Julia sentía cómo sus pómulos sonrojados parecían quemarle el rostro.
Algo aturdida, se levantó del lecho de aquel camarote, aún perezosa por el sueño reparador breve del que había disfrutado.
El recuerdo estaba claro, pero no daba crédito a las imágenes que asaltaban su mente. A aquellas sensaciones.
Se podría haber pasado horas sumida en el flujo de sus pensamientos, tratando de analizar y recrear, atesorar y saborear… Pero un cachete en su nalga descubierta la interrumpió.
—Pero qué hermosa eres, joder. Ven aquí. — La voz de Rebeldía resonó a sus espaldas, mientras Julia abría la boca intentando esculpir una sonrisa a juego con su mirada desorbitada.
No se lo iba a tener que decir dos veces.
Se giró, y paseando su lengua para humedecer sus labios secos y congelados, dejó que Rebeldía se retorciese de deseo contemplando sus pechos desnudos.
Luego se abalanzó de regreso al lecho, donde Rebeldía rugió nada más sentir como la mano de Julia la recorría, tobillos arriba, hasta el mismo epicentro de un terremoto de placer.
Tras lo que se le antojó una eternidad muy corta, Julia apoyó el codo en la almohada que rescató del suelo, encarando a su amante.
—No se a dónde me has llevado, pero me gusta. Pese al bamboleo constante que me indica que no pisamos tierra precisamente. — Así era. Se encontraban en el camarote principal de una embarcación.
—No temas. Mi vida tiene la peculiaridad de hacerme emprender viajes constantes, pero pronto estaremos de regreso a vuestro hogar.
Julia quiso decirle que el hogar el fuego de su cabello, mientras paseaba sus dedos entre los mechones aún víctima de escalofríos de puro deseo.
Sin embargo, una voz exterior las interrumpió.
—¡Patrón, hora de capturar algunos peces! — Se trataba de una voz resuelta y firme, con un deje de ánimo en el tono.
La que la siguió sí que supo a quién pertenecía. ¿Qué demonios hacía ahí Foer?
—Creo que voy a darle al play para que las reinas del pop se desperecen… — Se le notaba divertido y entretenido a más no poder.
Cuando un sonido sucio de cassette viejo reprodujo a gran volumen a los ZZ Top, Julia gimió de placer en un grito descontrolado al ser cogida por sorpresa por Rebeldía, que hundía su cabeza entre sus piernas.
Tras eso, la patrón, como la habían llamado, ascendió besuqueando todo lo que encontró a su paso para mostrarle a Julia la mejor de sus sonrisas.
—Vamos, hora de bailar.
Se levantó y se vistió en un santiamén con cuatro harapos, lanzando a Julia un vestido negro y algo de ropa interior.
En una mueca provocativa le tiró un beso al aire, que Julia fingió atrapar con la mano y una sonrisa tatuada en su boca.
Cuando Rebeldía salió, conocía bien la situación en la que se encontraba.
Satisfecha, no dudó sin embargo en endurecer sus facciones y retar con la mirada a todo el que osase pronunciar una sola palabra al respecto de lo que había ocurrido en el camarote.
Foer dijo unas cuantas.
—No es usual que sienta envidia de Julia… — Alzó las manos, divertido, cuando Rebeldía lo fulminó con la mirada.
En cubierta se encontraban Resolución, Rectitud, Experiencia, Foer y Jules.
La niña vomitaba dificultosamente por la borda, visiblemente mareada dado el leve oleaje que, perdidos en medio del océano, sacudía el navío sin cesar.
—Dadle un poco de agua por Dios.
Tras aquella orden, Rebeldía se acercó a los suyos, que no paraban de mover la cabeza en respuesta al rock ‘n roll que la radio emanaba.
Fue en ese momento que la puerta del camarote se abrió, revelando la esbelta y relajadísima silueta de una Julia que salió llevándose una mano a la cabeza al ver la inmensidad del mar que la rodeaba.
—Buenos días, Julia. — Foer sonaba algo bufón, y de nuevo se vió fulminado por una mirada.
—¿Qué diablos está ocurriendo aquí?
Foer se encogió de hombros mientras pronunciaba su respuesta.
—Al parecer estamos aquí para pescar.
Una voz que sonaba algo ebria sin resultar repulsiva les interrumpió.
—Y ya se sabe que el pescador de todo puede encontrar en la inmensidad del océano de la vida. Encantado, jovencita, soy Experiencia, y me gustaría ofrecerte un trago. — Un hombre regordete de mofletes rojizos y cabello pelirrojo le entregó, tras esas palabras, una gran jarra con una especie de brebaje misterioso. Julia miró de reojo a Foer.
—Doy fe de que está delicioso. — Dijo, alzando su propia jarra vacía. —Yo ya llevo un par.
La carcajada de Experiencia resonó por toda la cubierta, mientras Julia asía la gran jarra y, sin pensar demasiado, daba un pequeño sorbo. El aroma la dejó prendada, y una especie de subidón de paz y bienestar comenzó a inundar sus sentidos. A través de la jarra, pudo ver como Rebeldía apuraba la suya de un solo trago.
Cuando la patrón se giró, quedó quieta y enmudecida con la vista clavada en un punto fijo.
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Editado: 19.03.2019