INTRODUCCIÓN
Diciembre.
Se encontraba sobre la colina.
El viejo roble blanco, permanecía a su lado como en los viejos tiempos. Aún no decidía cuál era su versión favorita de él. Amaba cuando las hojas se tornaban diferentes en cada estación. «Tantas versiones de un solo ser a lo largo del año y aun así seguía siendo el mismo» Nunca perdía su esencia, solo cambiaba de estilo.
Mientras observaba su reflejo en el gélido lago, decidió quitarse las gafas negras que llevaba con él para poder distinguir su mirada a través de esos globos oculares color marrón.
No era el mismo que hace dos inviernos atrás. Un ligero brillo, emitía un destello que lo hacía sentir en calma. Todo se encontraba estable, ya no le pesaba mantener los ojos abiertos.
El ambiente se encontraba tranquilo. Lo era, hasta que ella apareció.
«Vaya torbellino»
― Me gustaría que dejaras de ser tan metiche ― se gira y la observa. ― Sabes que puedo escuchar tu torpe respiración desde aquí, ¿Cierto?
―No todo se trata de ti, Elliott―. Ella responde, mientras sale detrás del roble.
―Entonces, ¿Cuál es tu excusa para seguir observándome desde que llegué aquí?
La intrusa, ha comenzado a acercarse junto con sus viejos patines.
―Ninguna ― se encamina―, obstruyes el paso.
―Ja, sabes que aún no puedes patinar ―se burla, observando el lago. ― El lago no está lo suficientemente firme como para que siquiera lo intentes. Si caes de nuevo dentro de él, no pienso mojarme al tratar de rescatarte―. Voltea y la observa. ―Además, la colina me pertenece ―asegura―. Busca otra excusa para cubrir el hecho que estás obsesionada conmigo.
―Solo me dio curiosidad ― murmura, tomando asiento a un lado de él.
― ¿El qué?
―No sueles quitarte las gafas ―responde ―. Pensaba que estaban pegadas a tu horrible rostro― explica con aire divertido―. Nadie usa gafas en pleno Diciembre, solo tú, ¿Qué amerita que te los quites?
―La luz no destella tan terrible como en otras ocasiones.
―Ajá.
Elliott sabe que eso no será suficiente para cerrarle el pico a la cotilla, por lo que se obliga a continuar.
―Nunca he sido fan de mis ojos, ¿Sabes? ―confiesa. ―Los encontraba ordinarios, pero el día que perdieron el destello que conservaban, sufrí al verme de esa manera reflejado en el espejo ―explica.
La cotilla se ha girado y ha comenzado a observarlo fijamente, mientras él finge que no le afecta tener toda su atención puesta en su mísero ser.
―Lula, mí brillo se apagó ―continúa―, y ahora que poco a poco mis ojos van recobrando ese destello perdido, ya no me siento tan desorientado en mi mirada. Ya no necesito evitar verme reflejado en ninguna parte. Después de tanto, comienzo a sentirme tranquilo ―reconoce―. El vacío que solía vivir ahí ha ido llenándose poco a poco.
La atención que le brinda ha comenzado a abrumarlo. Piensa y decide que es momento de concentrarla en otra parte.
―Llenándose, al igual que la lista de motivos que tiene tu gemelo irritable para asesinarme ―la distrae―. No ha dejado de aniquilarme con la mirada desde que apareciste a mi lado.
Lula sabe que el gemelo se encuentra cerca, así que decide no voltear, también sabe lo que está haciendo Elliott, y es mejor ignorar al primero.
―Deja de hacer eso.
― ¿Qué?
―Restarle importancia a lo que estás sintiendo y diciendo ―reprende.
«Se ha dado cuenta»
―Desviar tu atención hacia otros lados, siempre ha sido mi especialidad ―responde con aire coqueto―. Y asegurarme de que tu gemelo mantenga su posición y no aparezca debajo de mi cama con un cuchillo en medio de la noche, mi supervivencia ―agrega divertido―. Suficiente tengo con Steve, Simon y la tía abuela, acechándome veinticuatro siete.
Lula refunfuña y vuelve a hacer ese movimiento raro con los ojos por millonésima ocasión. Elliott está completamente seguro de que, si lo vuelve a hacer, se quedará visca, porque ciega, ya está. «El hecho de que se haya puesto un outfit como ese, en pleno diciembre, se lo confirma» Eso, y que haya fijado su atención en él.
A lo lejos, la irritabilidad en persona sigue aniquilándolo con la mirada, como si eso fuera suficiente para hacerlo desaparecer.
― No bromeo ―miente―. En varias ocasiones, me he visto obligado a checar si no se encuentra debajo de mi cama ―bromea ―. De verdad saca la mierda de mi sistema.
―Lucien, no te aniquilará antes de Navidad ― suelta ―. Te lo aseguro. No hay manera en que tolere el frío. Matarte incluiría salir, ocultar tu cuerpo y tratar de no morir en el intento y él es muy cobarde para hacerlo ― expone ―. Así que tranquilo, tú y tu nariz de reno están a salvo ―. Termina y clava su mirada en el árbol de la derecha. Su mente divaga en lo que Elliott ha confesado.