ideas e inventos, que le asignaron un equipo de trabajo que solo estaba para desarrollar lo que él iba bosquejando en sus libretas de I+D.
Él estaba encargado del área de Investigación y Desarrollo e innovación y cumplía perfectamente con los objetivos de ampliar el conocimiento científico, tenga o no una aplicación práctica en productos y servicios. Es decir que algunas de sus ideas eran verdaderamente locas y a la hora de desarrollarlas poco menos que una utopía en el mundo real, pero algunas eran como perlas auténticas, y esas eran las que el equipo presentaba a la presidencia.
De todas los nuevos posibles proyectos se habían encantado por tres y esos eran los que estaban manejando en ese momento, de cara a conseguir contratos con el gobierno y sus filiales. No solamente con el gobierno del país, sino de muchos más.
Sus padres cuando lo llamaban no tenían ni idea de nada de esto y pensaban que Ran era un buen hombre que por compasión le había dado ese trabajo de administrativo en su empresa y Raúl no se molestaba en explicarles tampoco. Se reía mucho cuando doña Margarita le decía que se portara bien con sus jefes para que no lo despidieran y que no importaba que ganara tan poco, que era mejor así, empezar desde abajo humildemente.
—Hijo, no importa que no tengas estudios ni seas muy inteligente, que nosotros te apoyamos de todas formas. Si necesitas dinero avisa a papa —le decía, junto con una lista de recomendaciones, sobre que comiera a sus horas, no saliera sin taparse el cuello y que tuviera cuidado con las corrientes, que son el diablo y se podía enfermar.
—Sí, mama —contestaba.
En realidad, ganaba un gran sueldo y además recibía una parte del porcentaje de sus inventos. Eso le estaba permitiendo acumular un gran capital en poco tiempo, aunque él seguía viviendo como siempre, modestamente, y no gastaba demasiado. Tampoco tenía en qué. No era alguien que se interesara por su ropa, no tenía amigos ahí para salir, no tenía novia, ni grandes intereses u otros hobbies aparte del mundo de los juegos y la tecnología.
Sus padres ignoraban el éxito que tenía en su trabajo y lo valorado que era, pues estaba considerado un genio en lo suyo. Al parecer nadie en la familia había hablado de esto con los señores y no le importaba. Al fin y al cabo para sus padres siempre iba a ser su hijito pequeño, el que no les salió muy listo, como decía siempre su mamá a las vecinas con cara de resignación. Su madre culminaba la llamada siempre con lo mismo.
—Y cuidado con las mujeres malas, hijo, que tú eres muy inocentón para esas cosas y hay mucha lagarta suelta —terminaba de rematar la señora.
—Sí, mama —se reía avergonzado.
Realmente en ese sentido su madre tenía toda la razón. Él no tenía ni idea de como ligar con una mujer. La que le gustaba en la empresa no le hacía mucho caso y al parecer había empezado a salir con otro compañero, y claro, la culpa era de él por no atreverse a decirle nada, cuando sabía que la chica tenía cierto interés. No se atrevió y ahora era tarde.