White Mind

11. Al descubierto

 

El pasillo hasta el laboratorio y despacho de Ryan siempre le había resultado largo y agobiante. Incluso tortuoso. Demasiado para tratarse solo de dos paredes y un techo.

Carla sabía bien que aquella sensación de desasosiego e inseguridad era la causalidad del miedo que sentía hacia él. Cada vez que se encontraban frente a frente el efecto era el mismo. Por muy segura que se mostrase por fuera, Ryan Pierce se había convertido en su mayor temor desde su tiempo con HYDRA.

El eco de sus pasos como único acompañante se detuvo cuando llegó frente a la puerta. Inspiró profundamente y colocó la mano derecha sobre el pad electrónico que le otorgó acceso a la habitación.

—¿Querías verme?

El joven de cabello castaño clavó sus ojos azules en ella mientras se recostaba sobre un escritorio metálico repletó de pantallas. Su mirada lucía una tonalidad más oscura de la que recordaba Carla. Un aire perturbado que enervó hasta las partes más tranquilas de su ser.

Ryan le hizo una señal con la mano para que se parase frente a él.

—Dejas de ser la agente al mando del Soldado de Invierno.

—¿Qué? —espetó ella con sorpresa.

—A partir de hoy no se te asignaran más misiones con él. —comunicó Ryan sin alterar un ápice su gesto frío—. Le hemos asignado otro compañero. Alguien a su medida. Alguien tan leal como letal. Tú has quedado comprometida.

—No sé de qué estás hablando. Chen está muerto y la cumbre no llegó a celebrarse. La misión en China ha sido un éxito.

A excepción del brazo en cabestrillo que le había costado el disparo recibido en la misma. Por todo lo demás, la cosa había ido sobre ruedas. No entendía el por qué HYDRA debería estar descontenta con su actuación.

—Lo hice todo por ti. —susurró Ryan rompiendo la escasa distancia que los separaba al ponerse en pie—. Todo. Realmente quería salvarte, Carla. Salvar lo nuestro. Darte un futuro al que pudieses aspirar con orgullo. —Terminó por gruñir con rabia al decir la última frase—. ¡Y vas tú y tienes la audacia de despreciarlo todo! ¡De despreciarme a mí!

La mano de Seeker se cerró veloz entorno al cuello de White Mind, levantándola por el mismo dos palmos del suelo. Carla cogió la muñeca de Ryan con la mano que no tenía pegada al cuerpo para librarse de la opresión. Con una fugaz llave de kung fu usó la concentración de su chi para superarlo en fuerza aunque fuese por unos meros segundos.

—¿¡Qué coño te pasa!? —jadeó apartándose hacia detrás, en posición de defensa por si intentaba algo más—. ¡He hecho todo lo que me habéis pedido!

—Pero nunca has creído en la misión. —El índice derecho de Ryan presionó una de las pantallas táctiles del escritorio activando un archivo de audio.

"Cuando todo esto acabe y logremos escapar, porque lo haremos. Me encargaré personalmente de que recuperes tus recuerdos y... Y entonces sé que no podrás seguir viéndome del mismo modo en el que me ves ahora. Eso es lo que me asusta, James. He sido cómplice de muchas cosas y en el fondo no soy mejor que ellos."

Esa grabación dejó totalmente pálida a la joven —todavía más de lo que ya lo era—. La tenían. Años de engaño y asesinatos para nada. Muertes inocentes. Torturas. Sufrimiento por doquier. Su plan se había ido al garete y con él todo quedaba al descubierto. El esfuerzo empleado por conseguir su libertad y la de Bucky había sido en balde.

Entendió entonces esa mirada y rabia que había visto en Ryan nada más cruzar la puerta.

—¿Quién... ¿Q-Quién más lo sabe? —preguntó balbuceando.

—Sólo yo. No estoy dispuesto a soportar ninguna burla por parte del equipo. Ni ningún "te lo advertí" por parte de mi tío. Tienes suerte.

Se sentía más bien desgraciada, pero analizando la situación fríamente Ryan no estaba errado. Que toda HYDRA conociese que era una traidora era mucho peor a que solo lo supiese él.

Un momento... 

Estaba a solas con la única persona que conocía la verdad sobre sus planes. Y en aquella sala no había cámaras, por lo tanto, tampoco testigos. Uno contra uno. No sería algo que no hubiese hecho decenas de veces antes en muchas de sus misiones. Él podía convertirse en una más de sus víctimas. Podía vencerle.

—Ryan... —La voz le tembló al hablar de nuevo, mirándolo con fingido arrepentimiento—. Por favor. Escúchame.

—No, mi amor. —dijo sacando a Sem Karpo de sus pantalones. La piedra nacarada brilló al mismo tiempo que los ojos color chocolate de ella—. Sé lo que intentas. Y no vas a hacerlo.

Podía haberle engañado durante todo aquel tiempo. Y él haberse dejado mentir por la ilusión de no renunciar a aquel retorcido amor que le unía a ella. Pero no por ello dejaba de conocerla. La había estudiado en profundidad durante años. Sabía más sobre ella que ella misma. 




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