When She Was Obsessed

DÉCIMO SÉPTIMO INTENTO

INTENTÉSMLO OTRA VEZ

Llegar a casa ha resultado ser el camino más eterno de mi vida. Aún siento un nudo en la garganta y tengo el pecho comprimido. Casi no puedo respirar sin dificultad; y siento... siento ese terrible vacío en mi interior que no me deja en paz. Incluso mi mente, ¡Dios mi mente! Mi mente es un montón de pensamientos disparados en mil direcciones, recuerdos que pasan frente a mis ojos como fotografías tiradas al piso, y un sin fin de frases dolorosas; todas y cada una de ellas, van de la mano de un nombre que ya no quiero pronunciar. Un nombre que de solo recordarlo me enfurece y a la vez me lastima. 

Me han roto el corazón y se siente... se siente mal. 

Ni siquiera puedo describirlo, es como si me hubiesen arrancado una parte de mí, luego arrojado al piso y aplastado frente a mis narices con una sonrisa en la cara. 

Me siento avergonzada conmigo misma por ser tan tonta. No debí ceder, no debí sucumbir ante él, no debí dejarme llevar tan rápido. ¡Mierda, soy tan estúpida!

Cuando llego a casa, subo hacia el pequeño porche para llegar hacia la entrada. En frente de la puerta, y con las manos temblorosas, trato de hacer entrar la lleva en la cerradura. Intento un par de veces darle la vuelta, pero esta se atraca y finalmente se rompe. Me maldigo interiormente, y luego saco de mi bolso el móvil para llamar a mamá.  Cuando intento timbrarle, me manda al buzón.

Carajo.

No me queda más remedio que tomar asiento en uno de los escalones y esperar a que ella regrese a casa. Miro hacia el cielo, es temprano aún, aproximadamente las doce del día y hay sol. Sin embargo, siento mis manos y pies fríos. Exhalo y trato de estabilizarme un poco, pero no tardo mucho en volver a recordar lo ocurrido. De repente, me vuelvo a sentir angustiada y con poca capacidad para respirar con comodidad. Sus palabras resuenan en mi mente, y lo hacen una y otra vez. Las teorías masoquistas vuelven a apoderarse de mis pensamientos y consumen todas mis esperanzas. Dejo caer mi rostro sobre mis rodillas y sollozo levemente. Ayuda mucho el hacerlo, aunque no me siento mejor, pero si liberada. Mi corazón alivia la carga y el nudo en mi garganta empieza a disolverse, pero mi pecho aún duele. Duele tan fuerte como el imaginarlo yendo tras ella, y duele tanto al verme a mí misma aquí, teniendo el papel de estúpida del cual nunca estaré orgullosa.

La imagino a ella y no a mí, está más que claro. Él mismo lo dijo y me niego a alimentar mi corazón de una esperanza más. Sé que me estoy rindiendo fácilmente, pero no puedo hacer oídos sordos ante esto. Loann me detesta, no me ve como quiero que lo haga, no lo hace ni lo hará. Y yo no ayudo ni una mierda a que él cambie de opinión. 

Golpeo mi zapatilla en el piso, duele, pero no tanto como sus palabras. 

Mamá regresa con una bolsa de compras en una mano. En cuanto la veo, corro a ayudarla. Ella me saluda con un beso en la cara y luego me observa un tanto intrigada. 

— ¿Has estado llorando?

Me quedo muda un par de segundos y luego escondo mi sorpresa tras una sonrisa forzada.

— Claro que no — digo, tomando una bolsa y llevándola hacia la puerta.

Mamá hace maniobras para abrir la puerta, luego me mira ceñuda.

— Esta puerta está atorada, niña.

Rasco mi nuca.

— Quizás yo...

Mamá niega con la cabeza, luego toma su móvil, marca el número de un cerrajero y, cuando termina de hablar con él, vuelve a mirarme ceñuda.

— Has estado muy extraña este fin de semana, ¿ocurrió algo?

— Nop — me limito a responder.

— Hoy entré a tu estudio porque necesitaba algo de ahí, encontré sin querer tus cuadros. Has estado pintando muy seguido el rostro de un muchacho.

Me alarmo. 

— Mamá, sabes que ese es mi lugar privado — refunfuño.

— ¿Podrías decirme quién es el muchacho de las pinturas?

Me alarmo doblemente. Es bochornoso que mamá haya descubierto mis cuadros de Loann. Creo que, si supiera el mal rato que me hace pasar todo el tiempo, los arrojaría a la basura. A mamá no le gusta verme sufrir por ningún chico.

— Es un modelo —miento—. Es muy guapo y.… me provocó pintar rostros. Lo escogí, es todo, no es nadie importante.

Mamá toma asiento en la entrada, justo en donde estuve hace unos minutos. Me hace una señal para que la acompañe y yo obedezco. Creo que he sido descubierta.

— Parece que no confías en mí, y creo que estás mintiéndome —cuestiona.

Suspiro.

—Mamá, siempre te he tenido absoluta confianza, pero... esto no es algo de lo que me sienta orgullosa — explico.

—  Me estás alarmando un poco, ¿por qué lo dices?

— Porque realmente estoy quedando como una pobre tonta.

— ¿Él no te corresponde?

Niego con la cabeza y luego gimoteo un poco. Liberándome.

 — Y lo peor de todo, es que yo no hago nada bien para demostrarle que no soy el tipo de persona que él cree. No sé por qué me odia tanto, no sé por qué no puedo ser si quiera su amiga. 




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