Capítulo 27.
—¿Y a ti qué te pasa?
Anne iba de copiloto en el taxi mientras revisaba su teléfono móvil y miraba al conductor de vez en cuando.
Y yo, aunque no fuera muy educado por mi parte, le estaba hablando en bajito a mi mejor amiga y en español.
—Tengo miedo.
—¿De Hayes?
—Tía…, llevo acostándome meses con un… eso —Incluso hablando en nuestra lengua materna evitábamos decir palabras concretas—. O sea, tengo que asimilar ciertas cosas.
—¿Habías ido a verle?
—Me conoces demasiado bien…, es que estoy muy enganchada a él y…
—Y habéis follado.
—Hemos follado. —Me confirma lo que ya sé.
—Entonces el problema no es que sea eso.
—El problema lo sabemos muy bien las dos —Suspira y mira el paisaje—. Que yo no me enamoro y paradójicamente me asusta empezar a estarlo.
—Y lo entiendo y estoy a tu lado —Le recuerdo—, pero no está mal dejarse llevar si estás cómoda a su lado…
—Sissi, nos vamos en cinco meses a España, tengo miedo a las relaciones serias, me estoy enamorando de un TeamJacob siendo yo la número uno del club de fans de Edward Cullen y el capullo de mi ex no para de hacerse cuentas falsas en Instagram y Twitter para stalkearme. No importa lo cómoda que me sienta con Hayes, no vamos a estar juntos.
Suspiro.
Si Alicia Navarro Sandoval había decidido tomar ese discurso y entrar en un bucle donde no se veía el final, no podía hacer nada. Lo único era seguir manteniéndome a su lado y sujetándola cada vez que se fuera a caer, incluso sentarme a su lado mientras se recuperaba de la caída.
—Creo que estás siendo injusta contigo misma. Estás cómoda a su lado y estás tomando la decisión de que no eres buena para él sin dejarle opinar…
—Sissi, no valgo la pena. Sé que, para ti, sí, pero ambas sabemos que no —Suspira y baja el volumen a pesar de que estemos hablando en español—. Soy maniática, celosa, independiente, me gusta gastar bromas, pero no soporto que me las gasten, me enfado por todo y soy una gruñona. ¿Por qué iba a querer un chaval de diecinueve años estar con una tía como yo?
—Creo que estás subestimándolo y dando por hecho que Hayes va a odiarte cuando en realidad seguramente quiera lograr que te veas, al menos, la mitad de bien de lo que él te ve.
—¿A qué te refieres?
—Alicia, eres estupenda: eres graciosa, carismática, no juzgas a las personas y se te da bien escuchar, eres una gran cocinera y encima tienes esa capacidad tan envidiable para ponerte en la situación de cualquiera…
—Pero tengo muchos defectos.
—Porque eres real y no una Mary Sue de esas que odiamos leer… entiendo que te afecte lo que pasó en su día con… —Omito el nombre de su ex—, pero no deberías dejar que él siga decidiendo si mereces ser feliz o no.
—Silvana, soy quien soy por mi pasado. Soy experiencias, anécdotas y vivencias, derrotas y victorias, soy lágrimas y soy risas, no puedo ignorar lo que un día fui.
Me muerdo el labio inferior. Adoraba esos arranques tan poéticos de mi mejor amiga, la hacían especial y cualquiera que la escuchara se atrevía a reflexionar sobre lo que decía, estuviera o no de acuerdo.
—Si yo estoy de acuerdo contigo en eso, pero deberías darte una oportunidad a ti misma…
—Estás tú para hablar… —Un defecto que ella tenía era echar en cara lo de los demás—, tú te estás alejando de Nash porque eres tan jodidamente cabezona que te niegas a escucharle.
—¡Eh! —Me quejo—, no tienes que tirarme golpes bajos de cosas que te he contado.
No le había dado datos de todo lo ocurrido, era innecesario, pero en sí le había contado lo ofuscada que me sentía con Nash Callegher.
Y ella sabía que yo si me cerraba en banda era imposible que escuchara a alguien y menos con la persona con la que estaba enfadada.
—Sissi, es que parece mentira que me estés echando la bronca cuando tú ni siquiera le permites que se explique. Yo al menos sigo follando, bueno seguía…, ¡joder! Sólo necesito distanciarme un poquito de Hayes.
—Lo respeto, amiga, lo respeto…
Pero no lo compartía, sabía cómo eran sus tipos de distanciamientos y sabía el dolor que podía causarle a Hayes, pero especialmente sabía el daño irreversible que podía hacerse a sí misma.
—Crees que me acostaré con otro —afirma sin darme opción a que lo niegue—. ¡Dios! —exclama llamando la atención de Anne y el conductor—, ¿ves? Por estas cosas sé que he hecho bien en dejarle.
—¿Qué?
—Mira, Sissi, te quiero, pero no soporto tu hipocresía, yo afronto mis problemas y después de follar con él decidí dejarle porque no quiero hacerle daño si me acuesto con otro.
Observo por la ventana mientras ella revisa su móvil y Anne envía algún mensaje de voz a alguien.
—¡Oye! —habla con nerviosismo hacia el taxista—. ¿Podrías ir un poco más rápido?
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Editado: 04.05.2022