Joel podía escuchar los gritos que venían de la playa, gritos y risas, que desde su asiento en aquella triste esquina observaba; Foer había dispuesto de su traje negro y lucía un bañador anticuado sacado de los Locos Adams; perseguía a Victoria, quien hacía lo posible por esquivar sus intentos hasta que fracasó y se abalanzó contra Jules, quien fue pronto defendida por el único hombre de los hermanos.
Donna leía apacible un grueso tomo de León Tolstoi en una hamaca que colgaba de dos palmeras que Joel apenas visualizaba y de Julia no había rastro…
—Deberías salir a jugar con ellos, divertirte un rato. Se nota en tu cara que lo deseas —dijo la desaparecida, saliendo de una oscura esquina, rodeada de humo con olor a tabaco y tomillo.
—No sé si sea lo correcto. Tal vez si mi situación fuese otra…
Ella se acercó a él, deteniendo su idea justo por la mitad, arrastró una silla con el cigarrillo entre los dedos y al llegar a una distancia considerable, la giró y se sentó a horcajadas. Joel temió por su vida, el aura de la joven pelirroja era tan fuerte que sentía cómo era aplastado por ella, y esos ojos juiciosos…
—Correcto, no correcto… ¡Qué dilema! —habló dramatizando, después sonrió de lado y dio una calada al tabaco—. A mi no me molestaría que fueras a jugar. El día es para disfrutarse, no para quedarte encerrado observando melancólicamente cómo la vida y la felicidad pasa frente a tus ojos, temiendo estirar la mano para tomarla.
Joel la miró fijamente, intentando analizarla, entenderla. ¿Por qué actuaba de esta forma si por tantas horas lo había despreciado y alienado?
—Déjame verte bien —dijo ella, estirando la mano hacia su rostro, el cual tomó y lo palpó, se acercó más, lo olfateó y después se detuvo en sus ojos. Entonces, al momento en que él cedió ante ella, justo en la milésima de segundo que sus barreras cayeron, Julia dio un respingo, soltándolo de golpe y regresando a su silla. Miró hacia todas partes con nerviosismo, después se acabó el cigarro lo tiró al suelo y lo pisó—. ¿Cómo sabes de ella?
Joel no quiso responder, como siempre, prefirió guardarse las respuestas para no enfrentarlas. Aparte, él no confiaba mucho en Julia, y hacía bien. Si existe un monstruo en cada persona, ella era la bestia que habitaba aquellos lares y gobernaba con puño de acero. Era un ser tan fuerte que seguía en pie aun después de su derrota años atrás.
—Silencio de nuevo. —Se rio amargamente y se puso de pie, tirando la silla a su paso, sin importarle mucho el daño en el objeto ni el estruendo que causó—. Eres experto en ello. Vámonos.
—¿Qué?
—Vamos.
—¿A dónde? He dicho que no creo correcto salir a jugar…
—No dije que saldríamos con ellos —contestó, caminando hacia la puerta trasera de la cafetería—. Sígueme o te perderás. Solo nosotros podemos recorrer este universo sin problemas, pero tú has intentado engañar al sistema y no creo que esté muy contento contigo. Si te sueltas, podría lanzarte al espacio exterior, donde jamás volverías a saber de ella.
Tylerskar hizo caso sin chistar, las palabras de Julia no sonaban como un aviso, sino como una amenaza. Se posaron ante la puerta y ella abrió con la mano izquierda, atravesó en primer lugar y jaló al joven sin delicadeza, quien se sorprendió de no ver la playa, ni la arena, ni una simple avenida o boulevard, sino que se topó de frente con un apartamento vacío en un rascacielos. El atardecer se mostraba imponente y desesperanzador por los ventanales.
—¿Dónde estamos? —preguntó él.
—En la antigua base.
Julia caminó hasta el cristal y se quedó observando con dolor al cielo, consciente de que Tylerskar podía verla por el reflejo, digo con voz fuerte y clara: —No sé cómo sabes de ella, desconocido. Y puedo ver cómo te tambaleas, intentando permanecer en este lugar, pero sin saber cómo hacer.
Volteó hacia él, con las manos en la espalda y la postura erguida.
—Somos jóvenes, extraño. —Continuó—. Pero a lo largo de la vida nos hemos dado cuenta de que es mejor mantenernos al margen de la situación, no nos involucramos, intentamos pasar desapercibidos. Pensamos estar así toda la vida, o por lo menos yo lo hice. Pero algo está mal con mi plan, no está funcionado. Fue por eso que dejé que «la cosa» llegara hasta esta misma base, porque pensé que necesitábamos invitar a alguien más a todo lo que emerge en este lugar, fue por eso que permití que las cosas llegaran hasta la muerte de Vlad. Ahora ha sido Victoria, quien te ha dejado entrar y yo sigo sin estar convencida de dejarte quedar. Le caes bien a Foer, a Jules… incluso me caíste bien hace horas.
Ella comenzó a caminar, con la mirada fija en el piso de mármol.
—Tu amiga Rebeldía me contó tus intenciones… Ya las sabemos todos, y aun así Victoria te dejó entrar en la tormenta, eso dice mucho sobre lo que sucede dentro de ella —le dijo con voz solemne—. No sé qué intenta hacer, qué intenta lograr, pero sigue dejándote las puertas abiertas… y yo no puedo ir en contra de los deseos de Vlad.
#46355 en Novela romántica
#11958 en Joven Adulto
primer y ultimo amor, cafeteria malteadas universos, trastorno bipolar personalidad multiple
Editado: 19.03.2019