—Estoy asombrado de todo lo que he hecho, usar un arma y quitar la vida de otro, aunque estando bajo la incitación de las campanas lo comprendo, pero.. — recordó como estrangulaba a la reptil sin contemplación, como con el arma desmembraba al centauro y como dejo que comieran vivos a este último y a Legión — nunca habría cometido dichos actos. Realmente he cambiado y me asusta, temo no reconocerme al verme en el reflejo — quebró en llanto pensando en el temible mañana y musitó con voz quebradiza — solo trabajaba en la ciudad.
La carreta era tirada por caballos rojos, hechos de los arboles del bosque dejado atrás, los niños dormían profundamente tras tanto revuelo, los seres de madera eran controlados por la mente de Marloc, quien seguía cuestionándose cuánta humanidad restaba en si mismo.
—Puedo entender cómo es que Legión podía controlar tantas de esas figuras de madera, es fácil, no tienes que suprimir su voluntad, no existe ese duelo constante por el control, no tienes que desgastarte tanto — reflexionaba cayendo nuevamente en un tema desagradable.
Las bestias de madera llegaron a lo que parecía ser una pequeña villa, varias casas hechas de piedra y techos de paja se notaban antes de ver qué más allá el terreno cambiaba por uno negro, llenó de hollín y un aparente incremento de temperatura, Marloc no conocía a detalle la región y sus inusuales características, se cubrió la mitad de su rostro esperando pasar desapercibido en la villa.
—Necesito información, sin ella puedo acabar muerto, pero no puedo bajar la guardia con estos lugareños — miraba con recelo al llegar al lugar.
Habitantes con cabeza de moscas eran lo más usual de ver, estos eran peludos y desagradables a la vista, con saliva corrosiva quemando el suelo, cada que goteaba de sus largas trompas, sus cientos de ojos traslúcidos reflejaban a Marloc y su carreta, no encontraba algo parecido a un hostal o una estancia para los viajeros, dándole a entender que no muchos viajaban por esa ruta. En la villa aún así existían comerciantes, quienes buscaban vender sus inusuales y tétricos artículos, el humano miraba de reojo las cosas, encontrando a la venta esqueletos completos de diferentes clases de seres, entidades cuadrúpedas, con bastantes cuernos, otros de gran tamaño y grandes dientes, trayendo a la mente a Legión, pero dudaba fuera da la misma especie al no tener su infinidad de brazos. Existían también cosas parecidas a una fruta triangular, de un peculiar color amarillo y manchas rojizas, le llamo tanta la atención que bajo a ver si podía conseguirlas, sin notar que había conseguido el interés de un ser extraño, asomado en la esquina de una calle, era un gran bulto de tiras negras, semejantes al caucho, entre este nido sobresalían un par de ojos, los cuales parecían bailar sin la facultad de mantenerlos quietos.
—¿Qué clase de alimento es este? — pregunto Marloc luego de pensar si era bueno hacer dicha pregunta, el vendedor era una cucaracha de grandes antenas, le faltaban varias patas y en su boca con pinzas tenía algo parecido a un cigarro, le pareció más cómico que grotesco el sujeto, atreviéndose a hablarle.
—Es un fruto del árbol del grito en el sur, allá existen mejores tierras que estás en las que únicamente hallarás cadáveres y arguettiss — la cucaracha le contaba con un tono muy confianzudo.
—¿Arguettiss? Soy nuevo en la zona y me vendría bien saber sobre este terreno tan sofocante — la cucaracha miro con atención a Marloc y a su carreta.
—Son criaturas dóciles, viven en las afueras de la villa, cercas de los caminos en llama, necesitarás que ellos te transporten, a ti y tus bienes — hablaba con un tono diferente, al cual el hombre decidió ignorar.
Entrego un par de cosas de la carreta a cambio de los frutos y se fue a las afueras, el calor era intenso, la madera crujía, las patas de las bestias ardían ante el intenso calor generado por el suelo, los niños despertaron al sentir la incomodidad del calor, siendo testigos del fatal paisaje ardiente, el piso contaba con escasas llamas, pero se mantenía a una alta temperatura, el cielo tenía una capa grisácea casi oscura, los pequeños lloraron temiendo lo peor, esto hizo que diera la vuelta, pero los caballos fueron consumidos por el fuego, dejándolos varados sobre madera que no resistiría.
—¡No! ¡Joder no! — bramó molesto el hombre al ver su fatal situación.
Dos grandes figuras aparecieron en el horizonte, grandes bultos negros con seis patas delgadas que hacían el increíble labor de transportar el enorme cuerpo avanzaba a Marloc, este describiría a las criaturas como arañas gigantes, en su abdomen colgaban dos aguijones, sobre su abdomen tenía muchos pelos y sus bocas contaban con pequeñas pinzas, al igual que su contraparte en la tierra tenían cuatro pares de ojos negros. El cucarachón venía montándolo.
—¡¿Qué demonios contigo?! ¡No me hablaste de esto! — despotricaba Marloc contra el extraño ser.
—¡Entrégame todo lo que tengas! O.. muere calcinado — demandó el insecto.
—¡Me tendiste una trampa! — comprendió sacando su espada, estaba demasiado lejos para saltar y si tocaba el piso moriría por las llamas.
—Coopera y vivirán — se burlaba la cucaracha, esperando que entregará sus bienes.
Sin más remedio entrego todo, menos sus armas, cosa que no le parecía bien a su extorsionador, miro con interés la lanza y la espada.
—¡Dámelos! ¡No te serán de utilidad muerto! — estiraba sus patas restantes.
Gilp y Rapan se abrazaron a Marloc, dejando claro su decisión entregaría las armas, pero algo se alzo detrás del rastrero insecto, era un esqueleto, este le propinó un par de puñetazos, derribándolo en el acto y cayendo al suelo ardiente, la criatura gritaba he intentaba subir por una de las patas del arguettiss, pero este lo hizo volver a las llamas, colocando su pata sobre el agonizante ser, solo para comer el cuerpo crujiente de la cucaracha.
—Bien, ya están a salvo — declaro la calavera, está extendía su brazo en señal de ayuda a los tres — vengan pronto o acabarán como ese tipo.