Capítulo I
“El Esclavito Favorito”
Le quedaban pocas horas de vida a aquella calurosa tarde de verano en la que las cigarras no habían parado de sonar y Dyre se encontraba adentro con un trapeador en sus manos y ansias en su cabeza. Lo segundo, a causa de que aquella tarde de verano sería la última antes de empezar un nuevo curso escolar. Pero mejor dejaba de pensar en eso y se apresuraba a terminar de limpiar los pisos. En cuanto bajo a la cocina, luego de guardar la cubeta y el trapeador, una de las cocineras le orientó a trabajar en la masa para el pan. En las cocinas reinaba el típico ajetreo que precedía a la cena: unas cuantas monjas que se dedicaban a picar los vegetales para la sopa, o a preparar la carne para luego asarla. Todo se llevaba a cabo en una rutina de silencio interrumpido solo por los utensilios al cortar o las ollas al ser movidas. Cuando Dyre termino de meter el pan al horno fue enviado a hacer el anuncio de la comida siendo servida pronto. Las cosas habían estado muy ajetreadas esa última semana, todos ocupados con los preparativos para el día siguiente y más de uno con un humor de perros dispuesto a pagarlo con el primero que se cruzara, que por desgracia solía ser él.
Pero estaba bien con eso. Estaba en su naturaleza obedecer y complacer los deseos de todos aquellos por encima de él.
Más tarde en su habitación, luego de lavar los platos de la cena, el joven no podía dejar de dar vueltas sobre el colchón, o quedarse mirando al techo como si pudiera ver la oscura bóveda nocturna mientras contaba las horas a la espera del amanecer. Aunque solo era un sirviente que hacia todo lo que le ordenaban, también le dejaban estudiar con los demás chicos con sangre que si no era azul estaba cerca de serlo. Y la idea de comenzar le emociona tanto. Pero al final la fatiga de pasar todo el día fregando y lavando termino por pasarle factura a su cuerpo y acabo sucumbiendo al cansancio.
Las mañanas en la academia comenzaban temprano. Pero para cuando las campanadas desde las torres del edificio principal anunciaban el alba Dyre ya estaba despierto y vestido, solo que en lugar de ponerse su habitual ropa vieja de trabajo, se vistió con el uniforme de la academia, sus botas de trabajo quedaron relegadas en una esquina mientras se calzaba unos zapatos negros de cuero, algo viejos y gastados pero bien lustrados. Sus pasos resonaban mientras se hacia el camino sobre el piso de madera que luego se convirtió en losas de piedra en cuanto llego a su destino: una de las torres del campanario. Empezó a subir los escalones de dos en dos hasta que llego al punto más alto y se sentó en el marco de uno de los grandes arcos que rodeaban cada uno de los lados del campanario. Desde allí podían verse todos los terrenos. Amplios campos de césped aun verde a pesar del clima cálido de la estación, una gran fuente de agua rodeada por un camino empedrado que llevaba directamente a la entrada y a las puertas del muro.
La Academia Rose Western era una institución apostada en el campo, lo bastante grande para alojar a los cientos y cientos de estudiantes que eran enviados de todas partes para instruirse. Lo bastante grande como para sustentarse a sí misma y parecer incluso una ciudad; sin embargo, para protegerse de cualquier peligro estaba rodeada por muros de piedra tan altos que ni siquiera desde la cima del campanario se alcanzaba a ver más allá. Pero no era algo que le interesase a Dyre. Cada año le gusta subir allí a ver como las puertas se abrían y eran cruzadas por los carruajes y autos de las familias más importantes del mundo, llevando a su descendencia para dejarlos en manos que los moldearían a su imagen y expectativas.
-¿Desde donde vendrán?-Pregunto al aire.
Aun cuando jamás había querido cruzar aquellos muros tan altos, su curiosidad natural siempre le atacaba por un lado. Pero solo hacia lo que siempre le decían: “No pienses en eso, fuera del muro es peligroso”. Abajo, a ras del suelo, podían escucharse los cascos de las bestias que halaban los carros o los neumáticos de los automotores. El camino empedrado llevaba desde aquella gran entrada directo al edificio principal, cuya estructura hallaba un lugar en el punto medio entre las basílicas y los castillos. Rodeaban la fuente que había y dejaban al pasajero justo al pie de la escalinata de entrada donde el Obispo los recibía e invitaba a entrar mientras otros sirvientes ayudaban a descargar rápidamente el equipaje. Ese mismo proceso se repitió varias decenas de veces más. Para cuando las puertas volvieron a cerrarse Dyre no pudo contener un suspiro de alivio; el que las abrieran siempre le emocionaba y asustaba a la vez.
Pero se deshizo de aquella sensación mientras hacia el camino de regreso, debía llegar a la capilla antes de que acabara la ceremonia de bienvenida si no quería llevarse un buen castigo. Y para su mala fortuna, al cruzar en una de las esquinas del pasillo se topó con una de las religiosas:
-¡Dyre!-Exclamo en el tono estricto que siempre usaban con él-¿Qué está haciendo aquí? Debería estar en la capilla ¡ahora!-Remarco su última palabra con un pellizco que el chico apenas sintió.