Capítulo 5.
Irme había sido un error por varias razones, la primera, no tenía manera de contactar con Alicia ya que, Nash Callegher tenía mi móvil y con la necesidad de huir de él, no lo había conseguido recuperar; más bien, me olvidé del teléfono por completo.
Por otro lado, eran pasadas las doce o eso había dicho Nash cuando me desperté. Estaba cansada físicamente y, agotada de manera mental.
Por último, estoy perdida.
Una cosa es conocer algunas zonas de la ciudad, otra muy distinta saberla por completo. ¡Joder! Ni en Madrid controlaba las calles.
De hecho, me resultaba vergonzoso cuando los turistas me preguntaban por ciertos lugares. Sólo sabía indicar la calle de los autobuses, cómo llegar a la Complutense, la zona de las tiendas y poco más.
Sí, uno de mis grandes problemas era la falta de orientación.
Suspiro mientras divago. ¡Por Dios! Caminar con todo el lugar en silencio era aterrador y más cuando el incesante sonido de los búhos me seguía caminara por donde caminara.
Y mejor no mencionar el viento, me causaba escalofríos.
Algo atemorizada camino hasta encontrar la civilización, o lo más parecido a ella.
Me planteo descansar, sin embargo, escucho un fuerte rugido que me hiela la sangre. Se oye lejano, pero es perceptible. No quiero ser encontrada muerta mañana por algún animal salvaje.
Me aferro con fuerza a mi bolso y acelero un poco el paso, no sin antes mirar varias veces hacia atrás, por si acaso.
Cuando consigo calmarme —un poco— reconozco la zona, ahora mismo estoy cerca de Dance or Die, eso puedo reconocerlo.
La avenida está desértica, pero estar cerca de un lugar que conozco, consigue que no me altere más, si es que eso fuera posible.
El sonido de una voz femenina me pone en alerta. Miro hacia todos los lados sin dejar de caminar y me escondo cuando la figura femenina apunta con un dedo a un hombre, con la penumbra de la noche no consigo distinguirlos.
No obstante, reconozco la risa de él: Galel Wilkinson.
—¡Qué me dejes tranquila! —grita apuntándolo con un dedo y reconozco su voz, se trata de Anne Irwin.
Trato de no hacer ruido y me siento cobarde. Ella enseguida acudió en mi ayuda cuando necesité librarme de Harrison Sellers, sin embargo, aquí estoy yo, agarrando con fuerza mi bolso y escondiéndome.
Llamaría a la policía, sin embargo, el gilipollas de Nash se quedó con mi móvil.
¡Tanta preocupación por mí y deja que me vaya a mi suerte!
Idiota. No hay otra palabra para describirlo.
Aunque tampoco es que me importe mucho, o por lo menos, no debería.
—Ven conmigo. —Tiene esa sonrisa ingenua, pero está preocupado. Parece afectado.
Si no fuera por las amistades que tenía y sus acciones anteriores juraría que era buena persona. Transmitía una cierta paz que, a mí, desde luego, me sorprendía. Era grandote y bastante claro de piel. Algo en él te hacia jurar que era bueno, que no tenía maldad.
—No quiero saber nada de ti —La chica de Omaha solloza y se aleja un poco de él cuando Galel trata de abrazarla—. ¿Por qué me haces esto?
—Anne… —Trata de calmarse, lo noto cuando su voz suena entrecortada.
—¡Fuera, joder! —Ella le da un gran empujón, pero Galel casi ni se inmuta.
—¡Sube a tu casa ahora mismo! —La agarra del brazo y trata de llevarla hasta el portal más cercano, es en ese momento cuando reacciono—. ¡Sube o vente conmigo!
No soy sigilosa caminando, si Galel realmente quiere hacerle daño o incluso a mí por meterme en sus asuntos, lo hará.
A pesar de sus facciones angelicales, se nota que se ejercita; estoy segura de que nadie querría recibir un puñetazo por su parte.
Al escuchar mis pisadas ambos, que estaban a centímetros de rozar nariz con nariz, me miran.
El suspiro que Anne suelta me hace abrazarla de inmediato, logrando que Galel tenga que soltarla a regañadientes.
—Puedes irte, Galel. —Trato de sonar neutral, pero es inevitable que un cierto retintín brota de mis labios.
—Contigo tenía que hablar… —masculla—. ¡No puedes irte de esa manera y mucho menos decirle que le odias! —Se cruza de brazos y saca pecho, tratando de imponernos.
—¿Conmigo? —Me pongo delante de Anne, tratando de protegerla con mi pequeño cuerpo—. ¿Vives cerca de aquí? —Le pregunto a ella.
Me indica que sí, que ese es su portal.
Es tarde y desconozco por qué está tan alterada a estas horas de la noche, ninguno de los dos quiere decírmelo.
Sin embargo, acabo convenciéndola para que suba a su casa y antes de marcharse, me abraza y le dedica un corte de mangas a Galel Wilkinson.
—¡Gracias! —Celebra él mientras observa el edificio, una vez verifica que ella está en casa, vuelve a dirigirse a mí.
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Editado: 04.05.2022