— Quiero saber dónde estás, con quién y qué diablos estás haciendo ahora mismo.
Me separo unos centímetros de mi móvil y camino avergonzada lejos de los Cooper. Sé que no pueden oír los gritos de mi madre, pero no quiero que escuchen mi voz temblorosa mientras le explico lo sucedido.
— Estoy ayudándolos, te lo dije cuando salí de casa —explico.
— ¿En qué?
— A cuidar de la niña.
— Pues ya hiciste suficiente es hora de que vuelvas a casa.
— Mamá, ellos me ofrecieron quedarme esta noche y...
— No — dice, rotundamente.
— Es tarde para regresar a casa — digo, a manera de chantaje emocional.
— Pues dile al jovencito que te llevó hasta a su casa, que te haga el favor de regresarte aquí. No quiero peros, quiero que estés en casa.
— Mamá... — me quejo.
— Defne — amenaza mamá.
— Me quedaré — la reto—. No es la primera vez que duermo fuera de casa, sabes que nada malo me pasará. Sé cuidarme, no necesitas gritarme de esa manera.
— ¿Estás desobedeciéndome?
— Le prometí a Liana desayunar con ella — miento—. Estaré bien, te lo prometo. Cuando termine, te avisaré.
— ¿Terminar qué?
Miro hacia el cielo.
— Cuando termine de desayunar.
— Me estás retando como si no tuviera autoridad en tu vida.
— Mamá tú y yo nunca hemos tenido este tipo de discusiones. Nunca me has prohibido algo, no empieces ahora y a mis diecinueve años — avanzo unos pasos más, lo suficiente para estar lejos de los Cooper.
Hay un silencio de cinco segundos.
— Sé que estás con ese muchacho.
Me hielo. Mamá lo sabe, negarlo sería una tontería. Me limito a quedarme completamente callada.
— Hablaré contigo cuando regreses a casa — dice, y finalmente cuelga.
Un parte de mi corazón se quiebra cuando escucho el tintineo que indica que la llamada ha finalizado. Mamá está muy enfadada conmigo, y probablemente no me disculpe esta vez. En estos últimos días ella y yo no hemos tenido la misma relación de siempre. Hay secretos entre las dos y quisiera saber los de ella, pero temo que eso implique explicarle muchas cosas así que prefiero las cosas continúen de esta manera.
Al girar, me choco con la mirada inquisitoria de Loann y el rostro avergonzado de Annie.
— Ella entiende que debo quedarme —digo, mostrando una sonrisa fingida.
Loann reacciona negando con la cabeza.
— Espero no causarte problemas con Diana — dice la señora Vega.
Reacciono sorprendida ante la frase de Annie.
— ¿Conoces a la madre de Defne? — cuestiona Loann.
Annie rebota la mirada entre los dos hasta que parece recordar algo.
— En... la entrevista... me dijiste que tu madre se llamaba Diana Costa. Acabo de recordarlo — emite una pequeña risa.
Asiento y luego Annie cambia la conversación drásticamente.
— Bueno, creo que es hora de irnos a descansar.
— Buenas noches a las dos — dice Loann, haciendo zancadas hasta su habitación.
— Jovencito, tú te quedas — ordena Annie, señalando hacia el piso.
Loann completamente de espaldas, deja que sus hombros caigan mientras emite un fuerte resoplido.
Gira y de nuevo sus ojos azules se clavan en mí, pero esta vez me mira regularmente fastidiado, a lo que yo reacciono con una mueca de desagrado. Esto es humillante, no quiero que la señora Annie obligue a Loann a ser amable conmigo, preferiría que sea el mismo tonto de siempre. Al menos esos sería auténtico.
— Debes ayudar a Defne a instalarse en tu habitación.
Me ruborizo. Dios mío dormir en el cuarto de Loann Cooper.
Me he imaginado muchas cosas sucias, debo admitirlo. No voy a entrar en detalles, pero en ninguno de esos sueños nocturnos estuvo que él duerma en el sofá y yo en su cama. Esto es decepcionante, pero es lo que hay. No pidamos mucho al universo. El universo es cruel cuando uno es desagradecido.
— Y eso implica que yo duerma en el sofá —dice, arrastrando las palabras.
Lo sabía.
Estoy a punto de intervenir, cuando Annie solo asiente y lo señala a modo de advertencia. Seguido de esto, me da una sonrisa amable y unas buenas noches con un sonoro beso en la mejilla. ¿Es todo? ¿Me dejará sola con Loann, con este loco que me odia y puede hacerme Dios sabe que cosas?
Bueno, no me quejo.
Dejemos la hipocresía un momento y admiremos por fin tranquilamente el cuerpazo de Loann Cooper.
— No dormiré en el sofá, te lo advierto — habla.
Inclino la cabeza hacia atrás.
— Bien, yo dormiré en el sofá — refunfuño, mientras intento dirigirme a las escaleras.
Loann toma mi antebrazo para impedir que siga avanzando. El contacto hace que mis piernas tiemblen, dos segundos después, me repongo completamente del efecto zafándome de su agarre.
Porque siempre hay que ser digna, bebé.
— Dormirás en mi habitación y yo en el sofá cama, ¿puedes con eso o eres demasiado berrinchuda para dejar que mi columna amanezca destrozada?
Abro la boca y la cierro, y la abro y la vuelvo a cerrar como por tres veces.
Soy pésima fingiendo, lo sé.
— Puedo con eso — digo.
Loann se coloca a un costado de su habitación y yo avanzo dos pasos hasta que el me detiene en el umbral en la puerta. Su mano vuelve a tener contacto conmigo cuando se posa sobre mi hombro.
— ¿A dónde crees que vas, mocosa?
— A tu habitación — digo obvia.
Loann suelta una risa cargada de ironía.
— Hay una regla para dormir en mi habitación.
Levanto una ceja.
— ¿Cuál?
— Sin zapatos.
— ¿Quién te crees? Ni la reina de Inglaterra es tan exquisita como tú. Además, he entrado muchas veces y en ninguna de esas ocasiones me quité los zapatos.
— Pues hoy sí y eso es algo que debes saber ahora de mí. Odio la mugre de tus botas.
— Mis botas no...
— Los zapatos — dice, extendiendo las manos.