Capítulo 19
Aiko regresó al apartamento después de un día agotador en la universidad. Estaba intentando retomar sus rutinas y no dejarse amedrentar por los sucesos de la semana anterior. Ran no estaba nada contento con eso y pretendía que se fueran de vuelta a Japón de inmediato, pero una vez más contó con el apoyo de sus suegros, especialmente del señor Masaharu que convenció a su hijo para que aceptara pasar el tiempo que le quedaba a la chica de clases. Al fin y al cabo, ya casi acababa ese año.
Ran aceptó a regañadientes. Mientras ella iba a la universidad, su novio aprovechaba para arreglar algunos asuntos de la corporación Masaharu. Al acercarse a la puerta, tuvo una extraña sensación, como si alguien la estuviera observando. Se volvió y vio a un hombre parado a cierta distancia. Era atractivo, con una mirada misteriosa. Aiko se sintió incómoda por su presencia y se apresuró a meter la llave en la cerradura. Estando a punto de entrar, escuchó su voz.
—Aiko Watanabe, ¿verdad? —dijo el hombre con una sonrisa intrigante.
Aiko se detuvo en seco, sorprendida de que él supiera su nombre. Se giró lentamente hacia él, manteniendo la guardia en alto.
—¿Quién eres? —preguntó cautelosamente.
El hombre dio unos pasos hacia adelante, pero se mantuvo a una distancia respetuosa.
—No soy nadie peligroso, Aiko. Solo quiero hablar contigo.
Aiko lo miró con desconfianza. Su instinto le decía que no debería confiar en este extraño. Pero también sentía curiosidad por saber por qué la estaba buscando.
—Habla —dijo con firmeza, cruzando los brazos sobre el pecho.
El hombre sonrió de nuevo, como si apreciara su determinación.
—Soy alguien que tiene información que podría interesarte. Alguien que sabe lo difícil que ha sido para ti lidiar con todas esas imágenes y rumores que rodean a tu prometido.
Aiko frunció el ceño, sintiendo una mezcla de confusión y enojo.
—No sé quién eres ni cómo sabes sobre mi situación, pero no me importa. No necesito información de desconocidos.
El hombre suspiró, dejando ver que esperaba esta reacción.
—Entiendo tu desconfianza, Aiko. Pero te aseguro que lo que tengo que decirte es importante. Te diré quién está detrás de todos esos rumores y cómo te han estado manipulando.
Eso concordaba con lo que le contó Ran sobre alguna clase de trampa en la que estaban envueltos con el objetivo de separarlos o perjudicarlos de alguna manera. Eso los tenía a todos en la familia, preocupados y atentos. Aiko sintió que su corazón latía con fuerza. Seguía escéptica, no sabía quién era este hombre ni hasta donde podría saber, pero no pudo evitar sentir un atisbo de interés.
—Si tienes algo que decir, dilo de una vez. —El hombre asintió con seriedad.
—El responsable de todo esto es alguien que quiere separarte de Ran. Alguien que está dispuesto a usar cualquier medio necesario para lograrlo.
Si lo que decía ese hombre era cierto, entonces había algo más grande en juego de lo que había imaginado. Estaba cansada de las mentiras y manipulaciones.
—Necesito pruebas. No creeré tus palabras sin pruebas concretas.
Él sonrió de nuevo, esta vez con un toque de admiración.
—Eres más inteligente de lo que pensaba. Ven conmigo. Te mostraré la verdad.
—No iré a ningún lado contigo. Si tienes pruebas, tráelas aquí —dijo con firmeza. Su interlocutor suspiró, pero parecía comprender su postura.
—Muy bien, Aiko. Te dejaré por ahora. Pero recuerda mi nombre: Katsume. Si alguna vez cambias de opinión y quieres conocer la verdad, no dudes en buscarme. —Dicho esto, se alejó, desapareciendo en la distancia.
Aiko observó su partida, llena de dudas. Lo primero que hizo al entrar en la casa fue llamara a Ran.
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El hermano pequeño de Azaki miró por la ventana hacia el horizonte de la ciudad, dejando que sus pensamientos divagaran hacia su linda cereza. Recordó los momentos de complicidad que habían compartido, las risas, los planes para el futuro y todo lo vivido esos días de reencuentro con ella. Ahora ya no le cabía ninguna duda. Debía llevarla con él.
—¿En qué piernas, hermano? —Azaki le hablaba, pero él no escuchaba nada, así que el hombre le dio un golpe en la espalda que lo hizo sobresaltar. Azaki rio.
—¿Qué haces? —Ran lo miró molesto.
—Hace un buen rato que te hablo y ni me miras. Sigues pensando en tu linda noviecita ¿eh?
—Siempre —aceptó el joven.
—¿Sigues pensando que es buna idea llevarla contigo a pesar de que no quiere? No te voy a decir lo que hacer, ya sabes que no me meto, pero no te busques problemas innecesarios.
—No será un problema. Ella no dijo que no definitivamente —replicó.
—Creo que es más lo que tú deseas que lo que ella piensa de verdad…
Ran suspiró cansado. Su familia no le daba tregua con el tema, pero en este caso no iba a ceder. Ya les hizo caso antes, cuando permitió que ella se viniera a estudiar y ahora estaban como estaban. Amenazados y a punto de separarse casi por un montón de malentendidos generados por no sabía quién. Eso lo tenía en vilo. ¿Quién le quería hacer daño a él o a su novia? Enemigos siempre había, eso estaba claro. Sin embargo, no tenía idea de cuáles eran los motivos que movían a la persona o personas detrás de este asunto.
Por eso era mejor tener a Aiko cerca. Había pensado sobre esto mil veces, pero no encontraba otra manera, aunque ella no estuviera feliz con la decisión.
Maldijo la situación y a su pequeña novia que estaba empecinada en labrarse un futuro y lo estaba haciendo aquí, como si no hubiera suficientes universidades en Tokio. Se le hacía insoportable estar tan lejos de ella. Ran recordaba cómo solía sentir el latido de su corazón acelerarse cada vez que Aiko estaba cerca. La forma en que la miraba, cómo su sonrisa iluminaba su mundo.
Se culpaba a sí mismo en parte por haber dejado que las cosas llegaran a este punto. Aunque estaba rodeado de mujeres debido a su trabajo y su posición, ninguna de ellas era como su pequeña ni se acercaban siquiera. Se daba cuenta de que no había sido completamente honesto antes con ella sobre las manipulaciones que estaba enfrentando. No había querido preocuparla, pero ahora veía que su falta de comunicación solo había empeorado las cosas. Algo no iba bien, pero no sabía qué, exactamente y esperaba descubrirlo antes de que las cosas fueran más lejos, se prometió.