Me gusta soñar.
Desde que tengo memoria. Me gusta soñar.
Paisajes increíbles. El amor de aquella persona que tanto anhelo.
Todo es posible cuando cierro los ojos y puedo escapar de este lugar, almenos, por un rato.
En el mundo de los sueños, todo aquello que tu desees que se convierta realidad, lo hace. Mira, por ejemplo, ahora mismo yo quiero ver una escultura enorme en arena de la torre de Babel en una noche estrellada, una aurora boreal y mucha, mucha tierra de colores rosáceos, puedo hacerlo...¡Listo! ¡Hasta podemos hacer sandboard desde aquí arriba hasta el infinito de nuestra mente! Estás en un lugar seguro, un lugar donde sabes que todo saldrá bien. Porque tú tienes el control. Aquí nadie te recriminará nada, aquí, nadie tiene por qué decirte lo que debes o no debes hacer, ¡eres libre de hacer lo que te de la gana! O bueno, almenos, así fue para mi los últimos dos años...algo raro paso, desde hoy. El primer día de octubre, cuando conocí la organización W.H.I.S.T
...
Pensé en eso mientras me seguía sacudiendo en el cielo con brusquedad. Y maldiciendo, maldiciendo mucho.
- ¡Victor! - escuché a lo lejos - ¡Victor!
María es una de esas chicas, ya sabes, de las que gustan de hablar sobre sus fantasías de empoderamiento, de querer tragarse el mundo, tonterías así. Siendo honesto, a veces me irrita escucharla cuando estoy con mis amigos cerca de ella y sus amigas, pero yo se lo perdono. Claro, eso cuando no habla del maquillaje o de los chicos guapos que le pretenden o escriben, o cuando no habla de las relaciones que le comentan sus amigas. O cuando no está hablando de la serie del momento en Netflix, o cuando...¡Dios! deberías de verla, es tan sexy...así no es de extrañar que piense en ella cada mañana, y en las noches...
- ¡¡Victor!!
- ¡AH!
Recobré la consciencia.
Axel: ¡¿Estas bien Victor?!
Yo: ¡¿De dónde sacaste otro?!
¡Este sitio es artificial! - escuché de alguien de allá abajo- ¡No lo olviden, están dentro de un sueño! ¡Las posibilidades son grandes mientras el anfitrión no esté consciente de que fue invadido!
Yo: ¿Eso qué demonios significia?
Axel: ¡Quizás quiere decir...que podemos hacer esto!
Axel se lanzó desde la plataforma hacia el suelo.
Yo: ¡Imbécil! ¡¿Qué haces?!
Axel: ¡Estoy bien! ¡Mira! ¡El suelo es blando!
Yo: A ver...
Doctorante: ¡Yo no haría eso si fuera tú!
Yo: Pero...
Docorante: ¡Vamos!
Conforme más avanzábamos, veía montones y montones de hombres furiosos. Parecían hormigas desde aquí arriba. Sus antorchas se mezclaban con el naranja de los postes de luz. Esta ciudad...¿Dónde demonios estoy? Hay un bebé llorando envuelto en una manta blanca, lo vi al pasar por un callejón oscuro...hay una señora ebria, sus tacones rotos, andando por ahí...
Doctorante: ¡Es aquí!
El doctor se bajó de su vehículo y me hizo entrar a una especie de gruta, estaba oscuro dentro.
Yo: ¿Qué se supone que debemos de encontrar aquí?
Entonces lo ví: En una especie de altar, cubierto por una tenue luz que provenía del techo, el pedestal mismo era de un mármol blanco, un objeto esférico, del tamaño de una canica, o un globo ocular tal vez, un rojo fuego que no dejaba de cautivarme, como si me estuviese llamando...
Doctorante: Ese es el Dynamo de fuego.
Yo: ¿Dynamo de fuego?
Doctorante: Es esto lo que he estado buscando en este lugar- dijo, y a la par, extrajo de su sucia bata blanca un guante mecánico, se bajó los googles y me dijo- Será mejor que te apartes, esto puede salpicar.
Metió la mano a ese altar, y de pronto, un extraño campo de fuerza apareció: Fue como si la gravedad de ese pedestal hubiese aumentado a millones.
Doctorante: ¡Mira a otro lado!
Yo: ¿Eh?
En ese momento el pedestal estalló. Salieron volando fragmentos del mármol y uno rozó mi mejilla con fuerza. Sentí un líquido caliente cayendo por mi mejilla, era mi propia sangre. Me toqué y abrí bien los ojos al ver mis dedos de color escarlata, quise decir algo pero mis palabras se las tragó lo que aparecería frente a nosotros en ese mismo instante.
Comenzaron a salir furias vestidas de verde, su tono de piel era oscuro, traían faldas florales, un top que no cubría más allá del hombro en los brazos. Cuerpos delgados y esbeltos, salvajes, nos miraban fijamente como un coyote mira a un jabalí. En posición, preparándose, traían lanzas en una mano cada una. Formará n un círculo al centro del oscuro salón y en ese entonces comprendí que iba a empezar una gran batalla...
La lanza terminaba en una afilada punta de bronce que perforó el aire entre mi cara y ellas, fue tan rápido que apenas me dió tiempo a esquivar.
Todas ellas se pararon en un pie de punta y empezaron a girar y a girar, a girar y a girar, a girar y a girar, a girar y a girar...
Cuando menos lo supe, la batalla ya había terminado.
Desperté en medio del lugar. Mi rostro estaba siendo iluminado desde arriba.