#S&M.
Meses después de la boda.
Nunca antes había salido del país y hacerlo con la persona que más me hace feliz en todo el mundo resulta ser un sueño hecho realidad que por siempre recordaré. Max me sujeta de la mano para que no pueda perderme de vista mientras atravesamos una gran multitud de personas, estaba muy pendiente de mi.
—¡Esto me recuerda a Elida! —. Le dije emocionada al entrar a una tienda.
—¿Una lagrimita de cristal? —. Él me veía con diversión al llegar a mi lado.
—No se en que momento el cáncer volvera conmigo y quisiera darle algo con lo que pueda recordarme siempre. —. Y sentía que con una lagrimita de cristal ella podría pensar en mi, según Elida vivo llorando siempre y no sé, la lagrimita de cristal va de acuerdo conmigo y se que pensará en mi siempre que la vea.
—Hablar del cáncer debería considerarse un tabú. —. Y Max se vuelve rígido, odia que hablemos de eso pero debe entender que es una realidad con la que vivo todos los días.
Desde la boda he estado extrañamente sana y se que no es buen augurio y que en cualquier momento el cáncer vendrá y hará lo que no pudo hace un año. Y aunque a Max y a Elida les cueste deben aceptar que es mi destino, que no permaneceré toda la vida con ellos.
—Max…—. Ahora él estaba del otro lado, viendo a los estantes tratando de evadir nuevamente esa conversación.
—Sienna, amor sabes que no me gusta involucrar esa palabra en nuestras charlas. —. Él toma mi mano y ve mi anillo en el dedo anular, mis dos anillos; el de compromiso y el de matrimonio.
—Es mi destino y tu más que nadie lo sabes.
—Y el médico ha dicho que estás sana y que no hay rastros de una multiplicación de las células cancerígenas. Han muerto todas, Sienna, ya estás sana. —. La desesperación por creer en las palabras del doctor era palpable pero sabe que no siempre es así y que ese mismo médico le dijo que así como desaparecen ellas vuelven a vivir con más fuerza.
Tanto él como yo decidimos que dejaríamos morir la conversación y aunque estuvo quejándose accedió a comprarle la lagrimita de cristal a Elida.
Estábamos en Londres paseando por sus hermosas calles, yo nunca había salido del país y Max había cumplido uno de mis sueños antes de morir.
Y él no sabe que estoy cumpliendo cada cosa que escribí en mi lista de quehaceres antes de morir.
Se que si se entera se molestará un poquito ya que quiere ignorar el hecho de que en cualquier momento moriré, prefiere fingir y creer en las palabras que el médico le dijo hace un mes cuando fuimos a emergencias a causa de uno de mis desmayos. Por un momento creí que está vez moriría ya que la respiración no llenaba por completo mis pulmones y veía borroso, pero afortunadamente no fue así.
—¿Estás enojado conmigo?
Ahora estábamos en nuestra habitación del hotel y él seguía en el balcón desde que llegamos, viendo las calles húmedas dándome la espalda.
—Jamás podría enojarme contigo, mi vida. —. Y él extiende una mano a mi dirección para acercarme.
—Se que el tema del cáncer te pone mal pero, Max debemos hablarlo. —. Y abrazada a su cuerpo siento como se pone rígido otra vez.
—¿Y que quieres hablar? Estás sana y es lo importante. —. Esa negación me pone mal, si se pone así aún cuando sigo viva no quiero imaginar cómo será cuando me muera.
—De lo que pasará contigo cuando ya no esté, con Elida y con…—. Callé antes de que pueda seguir.
Hace unos meses antes del desmayo fuimos a emergencias por un sangrado inusual que corría por mis piernas, yo estaba muy asustada llorando sin saber que hacer y Max andaba de un lado a otro tratando de agarrarme sin lastimarme. Y cuando llegamos nos habían informado que trataba de un aborto espontáneo. Habíamos estado embarazados y no sabíamos. A él lo tomó por sorpresa y a mi igual, cuando llegamos de emergencias no hicimos más que hablar de que no podríamos tener más hijos.
Yo principalmente estaba en contra de tenerlos por mi vitíligo, habían dicho que las probabilidades de que un hijo de nosotros dos puede salir con vitíligo en cualquier parte de su cuerpo y… no. Max dice que no está en contra y que él seguiría amando a ese bebé aún si tuviera mi misma enfermedad y que lo trataría como me trata a mi, Pero soy yo la que no quiere eso. No quiero que mi bebé sufra lo mismo que yo o que tenga mi mismo destino.
—Yo sin ti jamás podría seguir, Sienna. —. Masculle en un tono de voz baja, su voz salió estrangulada por lo que asumo ha de tener un gran nudo en la garganta.—, eres mi vida lo único que podría matarme sería perderte.
—Max, debes hacerte la idea de que en un futuro eso puede pasar y que yo.
—Sienna no por favor. —. Me suelta apartándose de mis brazos y huyendo al otro lado del balcón.
Aún de espaldas podía escuchar sus sollozos y su dolor, está era una de las razones por la cual no quería casarme con Máximo.
Él sufriría conmigo mi enfermedad y mi destino.
—Max. —. Él limpia sus lágrimas e inhala aire nuevo.
—No puedo perderte, Sienna.
Y me abraza con muchas fuerzas dejando ir su llanto en mi hombro, sin saber que esto rompe en millones de fragmentos mi corazón. Lo estaba lastimando con el asunto de mi enfermedad.
La noche cae para nosotros y ahora estamos recostados en nuestra cama, él abrazado a mi durmiendo plácidamente y yo viendo el techo sin poder cerrar mis ojos. Me daba vueltas y nada, me ponía boca arriba y tampoco, boca abajo y sin nada de sueño.
Sin despertarlo salgo de la cama para ir al baño y lavar mi rostro con un poco de agua fría y ver si así puedo conciliar sueño, pero a medio camino me da un dolor de repente que hasta me hace caer al suelo y a causa del estruendo de mi cuerpo chocando con el suelo Max se pone de pie rápido a ayudarme.
—¡Sienna!
Yo estaba muy mareada y tenía muchas náuseas, hasta que vomité en el suelo junto a Max pero el dolor seguía persistente en mi sistema. Había un fuerte ardor en el centro de mi pecho y mi corazón latía con mucha rapidez, tanto que hacía doler mi pecho.
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Editado: 26.06.2024