Capítulo 7.
Espera algún tipo de respuesta por mi parte, lo único que hago es mirarnos frente al espejo.
Su alta figura envolviendo mi cuerpo y sus brazos abrazándome en un gesto de protección, como si yo fuera un juguete que debe ser cuidado por un niño y que no se puede romper.
No me gusta la sensación que me recorre por todo el cuerpo, empezando por los pies y terminando por la punta de mis dedos.
Trago saliva y creo que Nash Callegher vuelve a sentirse confundido, su suspiro cansado le delata y cuando se lleva la mano a su largo cabello, me lo confirma.
—¿Qué pasa ahora?
No le miro a los ojos, aunque me encantan; esta vez me quedo observando todos sus lunares, los que están visibles por lo menos.
Mi cuerpo reacciona a él de una manera sobrenatural, obligándome a girarme y tocar con las yemas de mis dedos su marcada mandíbula.
Intento resistirme y no puedo. Es una sensación extraña. Soy dueña de mis pensamientos, pero no puedo decir lo mismo de mis actos.
De alguna manera que detesto, siempre acabo claudicando a él, aunque parezca lo contrario.
—¿Vamos? —Toma mi mano y levanta el mentón. Su altura es bastante imponente.
Antes de poder preguntarle tira de mí y me conduce hacia un salón, el mismo en el que estuve cuando me dio una bajada de tensión.
¡Qué vergüenza!
Veo algunas caras conocidas, pero sólo se quedan en eso: caras conocidas.
No obstante, me encojo y me hago algo pequeña cuando Nathan, el chico tatuado, aparece con un semblante serio y sin apartar su mirada de la mía.
¿Por qué es tan intimidante y por qué coño me odia? ¡Por Dios!
Nash me tranquiliza y aprovecha para sentarse y, por ende, sentarme en su regazo.
No es una postura que me incomode, ni mucho menos, pero con él es distinto y eso me aterra.
Estoy nerviosa, atacada, me siento observada y mi cuerpo reclama nicotina, cosa que, se hace más palpable cuando el chico tatuado se enciende un cigarro.
Sigo la trayectoria del pitillo e imploro con la mirada uno, parece notarlo y cuando saca uno y me lo ofrece, Nash no me deja.
Se niega a que fume y eso me cabrea. Entiendo que no le guste que sea fumadora, ¿cómo no lo voy a entender?, sin embargo, él no es nadie para obligarme a no hacerlo.
—Suéltame. —Controlo el tono de mi voz, no quiero crear un espectáculo.
—No fumes, no soporto el olor al tabaco.
Intento levantarme y él aprovecha para abrazarme y apoyar su frente en mi espalda.
¡Será consentido!
—Callegher, ¡suéltame!
Algunos se ríen y el moreno me lanza el mechero, el cual agarro sin problema.
—¡Nathan! —Nash se queja, sin despegarse de mí.
—Déjala, Nash, su cuerpo lo necesita.
Le hace caso y me aparto con rapidez. ¿Por qué a él si le obedece?
Enciendo el pitillo y le doy una buena calada. ¡Lo necesitaba!
—¡Buenos días! —La voz de Elleine hace que la mire.
Está arreglada, exceptuando su pelo, el cual parece de una leona.
Tiene una bonita sonrisa en los labios y se estira como si se acabara de levantar.
—¿Lo has pasado bien? —Nathan se levanta y le da un beso en los labios.
Comentan un par de cosas mientras yo disfruto del veneno que tengo entre las manos.
Miro por la ventana, ya que me siento fuera de lugar, no pertenezco a ese grupo y mucho menos quiero ser una entrometida, no obstante, de vez en cuando miro de reojo, mientras hablan sin mucha claridad entre ellos, Elle se sienta en las piernas del chico tatuado, son una pareja algo pegajosa, pero no voy a quejarme, no me incomoda, no demasiado.
—¿Puedes dejar de analizarla? —Esta vez es Nash quien habla, llevándose la atención de todos, incluida la mía. Doy una última calada y apago el cigarro en el cenicero más cercano—. A Nathan se lo permito por ser quien es; a ti, no, ¿te ha quedado claro, Coleman?
El joven en cuestión tiene los ojos castaños y el cabello negro. Lleva el flequillo planchado y una bandana que cubre su cabeza. Además, lleva un pendiente en una de sus orejas.
No le veo atractivo, pero puedo entender que seguramente sea el prototipo de muchas personas, Coleman cumple con el estereotipo de modelo.
Se disculpa, aunque varias veces mira hacia mi dirección, algo que, me pone incómoda.
No podría decir con qué propósito me observa, pero sí sé que sus ojos brillan en un momento dado, conectando con mi mirada y obligándome a fruncir el ceño.
—¡Timothy! —Elleine se levanta de las piernas de su novio—, ¡ya basta!
Todos lo miran, reprendiendo su comportamiento. En el caso de Nash, él me mira a mí y muy contento no se le ve.
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Editado: 04.05.2022