Decepción y desesperación
Makoto avanzaba a gran velocidad hacia el río. No se demoró mucho en llegar, en tan solo unos minutos ya se encontraba en la zona carente de árboles donde había estado anteriormente. Se detuvo y miró hacia donde antes había visto las colinas, y efectivamente ahí estaban. Luego escuchó que alguien que venía de atrás también paró, por el olor supuso que solo era su amiga.
—No están muy lejos —murmuró y luego miró hacia atrás—. Ice, va... —se quedó callada al ver a otros dos junto a su amiga—. ¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó alzando una ceja y dirigiendo su vista hacia la loba mayor, que se encontraba a la derecha de Ice, y luego hacia el macho, que se hallaba a la izquierda de la mencionada.
—Pensé que podían acompañarnos —respondió Ice moviendo levemente su cola—. Atsu no pertenece a una manada, además no tiene un hogar donde vivir, y Yukiko tampoco. Tal vez puedan unirse también a tu manada.
—Eso sería bueno —dijo Atsu en voz baja con una sonrisa—. No me gusta estar solo.
—Creo que no habrá problema con eso —dijo Makoto sonriendo amablemente para después observar a la hembra de ojos amarillos—. ¿También te gustaría unirte?
—No estoy interesada en eso. Pero quizás pueda acompañarlos ya que me dirijo a las colinas.
—Está bien.
Dicho esto, la guerrera lunar volvió su mirada hacia adelante. Visualizó el cielo un momento, el sol ya estaba comenzando a ocultarse tras el horizonte.
—No hay tiempo que perder. Síganme. —Esta se dispuso a correr esperando ser seguida por los demás.
Ice y Atsu la siguieron sin dudar. Por otro lado, Yukiko decidió ir caminando, pues no tenía prisa y no estaba muy de acuerdo en seguir las órdenes de una menor.
La loba de pelaje oscuro iba demasiado rápido, sin darse cuenta dejó a sus compañeros atrás. Su mente estaba concentrada en una sola cosa, llegar al territorio de los Guerreros de la Luna. No conocía exactamente la zona en que vivían, pero sus cálculos la habían llevado a ese lugar, pensando que seguramente estarían allí. Cada cierto tiempo daba un vistazo a sus alrededores. Miró hacia el otro lado del río, donde había ocurrido el incidente de los cazadores meses atrás. Sus últimos momentos con Tsume se repitieron en su mente y una lágrima brotó de uno de sus ojos. Su corazón palpitaba aceleradamente. ¿Realmente su familia estaba ahí? ¿Qué les iba a decir al verlos? Y... ¿qué le dirían ellos? ¿La reconocerían?. Estas y más preguntas se formulaban en su interior. Al ver que se encontraba cerca de las colinas, supo que había llegado al lugar indicado.
Makoto se detuvo mirando al suelo. Creía que estaría muy feliz cuando llegara la hora del reencuentro. Sin embargo, se hallaba muy nerviosa.
«Cálmate, es tu manada, todo va a salir bien», se decía la joven en su mente. Aún cabizbaja, recordó varios momentos que había vivido junto a su clan. Pasó un lapso de seis meses aproximadamente desde que se separó de ellos. Le costaba creer que pronto los vería nuevamente. De cierta manera, se había acostumbrado a estar sin ellos, pero eso no quería decir que no los extrañara.
Makoto suspiró para luego levantar su cabeza. Caminó despacio por aquella área sin dejar pasar ningún detalle. Una huella, restos de presas, cualquier cosa le daría pistas para hallar lo que buscaba. Pero el lugar parecía desolado, sin rastros de un solo lobo.
—¡Madre! —gritó Makoto. Esta continuaba desplazándose por la zona sin perder la esperanza—. ¡Kyouya!
De pronto escuchó pisadas y se dirigió hacia el lugar de donde provenían. Eran los compañeros que había dejado atrás. Al verlos se sintió un poco triste, pues esperaba que aquellas pisadas la guiaran a su manada.
—Disculpa la tardanza. Nos cansamos un poco y decidimos caminar —argumentó Ice.
—Ibas demasiado rápido —se quejó Atsu jadeando.
—No seas tan exagerado. Tampoco es para que estés como si hubieras corrido desde el gran tronco hasta aquí sin parar —dijo Yukiko, quien a pesar de ir a un ritmo más lento consiguió alcanzar a los otros dos.
—¡No podría correr desde allá hasta aquí! ¡Moriría de fatiga! —exclamó Atsu acostándose en el suelo.
Makoto no prestó la más mínima atención a lo que decían. Continuó mirando para todos lados con desesperación. Acto seguido se escabulló para seguir buscando mientras sus compañeros conversaban.
—¿Qué es el gran tronco? —preguntó Ice dirigiéndose a los dos mayores.
—Es un viejo árbol gigante que cayó sobre el río hace años y su tronco formó un puente entre los dos lados del bosque. Por ahí cruzamos para llegar a esta parte, pero ese tronco está bastante lejano —le explicó la de ojos amarillos.
Editado: 12.05.2019