ANDREW.
— Joven Andrew, tiene una llamada telefónica. — Me giro hacia Irina, la ama de llaves de casa.
— De acuerdo. Gracias. — Sonrío y comienzo a encaminarme hacia el teléfono. — ¿Sí?
— Andrew. — Esa es Venus.
— Has despertado mi diosa. — Sonrío.
— Si eso parece. — La escucho reír. — Tampoco es como que hablo ¿cierto?
— Amo tu sarcasmo ¿sabes? — Vuelve a reír. Veo a mamá tomar el otro teléfono de línea. — No vuelvas a dormir. Voy a colgar y vuelvo a llamarte ¿de acuerdo? — No digo más y cuelgo la llamada. — Mamá. — La llamo. — ¿No sabes que es de muy mala educación escuchar conversaciones ajenas? — Mi madre se sobresalta dejando caer al suelo el teléfono.
Dejo en teléfono sobre la mesa más cercana a mí. Niego con la cabeza subiendo las escaleras de dos en dos.
Al menos sé que papá quiere conocer a Venus y que no está escuchando detrás de las puertas lo que hago o dejo de hacer.
Tomo mi celular de mi chaqueta para comenzar a teclear el número de la casa de Venus mientras entro a mi habitación. Me dejo caer en la silla más cercana a la ventana.
Al segundo tono responde.
— Si vuelves a colgarme de ese modo, voy a matarte Andrew Sheck. — Suelto una risotada.
— De acuerdo. Lo lamento. — La escucho suspirar del otro lado del teléfono. — No vuelvo a hacerlo. Di que me perdonas.
— Solamente si tú dices que me perdonas. — Frunzo el ceño.
«¿Yo? ¿Por qué?»
— Lamento haber arruinado tu bienvenida. No quería preocuparte. — Suena demasiado triste.
— Oye, ¿también tú quieres problemas? — La escucho reír. — No arruinaste nada. Todo fue perfecto.
— ¡Andrew Sheck! No te atrevas a mentirme a mi ¿lo escuchaste? — Suelto una risa por lo bajo.
— Es que te juro que todo fue perfecto. — Me quejo. — ¿Quieres saber por qué?
— Ah... De acuerdo. — Sonrío.
— Primera cosa; estabas tú. Segunda cosa; tú me recogiste en el aeropuerto. Tercera; seguías conmigo. Cuarta cosa; admitiste que me extrañaste. Quinta cosa; tú estabas conmigo todavía. Sexta cosa; me enseñaste algunas palabras nuevas. Séptima cosa; estabas tú. ¡Puedes creerlo! Seguías ahí. Octava cosa; descubrí tu punto de quiebre. Novena cosa...
— Yo seguía ahí. — Me interrumpe.
— Exactamente. — Venus suelta una risotada. — Décima cosa; me defendiste de ese mesero lilipendo. Onceava cosa; le devolviste el nombre original a mis amigos, ¿quieres que continúe?
— No estoy bien con eso. — Reímos. — Creo que debería colgar.
— No. ¿Por qué? — Frunzo el ceño mientras miro a la nada. — ¿A caso tienes cosas más importantes que yo? — Finjo indiferencia.
— Oye tú, candidato para el papel de esposo celoso... — Suelto una risotada. — Confieso que tú eres una de las cosas importantes, así que deja el drama para otra ocasión ¿puedes?
— Claro que puedo mi diosa. — La noto suspirar. — Oye, ¿tienes modo de mirar al cielo?
— De hecho, si... ¿por qué?
— Mira el cielo. — Hago también lo mismo.
— Muy bien. Ya lo veo. ¿Qué hay con él?
— Yo soy la luna y tú la estrella que está justo del lado derecho. Tu eres la estrella que la luna siempre va a iluminar. Aun cuando todo el cielo esté cubierto de nubes negras. Tu eres la estrella Venus, que la luna Andrew, nunca va a abandonar. — Alargo mi mano hacia la ventana. Como si de algún modo pudiera tocar las estrellas. — Eso tienes que recordarlo siempre ¿de acuerdo?
— Si. — A penas puedo escucharla. — Y-ya voy mamá. — Sonrío ligeramente. — Debo ir a cenar. Gracias por todo Andrew.
— No tienes absolutamente nada que agradecer Venus. — Suspiro entrecortadamente. — Hasta mañana. Descansa.
— Voi Pota, pombéro. — Cuelga.
«¿Voi que?»
Niego con la cabeza y dejo caer mi celular a mis piernas.
Podría dejar mi vida empeñada a cambio de que Venus me quisiera al menos un poco de lo mucho que yo la quiero. Nunca había conocido a persona más interesante que ella.
Mi celular comienza a sonar de nuevo. Respondo sin mirar quien llama, dejando mi cabeza contra la ventana.
— ¿Sí?
— Vaya. En realidad, si sigue siendo éste, un número para localizarte. — Me incorporo rápidamente al escuchar la voz de Maximiliano del otro lado del teléfono. — ¿Cómo estás Andrew?